España en agosto es foco de una actividad soterrada que pocos podrían imaginar. Más allá de las playas. Ese mes el abogado personal del presidente de Estados Unidos, Rudolph W. Giuliani, se entrevistó en la capital de España con un asesor del jefe del Estado ucraniano, Volodimir Zelensky, en la trama que está investigando ahora la Cámara de Representantes de EEUU.
El anfitrión de Giuliani en España fue el dueño de Hawkers, el venezolano Alejandro Betancourt López, un bolichico que contrató al abogado de Trump con el fin de que le prestara ayuda en las acusaciones contra él del Departamento de Justicia sobre lavado de dinero y sobornos, según ha informado The Washington Post. Giuliani se vio con Alejandro Betancourt en la magnífica finca que posee en Toledo.
Alejandro Betancourt López es el bolichico (los hijos de los llamados boliburgueses, palabra acuñada por el periodista Juan Carlos Zapata de bolivarianos burgueses) más conocido. Sobre todo por sus éxitos.
Logró su primer millón de dólares (y más) al conseguir las licitaciones de 12 grandes contratos de plantas de electricidad en Venezuela sin tener experiencia previa en el sector a través de Derwick Associates. Había sido fundada por Pedro Trebbau López y Francisco Convit. Ese contrato con el régimen de Hugo Chávez ascendió a 1.800 millones de dólares.
Rudolph W. Giuliani (Brooklyn, 1944) era alcalde de Nueva York cuando la Gran Manzana fue objeto de los atentados del 11 de Septiembre, en 2001.
Finca en Toledo por 23 millones de euros
En aquella ocasión su contacto con el poder bolivariano había sido Javier Andrés Alvarado Pardi, hijo de quien era viceministro de Energía Eléctrica y presidente de Electricidad de Caracas. Gracias a los beneficios de ese lucrativo negocio empezó a edificar su imperio y adquirió la finca en Toledo, donde recibió a Rudy Giuliani el pasado verano. Pagó por El Castillo del Alamín casi 23 millones de euros en 2011, según publicó el diario El Mundo. Había sido propiedad de Gerardo Díaz Ferrán.
Un mes después, según relata The Washington Post, Giuliani era uno de los abogados que representaba a Betancourt en Washington. El equipo legal del bolichico se vio con el jefe de la división de delitos económicos del Departamento de Justicia para intentar conseguir que no se presentaran cargos penales contra Betancourt en un caso de lavado de dinero de 1.200 millones de dólares que lleva un tribunal de Florida desde el año pasado.
De acuerdo con la demanda, una serie de funcionarios de alto rango de la empresa estatal venezolana de petróleo, empresarios internacionales y banqueros conspiraron para obtener dinero de la firma y proceder a lavarlo a través de propiedades adquiridas en Miami y a través de otras vías. Betancourt no está en ese grupo, sino un primo suyo, pero se nombra al dueño de las gafas de sol Hawkers como conspirador no inculpado, de acuerdo con informaciones previas del Miami Herald.
Rudolph W. Giuliani ya estaba cuestionado por intermediar con la diplomacia ucraniana en nombre del presidente de Estados Unidos. En la trama que se está desvelando en las comparecencias en la Cámara de Representantes, cada vez está más claro que Giuliani era el enviado de Trump. Como mensajero del presidente fue quien trasladó al gobierno ucraniano las condiciones para fomentar la amistad entre EEUU y Ucrania.
El 25 de julio Trump pidió a Zelensky que investigara a los demócratas. Pocos días después, en agosto, Giuliani voló a Madrid, donde se encontró con Andriy Yermak, asesor del presidente ucraniano, con el fin de consolidar el acuerdo, de acuerdo con los testimonios del proceso que puede conducir al impeachment en la Cámara de Representantes.
El asesor de Zelensky sugirió que la entrevista fuera en Estados Unidos, pero Giuliani propuso Madrid ya que iba a estar en España el primer fin de semana de agosto. Trump quería asimismo que el gobierno ucraniano aportara datos sobre una supuesta trama de los demócratas contra su jefe de campaña en 2016. En su cuenta de Twitter, Giuliani elogió los bellos parajes al sur de Madrid.
A cambio, el asesor presidencial ucraniano solicitó un encuentro de Zelensky con Trump en la Casa Blanca. Los testimonios de la ex embajadora en Ucrania Masha Yovanovich y del actual embajador de EEUU en la UE, Gordon Sondland, apuntan a que Trump ofreció al presidente de Ucrania recibirlo en la Casa Blanca y desbloquear un contrato militar a cambio de que se investigara al hijo de Joe Biden, Hunter Biden, que había trabajado como abogado para una empresa ucraniana.
Sondland donó más de un millón de dólares a la campaña de Trump, y por eso obtuvo como recompensa la embajada ante la UE. Yovanovich, sin embargo, llevaba más de tres décadas al servicio de las diferentes Administraciones de EEUU.
Giuliani resulta sospechoso de tráfico de influencias, ya que que actúa al tiempo para Trump y para clientes internacionales como Alejandro Betancourt con intereses con el gobierno de Washington. Giuliani asegura que trabaja gratis para Trump, pero utiliza sus influencias en la Casa Blanca en sus tratos con clientes internacionales.
El abogado de Trump, como su jefe, niega la mayor. Asegura que las identidades de sus clientes son irrelevantes y que nadie le ha pagado por hacer nada que implique la mediación del presidente de Estados Unidos.
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