No sabe dónde se ve dentro de diez años pero tiene claro que la información está en su ADN y que, a pesar de haber encontrado magia en la televisión, le sigue seduciendo el "misterio" de la radio, donde le queda pendiente "una carrera por desarrollar".
Susanna Griso, la periodista que empezó a trabajar en la tele "de carambola", es desde hace 15 años conductora de uno de los magazines matinales más populares de la pequeña pantalla.
Su programa, Espejo Público, ha cerrado septiembre con un 14,5% de share y 402.000 espectadores de media, y lejos de quedar anticuado, el espacio en su curso pasado mejoró con respecto a 2019 en cerca de 50.000 espectadores.
Ahora, en una entrevista con El Independiente, Griso hace balance de su trayectoria profesional y opina sin filtros de la telebasura, de su ya histórico duelo con Ana Rosa por la audiencia y de la ola independentista, con la que también "pelea" en casa.
Pregunta.- ¿Cómo fueron sus comienzos en televisión? ¿Tenía claro que era este el medio en el que quería trabajar?
Respuesta.- Yo no quise empezar a trabajar en televisión. De hecho, esto casi vino por una carambola. Empecé estudiando la carrera y convencida de que acabaría en una corresponsalía… Ya había puesto el foco en Londres o Nueva York. Pero empecé a hacer prácticas en radio, a trabajar en Cataluña Radio, luego TV3 y me vi ya en medios audiovisuales y luego me ha costado mucho reconducirme porque ya me he quedado. Pero jamás me planteé trabajar ni en radio ni en televisión.
P.- ¿Y ahora le gusta?
R.- Me gusta porque ahora ya me he acostumbrado, después de 25 años, a la inmediatez de la imagen y a la comunicación a través de la imagen. Es verdad que es un medio muy distinto de la radio, que es mucho más envolvente, que tiene un misterio…
A mí me gustaba mucho hacer entrevistas en radio porque muchas veces me encontraba que la gente que me escuchaba decía: “¡Fíjate, jamás hubiese pensado que eras tan joven!”. Y es que cuando hacía esas entrevistas debía tener 21 o 22 años, y me decían: ‘”¡Parecías una mujer amargada de bastantes más años, como de 40!”
Y ese misterio que tenía la radio me gustó y duró muy poquito, porque ya di el salto a la tele al cabo de un año y ya compaginé radio y televisión, con lo cual no he tenido mucho tiempo para disfrutar de esa etapa. Pero ahora sí que me encanta la televisión y me cuesta imaginarme en otro medio que no sea este, porque incluso te diré que estoy abonada al directo.
Jamás me planteé trabajar ni en radio ni en televisión. Esto casi vino por una carambola
Cuando he tenido que hacer programas grabados, enlatados, me ha costado, porque sabiendo que en el directo puedo estar cinco horas contando toda la actualidad, saber que tengo que hacer un programa donde se edita y donde hay que parar me da la sensación de que es postizo, de que es algo falso y no me siento cómoda. Estoy acostumbrada a editarme yo misma y decir ‘tengo diez minutos para esto’, ‘tengo dos minutos para esto’, miro el reloj constantemente… Y bueno, digamos que ese ejercicio también me parece muy sano.
P.- ¿Qué es lo peor de trabajar en el mundo de la tele?
R.- No diría lo peor, pero hay que ser muy consciente de qué es trabajar con cinco cámaras… Es como estar en la consulta del dentista con cinco cámaras, como estar en un despacho con cinco cámaras o de cajera en un supermercado. Eso tiene su parte buena, y es que te da una proyección que no tendrá la cajera del supermercado o el dentista, pero, por otro lado, cualquier error que puedas cometer se amplifica. Nosotros que llevamos a diario cinco horas de directo, imagina cinco horas diarias y quince años de Espejo Público.
Son muchísimas horas y cualquier gesto espontáneo, cualquier complicidad que puedas tener con el telespectador o contertulio en un momento en el que al final te sientes muy cómoda, puede pillarte un día en el que estás más cansada o que no tienes los mismos reflejos, sobre todo madrugando tanto como en este programa. Pero eso forma parte de la magia de la televisión y hay que asumirlo como el reverso de la moneda.
P.- ¿Recuerda algún momento especialmente difícil o complicado en mitad de un directo?
