Estados Unidos, 1974. La crisis del petróleo ahonda en las regiones americanas, que entre colas kilométricas y horas de espera, aguardan su turno en la gasolinera local para poder llenar su vehículo de galones de combustible. Fue el 16 de octubre de 1973 cuando la OPEP (Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo) decidió restringir su negocio y aumentar su precio a los estados que habían apoyado a Israel en su lucha contra Egipto y Siria, en la también conocida como guerra de Yom Kipur. La lista la encabezaban Estados Unidos y sus aliados occidentales.
La dependencia del petróleo y los automóviles que requerían una incesante cantidad de gasolina creados por los apodados como The Big Three (Los Tres Grandes), Ford, Chrysler y General Motors, habían generado una supeditación absoluta hacia un carburante que escaseaba.
Se suele decir que una de las características que definen a un gran empresario es su capacidad para leer el momento y la oportunidad, encontrar ese nicho de mercado en el que la demanda es mayor que la oferta, y acudir a él como el Tiburón de Steven Spielberg a las sangrientas aguas de Amity Island.
Elizabeth Carmichael (1937-2004) no titubeó. América necesitaba un héroe, y no hay rol que más guste a los estadounidenses que el de salvador de la patria. Por medio de la 20th Century Motor Car Company, Liz daría con la clave de un coche de tres ruedas apodado The Dale que solo gastaba un litro de gasolina por cada 40 kilómetros recorridos. Eficiencia, modernidad y una figura que se engrandecía a pasos agigantados entre un mundo dominado por lo masculino.
HBO apuesta así por el género true crime para abordar, de la mano de los hermanos Jay y Mark Duplass (ganadores del Emmy) y los directores Nick Cammilleri y Zackary Drucke, The Lady and The Dale: el relato de Elizabeth Carmichael, la empresaria transgénero que desafió las leyes del mercado y de la sociedad para alcanzar el éxito.
En juicio constante: ¿The Lady oThe Dale?
Futurista, de bajo consumo y con tres ruedas. El modelo The Dale al que Liz Carmichael y sus ingenieros y mecánicos dieron vida en la 20th Century Motor Car Company prometía revolucionar el mercado. Sus alardes de eficiencia y seguridad habían llamado la atención de los medios. Su entusiasmo en la promoción del modelo había generado fervor y ansia social por adquirir el vehículo. Liz quería ser la nueva Henry Ford y esperaba que The Dale fuera más revolucionario que el Ford T (el modelo con el que se popularizó la producción en cadena, abaratando así su coste y facilitando su compra).
Los ataques al conglomerado automotriz de Detroit (Ford, GM, Chrysler), las dudosas prácticas comerciales de la empresa y el frenesí por su modelo de automóvil terminaron generando un halo de expectaciones que The Dale nunca cumpliría, y que situarían a Carmichael en el ojo del huracán público. El vehículo nunca salió al mercado y las dudas acerca de su sospechoso funcionamiento abrieron un pozo de misterio relacionado con el pasado de Liz.
Antes de comenzar su transición en 1966, Elizabeth Carmichael había vivido a la sombra de la ley: delitos, robos, mudanzas constantes, venta de armas a Cuba durante la revolución y un largo historial que la convirtieron en una de la delincuentes más buscadas del FBI. Huyendo de las autoridades durante toda su vida, los medios de comunicación consideraron su transición como una excusa para esconder su verdadera identidad.
Una vez desenterrado su pasado, y con un modelo de automóvil que no terminaba de arrancar y con el que había defraudado a potenciales compradores que habían depositado cientos de dólares para su futura compra, Liz Carmichael sufrió un juicio paralelo constante, no solo por fraude, también por el debate de género que la rodeó.
En los 70, el colectivo transgénero no contaba con las herramientas adecuadas para su transición o nomenclatura, tampoco con un marco institucional amplio que apoyara el cambio y lo protegiera legalmente. Era por medio de prácticas ilegítimas y lecturas clandestinas que las personas del colectivo conseguían seguir adelante. Así, que un delincuente se hiciera llamar Liz y se considerase como una mujer fue el blanco de la diana mediática y el salvoconducto para poner en duda las intenciones de la 20th Century Motor Car Company.
¿Visionaria o ladrona? ¿Hombre o mujer? Carmichael fue arrestada por fraude y por violaciones del código comercial antes de que The Dale pudiera salir a la calle, mientras que la prensa ponía en duda de forma reiterada el género con el que Liz se había identificado.
Así, en un juicio mediático que se convirtió en uno de los más longevos en la historia del tribunal penal de Los Ángeles (nada más y nada menos que nueve largos meses), el debate de la identidad transgénero acompañó a la disputa por el coche del futuro que nunca quebró el mercado.
The Lady and The Dale conforma así un completo relato de una mujer que fue atravesada por el crimen y por una identidad que no correspondía con su cuerpo, y que fue juzgada en mayor medida por ser una mujer transexual que por ser delincuente. Adelantada a su tiempo y avanzando con tesón entre el mundo patriarcal liderado por la figura varonil, Carmichael crea una retrato imperfecto de la mujer transexual: adorada por ser pionera en la lucha por su identidad, incluso cuando la sociedad seguía empeñada en considerarla como hombre, pero repudiada por haber basado su vida en el fraude.
Un exhaustivo ejercicio de recopilación
La pasión de la audiencia por las series de true crime no es una noción aislada. El espectador queda ensimismado por los relatos que, en su momento revolucionaron la sociedad y las páginas de los periódicos, pero que ahora nadie recuerda. El exceso de foco mediático terminó por empachar a los seguidores y detractores de dichas narrativas, y ahora son las plataformas las que devuelven las historias a la parrilla de contenidos.
Así, The Lady and The Dale crea un universo de collages y técnicas imaginativas para dar vida al relato de Liz Carmichael, que se entremezcla con entrevistas a amigos, familiares y periodistas que siguieron el mediático caso.
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