La emoción ya no se podía contener más. La casa de papel había conseguido el Emmy Internacional al ‘Mejor Drama’ en la 46ª edición de la gala celebrada en Nueva York en noviembre de 2018. Esta ceremonia de los prestigiosos premios americanos galardona a la mejores series emitidas y producidas fuera de las fronteras estadounidenses, y la exitosa ficción creada por Álex Pina rompió el molde para convertirse en la primera española en llevarse el dorado trofeo a casa.

La producción de Atresmedia que protagonizan Úrsula Corberó, Itziar Ituño, Álvaro Morte, Paco Tous, Pedro Alonso, Alba Flores, Miguel Herrán y Jaime Lorente, entre otros, se convirtió en la serie de Netflix en habla no inglesa de mayor éxito en su historia: la gente comenzó a disfrazarse de los personajes de La casa de papel en Carnaval y Halloween, las conversaciones de los ascensores sobre la meteorología se sustituyeron por comentarios sobre sus episodios, estrellas balompédicas como Neymar o Kylian Mbappé mostraban su afecto por dicha en redes y el boom que generaron los planes más perspicaces del profesor interpretado por Morte elevaron este producto nacional a la cúspide de la gloria internacional, una cima que nadie había alcanzado hasta entonces.

"Siempre lo hemos visto con otros, parece que nunca va a tocar en España, pero sí", declaraba su creador en referencia a unos premios que parecían estar muy alejados de la Península. "El mundo está cambiando. Nuestro sector está cambiando. Quien no entienda que hoy ya no se puede alcanzar el éxito con las fórmulas que funcionaban ayer... es que ya forma parte del pasado", añadía Javier Bardají, director general de Atresmedia Televisión, en una entrevista con EFE a raíz de la victoria de los ladrones más adorados.

Era hora de que las series españolas salieran de la pantalla del salón de casa para viajar por todo el mundo

Javier Bardají, DIRECTOR GENERAL DE ATRESMEDIA TELEVISIÓN

Producida en colaboración con Vancouver Media, Bardají afirmó que Atresmedia entendió "hace años" que el auge de las series no vendría repitiendo lo conocido: "Quisimos adelantarnos. Entendimos que era hora de que las series españolas salieran de la pantalla del salón de casa para viajar por todo el mundo".

Úrsula Corberó, Alba Flores, Pedro Alonso y Miguel Herrán en La casa de papel.

Si hacemos retrospectiva de cómo ha cambiado la forma de consumo audiovisual en España, nos encontramos con una desaparición casi completa de contenidos de ficción propios (y ajenos) en la parrilla televisiva. Aquí es cuando las plataformas hacen su estelar y determinante aparición. Series más cortas, con menos episodios y con tramas más concentradas han suplantado la tediosa espera semanal para conocer si Mari Juana deja a Lucas en el altar por el hombre que ayer conoció en la cafetería del barrio, y con quien tuvo una conexión instantánea.

La audiencia ha aprendido a consumir como en un buffet libre, todo en un día y con cualquier mezcla imposible entre plato y plato. Netflix fue la primera que permitió empezar y terminar una trama en un único día, cambiando por completo los hábitos de consumo que obligaban a la audiencia a contar con la paciencia y la espera. Otro dato clave que ha permitido que Netflix, HBO, Amazon Prime o la más reciente, Disney+, cuenten con más adeptos que la televisión ha sido que el prime time español se produzca en una franja horaria que se podría considerar como explícitamente tardía. Esperar hasta las 22:30 o las 22:45 horas, y 23:00 en algunos casos extremos, para que el episodio empiece, y a ello unir los múltiples parones de publicidad, han otorgado a los gigantes del streaming vía libre en la carrera por ganarse el carisma de la audiencia.

HBO, por ejemplo, se podría ver como una fusión de ambas partes: el consumo dónde, cómo y cuando quieras, pero con un planteamiento que ahonda en que muchas de sus series estrella mantengan la espera semanal para alargar su notoriedad en redes, audiencia y publicidad.

Ciao, Bella!

La casa de papel supuso un antes y un después en nuestro país en lo que a la esfera de lo audiovisual se refiere. Fue como ese comensal que se atreve a abrir el vino en la mesa, pero que comparte su contenido con el resto. Gusten más o menos, la serie de Álex Pina abrió la puerta a sus sucedáneas para intentar rascar su ración de gloria: Élite también triunfó y otorgó a Ester Expósito un escaparate mundial que la convierte en la española con más seguidores de Instagram (y no solo eso, pues ha conseguido agrandar su CV al permitirle trabajar con directores mexicanos como Manolo Caro, también consagrado en Netflix con La casa de las flores).

El listado de series nacionales sigue aumentando, desde las más recientes como El desorden que dejas o Los favoritos de Midas (ambas de Netflix y con amplia aceptación de la audiencia... y no solo la del siempre enfurecido Twitter), pasando por la laureada El embarcadero (Movistar+), reposando en el viaje con la primera española elaborada íntegramente por una plataforma, Las chicas del cable y llegando a puerto con Paquita Salas, un humor diferente liderado por Los Javis.