R.- A mí me cuestan mucho las transiciones. Hoy mismo, por ejemplo, he tenido que hablar de las colas del hambre. Hemos entrevistado a una pareja joven que llevan toda la vida trabajando y por primera vez han tenido que ir a un banco de alimentos. Y escucharles a ellos, la situación tan dramática que tienen, con dos niños pequeños… me ha generado una impotencia muy grande.
Y de ahí me tenía que ir a un tema totalmente distinto. A veces en esas transiciones sí que necesitaría un reposo y poder encajar las noticias que nos van llegando. Yo me considero una persona muy empática y me dejan de verdad muy tocada estas historias y recuperar el ritmo e irte a otro tema con la premura con la que trabajamos en televisión.
P.- ¿Alguna vez se ha venido abajo o no ha podido continuar?
La gente nos busca cuando hay noticias de alcance, ahí es cuando nosotros somos referencia
R.- Soy una persona que me tengo por bastante pudorosa y no me gusta llorar en público, me cuesta horrores, pero hay momentos en los que no he podido medir la emoción. He perdido a varios colaboradores y se me ha comunicado en directo, y eso es muy difícil sobrellevarlo. En esos momentos te hundes, pero ahora con los años he aprendido que tú tienes que hacer siempre cómplice al telespectador de lo que te pasa y que no tiene ningún sentido simular que no está pasando nada porque él estará viviendo lo mismo seguramente peor.
De alguna manera cuando estás en casa, a mí me pasa que veo el telediario y me pongo a llorar con noticias que yo misma he contado, y que cuando me ha tocado contarlas en directo he hecho un esfuerzo de contención y ahí he aguantado el tipo. Yo creo que en estos casos lo mejor es contar lo que te está pasando y no hacer el esfuerzo, que es muy de informativos, lo de mantener siempre el gesto y el tono y que el telespectador no perciba lo que estás viviendo por dentro. Yo ahora he optado por hacer partícipe al espectador siempre de lo que me ocurre.
P.- ¿Cuáles son las claves para que un magazine tan equilibrado no se quede anticuado?
R.- Uff, porque tenemos un equipo muy bueno y que trabaja mucho y que constantemente se reinventa. Piensa que durante la pandemia y todavía ahora, hacemos monográficos dedicados al Covid. Son cinco horas de información, pero la etapa de 2016 y 2017 la dedicamos sobre todo al procés en Cataluña… En esto somos muy espejo de la realidad, y la realidad es muy dinámica.
Hay momentos en los que no he podido medir la emoción. He perdido a varios colaboradores y se me ha comunicado en directo, y eso es muy difícil sobrellevarlo
Además, tengo la sensación de que en estos años de mi vida he tenido que contar muchísimas noticias que jamás llegué a imaginar que podría contar, y los acontecimientos van muchísimo más rápido que antes, y entonces lo que el espectador necesita es más análisis, más elementos para contextualizar y para llegar a sus propias conclusiones. Creo que eso en Espejo lo sabemos hacer porque siempre nos rodeamos de los mejores, y no estoy pensando solo en los contertulios sino en los economistas, abogados, sociólogos… Esa es nuestra fuerza.
Este es un programa hecho por gente de informativos y nos gusta mucho la actualidad, va en nuestro ADN. Es nuestro músculo y no engañamos, somos fieles y cuando usamos ese músculo obtenemos nuestros mejores datos. De hecho, mi mejor dato de la historia, que fue de prácticamente un millón de espectadores, se dio un 17 de marzo, días después de la declaración del estado de alarma. La gente nos busca cuando hay noticias de alcance, ahí es cuando nosotros somos referencia.
P.- ¿Cómo se lleva durante tantos años estar en continua competición por las audiencias con El Programa de Ana Rosa en Telecinco?
R.- Lo que pasa es que no es una competencia solo con Ana Rosa. Ahora en la mañana, que yo creo que ya es el segundo prime time de las televisiones, tienes más competencia, por ejemplo, en mi caso con Arús a primera hora de la mañana, Al rojo vivo, también TVE… Yo no tengo la sensación de que sea un duelo con Ana Rosa, esto vende mucho en los digitales, estos titulares, pero no es tan así.
Además, son formatos muy distintos los que hacemos Ana Rosa y yo. Hay una primera parte informativa donde sí que coincidimos, pero luego ella está basada mucho en la telerrealidad y nosotros seguimos haciendo un programa informativo durante cinco horas, entonces la comparativa no se puede hacer a partir de las once de la mañana.
P.- Pero los datos de audiencia sí que os posicionan a ambos programas como competencia directa… ¿En qué cree que se diferencian ambos matinales?
R.- A mí no me gusta hablar de la competencia porque creo que nosotros tenemos que centrarnos en nuestro producto. Fíjate que yo no tengo ni monitores de lo que hace la competencia a mi misma hora, entonces miro un poco de reojo, pero en Telecinco lo que pasa es que convierten la información en munición de telerrealidad, y su manera de contar la política o lo que pueda estar pasando con la pandemia está muy basada en eso.
Telecinco es una cadena mucho más endogámica, que se retroalimenta, y nosotros estamos mucho más abiertos al exterior
Digamos que es una cadena mucho más endogámica, que se retroalimenta, y nosotros estamos mucho más abiertos al exterior. Nosotros intentamos aportar más análisis y no caemos tanto en el debate polarizado sino en el análisis.
No sé, más allá de las audiencias, lo que a mí me gratifica mucho es que la gente me dice que me elige para tener más información y más análisis. Me consta además que en determinados centros de poder somos el programa de referencia por las mañanas. Esto de abrir la persiana informativa todas las mañanas y marcar, porque somos el programa con más trascendencia en digitales, y porque también somos el programa que hace más entrevistas políticas. Es para nosotros un hito que al equipo nos permite estar muy orgullosos del producto que hacemos.
P.- ¿En qué centros de poder tiene constancia de que se prefiere ver Espejo Público?
R.- Unos cuantos, no me gusta decirlo porque… Pero sí, me consta que en unos cuantos centros de poder nos tienen puestos a diario, y no solo me consta sino que además me llegan muchos feedbacks. Es raro el día que no te llega el mensaje de algún ministerio, de determinados centros de poder, desde donde la gente además me dice:“¿Pero cómo puedes estar pendiente del Whatsapp? ”.
Ana Rosa está basada mucho en la telerrealidad y nosotros seguimos haciendo un programa informativo durante cinco horas
P.- ¿Qué opina sobre el concepto telebasura?
R.- No me gustan las etiquetas. Lo que pienso es que, en televisión, como en la vida, hay determinadas fronteras que jamás hay que pasar. Por tanto, lo más importante siempre es ponerse en la piel del telespectador y de la persona que está sentada en un plató de televisión. Y yo creo que cuando alguien accede a que en determinados programas haya un desfile de amantes que pongan en cuestión su matrimonio o digamos que le genere un problema a sus propios hijos, pues sabrá el precio que está jugando.
En ese sentido, pienso que todos somos mayorcitos, y que dentro de la industria de la televisión hay personas que han hecho su carrera de eso, y por tanto si ellos quieren jugar a ser juguetes rotos, porque eso también es muy lucrativo, pues es el riesgo que ellos corren. Lo que me molesta más es cuando eso ocurre con personas que no necesariamente quieren participar de este negocio y han construido sus carreras en otros ámbitos que digamos que no tiene que ver con este, y ahí es donde veo que es mucho más delicado.
P.- En lo que respecta a la pandemia y los meses de confinamiento, ¿cómo lo ha vivido desde su perspectiva?
R.- Yo he trabajado todos los días, por lo que no he estado confinada, excepto fuera de mi horario laboral que ahí sí que tenía que estar encerrada en casa como todos, pero yo he trabajado a diario y ha sido extraño. Había días que tenía la sensación de que vivía en una realidad paralela, porque recuerdo sobre todo cuando se congeló la economía… Esa semana llegaba sola, no me cruzaba con ningún coche, llegaba a la tele y estaba todo a oscuras a primera hora de la mañana, la cafetería cerrada, no había nadie de maquillaje ni peluquería, y con mis compañeros todavía hoy las reuniones son telemáticas.
En el plató estábamos cuatro o cinco personas, un equipo mínimo, y la sensación que tenías a veces es que vivías en un mundo irreal, yo a veces decía: “¿Nos estará viendo alguien?". Y, bueno, fue nuestra mejor temporada.
P.- ¿Cómo le ha afectado informar a diario de un número tan elevado de muertes?