¿Cómo ha pasado España de producir series como Aída, Aquí no hay quién viva, Cuéntame o Los hombres de Paco, muchas de ellas de culto o con un humor que hoy en día sería impensable (pero que pecaban de contar lo mismo todo el rato), a agrandar presupuestos, actores y tramas, y conseguir el aplauso de la crítica internacional?

En lo que a ficción se refiere, España se había caracterizado por producir series que se apoyaban en tres pilares básicos: la comedia, la historia y las telenovelas de sobremesa. El Secreto de Puente Viejo, Mercado Central, Águila Roja o Isabel parecían un delantero de regional en comparación con las americanas, el Lionel Messi de lo audiovisual.

Sin embargo, los últimos años han demostrado que un buen guion, una escapada de lo común y una apuesta por una escalada hacia el Everest da sus frutos, tanto dentro como fuera del país.

2020, la explosión de las series españolas

En el listado que El Independiente elaboró de las mejores series del año, Patria, 30 monedas, Antidisturbios y Veneno se colaron entre las diez mejores. Las cuatro, españolas. Dos de ellas, creadas bajo la batuta de dos de los grandes cineastas de nuestro país, Rodrigo Sorogoyen y Álex de la Iglesia.

2020 ha sido el gran año de la ficción nacional: la consagración, la expansión y la calidad personificada en capítulos de 40 minutos de media. Patria removió la conciencia colectiva sobre ETA, Antidisturbios presentó la complejidad que enfunda el colectivo policial homónimo, 30 monedas inauguró un festival de locura con marca registrada de su cineasta y Veneno conmovió con la historia de Cristina Ortiz.

La última ha conseguido dar el salto a las Américas de la mano de HBO Max y ha recibido el visto bueno de grandes iconos del colectivo trans y LGTBI+. Que Hunter Schafer (Jules en la aclamada Euphoria) o Michelle Visage (jueza del exitoso programa RuPaul’s Drag Race) recomienden en sus redes que la gente vea Veneno es un triunfo para una serie delicada, seria y convertida en el mejor intento de comprender a la mujer transexual en nuestro país.

Asimismo, el medio americano Los Angeles Times habló de ella semanas antes de su llegada a las pantallas estadounidenses y la etiquetó como el "nuevo pelotazo televisivo mundial". Una victoria para la visibilización del colectivo, para las historias que necesitan representación y para los relatos que merecen ser contados entre las páginas de la ficción.

No será la única. Las 30 monedas de Álex de la Iglesia inundarán las pantallas americanas a partir del 4 de enero de la mano, también, de HBO Max. La plataforma se globaliza más que nunca y aunará sus contenidos bajo la misma marca, permitiendo así que series como la del director español consigan alcanzar un público internacional. Como ya ocurriera con Veneno, Variety, uno de los medios culturales más reputados en el otro lado del charco, habló de la serie del "rey del terror en España".

No subtítulos, no party

El boom de la versión original subtitulada ha dado alas a las series extranjeras fuera de su país de creación. Gran parte de la audiencia prefiere escuchar las voces originales y apoyarse en los subtítulos, elemento clave que permite entender la victoria de las series españolas en Francia, las francesas en España y las italianas en ambas. El subtítulo se ha convertido en una especie de religión en el planeta audiovisual: se rigen por leyes distintas, pero son esenciales en cualquier visionado... además, pecan de querer ser protagonistas, pues la mirada se suele posar sobre ellos en todo momento. En el caso de que se prefiera partir con el doblaje, la calidad está a la altura de las circunstancias.

Ambos han permitido que series que hace unos años no funcionaban por culpa de la gran barrera lingüística que suponía que estuvieran en un idioma que no fuese el inglés, ahora se puedan ver si tener la etiqueta de “extranjera” en la sinopsis. Si Mary en Chicago, una gran aficionada a Álex de la Iglesia, tuviera que ver 30 monedas a través de una página de la deep web, sin subtítulos y con una calidad cuestionable, quizá decida ponerse algo en Netflix; pero si algo han permitido las plataformas, es dar una segunda vida a las series, globalizarlas y llevarlas a las pantallas de gente como ella, que busca salir de la rutina de Shonda Rimes y encontrar narrativas diversas que le amplíen la mira.

La mejora también viene inducida por un mayor apoyo presupuestario y un interés creciente en la ficción. Antes, hacer una serie podía considerarse como algo exclusivo de las televisiones, de los guionistas afincados en la pequeña pantalla. Ahora, es una aventura que muchos compaginan y ya comparan con grandes largometrajes. Que se lo digan a Sorogoyen, que ensimismado por los temas de corrupción en nuestro país decidió lanzarse a la piscina de la estructura capitular. Que se lo digan también a Luca Guadagnino, el premiado director que sorprendió con la belleza de Call me by your name y que saltó a HBO con We are who we are para plasmar la delicadeza de su cine en las plataformas (a pesar de considerar a la televisión como esclava de la narración).

La ficción ya no es la hija pequeña de la gran pantalla, sino una versión y formato diverso que se considera como cinematográfico per se. Prueba de ello es la calidad, inversión e interés que se ya se le dedica. Las series españolas gozan de una salud envidiable y los productos audiovisuales de este 2020 en las diversas plataformas disponibles en nuestro país lo demuestran. ¿Qué deparará el 2021, hay otro galardón al acecho?