R.- Te rompías. Yo me rompía siempre al llegar a casa porque en ese momento sí que tenía la sensación de que tenía que aguantar el tipo, y de que eso iba a ser muy duro, que venían semanas tremendas y yo me encomendé a los profesionales. Creo que no he entrevistado a más médicos en mi vida, había días que eran entre 20 y 30.
Lo que me queda es que, a pesar de que la tele es muy criticada y las redes sociales están muy abonadas a criticar la televisión, en la vida a mí me han agradecido más el trabajo que hacíamos, ni el programa ha sido más felicitado por muchos de esos profesionales. Nos agradecían el rigor, la serenidad, la cantidad de datos y no hacernos eco de los bulos que podían correr en otros medios, sobre todo en redes sociales, y creo que ahí nuestro trabajo se ha reivindicado más que nunca.
P.- ¿Y los políticos? ¿Qué opinión tiene respecto a la gestión de la crisis sanitaria?
El Gobierno tuvo que haber sido mucho más claro, contundente y nos tenía que haber preocupado más
He sido muy crítica con el Gobierno y la gestión de la pandemia porque creo que durante una primera fase, antes del estado de alarma, se restó importancia a la crisis, se quiso transmitir un mensaje de tranquilidad simplemente para no poner en riesgo la economía…
Es verdad que a toro pasado te das cuenta de que fue erróneo y de que tenían que haber sido mucho más claros, contundentes y posiblemente en ese momento nos tenían que haber preocupado más de lo que lo hicieron. Nosotros nos regíamos mucho por lo que nos llegaba desde el Gobierno, Sanidad y el doctor Simón. Decían que eso iba a ser poco más que una gripe pero que apenas habría letalidad y que en ningún caso habría transmisión comunitaria en nuestro país.
Yo pienso, ¿qué hubiese pasado si hubiésemos cerrado el país una semana antes?... Posiblemente no había una opinión proclive a cerrar el país en ese momento, pero porque había fallado mucho la pedagogía. Creo que ahí el doctor Simón pecó de prudente y en algún momento llegué a pensar que él como portavoz se había quemado. A mí a partir de ese momento me costó un poco confiar en una persona que había dicho que no iba a tener mayor trascendencia lo que nos estaba pasando.
Después España vivió el confinamiento más duro de toda Europa y creo que estamos pagando ahora las consecuencias. El haber negado la evidencia nos llevó a vivir un confinamiento durísimo del que económicamente no nos hemos reestablecido. Luego una vez más cometimos el error de decir que habíamos matado el bicho y que habíamos vencido a la pandemia, y entonces tuvieron todas las administraciones muchísimas prisas, incluso las que criticaban al Gobierno y al mando único, por desconfinar a toda velocidad.
Es triste ver que en la pandemia ha habido mucho ego y mucha testosterona
P.- ¿Y qué está pasando en Madrid?
R.- En Madrid es difícil saber lo que está pasando. Hoy mismo entrevistaba al consejero de Sanidad y decía que las cifras que ellos manejan, siendo altas, permitirían acabar con este cierre perimetral de la ciudad de Madrid y confinar por barrios. Yo he visto muy pocos controles informativos o disuasorios y, por tanto, lo del cierre perimetral de Madrid no lo acabo de ver, creo que no se está aplicando.
La sensación que tengo es que la Comunidad de Madrid insiste mucho en desconfinar a dos millones de madrileños y en hacerlo ya, porque según el consejero sería mejor hacerlo el viernes que viene antes de esperar a la siguiente semana, pero desde Sanidad se rebaja esa pretensión pensando en el puente del pilar porque puede producirse un éxodo de madrileños y eso preocupa a otras comunidades. En esa batalla entre las dos administraciones estamos todos.
P.- ¿Está siendo una lucha de egos?
R.- Es triste ver que en la pandemia ha habido mucho ego y mucha testosterona. Creo que hay bastante ego y miedo por parte de las administraciones a tomar decisiones impopulares que provoquen una mayor ruina económica. Estamos ahora en otro relato, en el de ver cómo salimos de esta y quién paga esa factura económica, pero es un debate también falso, porque si la sanidad no acaba de funcionar y corremos riesgo de colapso, con esa tensión y esos datos la economía tampoco sale adelante.
P.- Y cambiando de tercio, a Cataluña, su tierra, se le suma el estar viviendo momentos muy tensos por el desafío independentista. ¿Qué opina?
R.- En Cataluña, en el mes de julio, teníamos la sensación de que algo pasaba porque allí se nos contaban muchos rebrotes y sin embargo en Madrid no se contabilizaba casi ninguno. Luego lo que hemos visto es que allí había más rastreadores que aquí. Lamentablemente aquí las cifras se nos fueron de las manos y ahora nos hablan de una transmisión generalizada…
Más allá de esto, ahora las encuestas dicen que el independentismo seguirá siendo mayoritario, pero se presentan cinco listas distintas, con lo cual, no sé hasta qué punto eso va a penalizar o no. Lo que hemos visto tradicionalmente es que a pesar de la división, una vez que pasan las elecciones el independentismo siempre se pone de acuerdo, cosa que no podemos decir del constitucionalismo.
Quiero pensar que hay un cambio del estado de opinión, más allá del independentismo, y es que la pandemia ha sido tan salvaje, el tsunami es tan bestia, que los catalanes piden que se priorice la acción política por encima del independentismo, que los políticos solucionen los problemas. Y en eso está Esquerra, en ese pragmatismo y posibilismo y en cambio Junts per Catalunya apuesta por la ruptura y por llevarnos a un estado límite que no sé qué beneficios va a tener. El PDeCAT se descuelga de la línea de Junts per Catalunya y está más en la línea de Esquerra, en el aprovechar sus pocos escaños para negociar algún rédito político de su representación parlamentaria.
P.- Y, personalmente, ¿qué cree que es lo mejor para Cataluña?
R.- Yo siempre apostaré por el pragmatismo y por solucionar los problemas de la gente. Tengo la sensación de que en Cataluña se ha vivido una tormenta perfecta, una crisis económica e institucional y a partir de ahí a muchos les interesó vender que una Cataluña independiente iba a salir reforzada económicamente, cuando ya hemos visto que el coste ha sido elevadísimo. Para mí eso ha sido una cortina de humo que se construyó para aupar a determinadas formaciones políticas e intereses partidistas.
Me duele que haya gente que dé a entender que soy una independentista agazapada
P.- Por lo que se conoce, su marido no tiene la misma opinión sobre este tema…
R.- No, en casa discutimos muchos y hemos discutido siempre, pero no de ahora, de toda la vida, porque siempre hemos tenido planteamientos políticos muy distantes. Durante muchos años ha sido enriquecedor, porque nos permitía a los dos conocer una visión distinta. Lo que a mí me duele es que muchas veces, en un país que se llena la boca diciendo que somos muy feministas, no se pueda entender que yo pudo tener una opinión distinta a la de mi pareja, que a mí me intenten atribuir opiniones que no son mías o que den a entender que soy una independentista agazapada porque no puede ser que yo piense distinto.
P.- Ahora, después de tan amplia trayectoria, ¿está satisfecha de su recorrido profesional?
R.- He tenido una suerte inmensa porque he hecho lo que siempre he querido hacer, que es dedicarme a la información, a la actualidad… Hubo unos años en mi vida en los que me propusieron hacer programas de otro corte, no informativo, y yo siempre he tenido claro que esto es lo que me gusta, lo que sé hacer. Es un privilegio estar en esta atalaya, en Antena 3, en una cadena que es líder en informativos y abrir esa persiana informativa todas las mañanas es todo un lujo.
P.- ¿Qué le dirías a la Susanna de hace 30 años?
R.- La Susanna de 20 años estaba empezando en la radio y cursando segundo de carrera, y en ese momento tenía muy claro que tenía que estudiar idiomas. Venía de EEUU y quería irme un año a Francia, pero me salió trabajo y compaginé la carrera con la radio. Eso me llevó a una rueda de trabajar y estudiar a la vez, y a no poder hacer lo que quería, que era destinar más tiempo en el extranjero.
Posiblemente le diría que parase, que dedicase un año a formarse, en política internacional, economía y derecho, y que profundizase en el estudio de idiomas... Pero quién sabe si hubiese tenido estas oportunidades de no ser por empezar a trabajar tan pronto. Me cuesta decirte que esa primera opción era la mejor porque no me ha ido mal, la verdad.
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