Hay una expresión anglosajona (disculpas a los pura raza de la lingüística) que hace referencia a un tema tabú o controvertido del que se evita hablar en todo momento, there’s an elephant in the room. Traducido sería alegar la existencia de un elefante en una habitación, mientras los allí presentes hacen caso omiso a su presencia.
El gran elefante en la vida de Woody Allen fueron las acusaciones de abuso sexual hacia su hija Dylan Farrow, adoptada por la que era su pareja en aquel momento, la actriz Mia Farrow. La pequeña había admitido que Allen había tocado sus “partes privadas” en el ático de la casa familiar de Mia en Connecticut (Estados Unidos), unas declaraciones que generaron un terremoto en el seno familiar de ambos y cuyo relato adapta ahora HBO por medio de Allen v. Farrow: un documental de cuatro partes que recoge testimonios de los protagonistas y ciertas figuras que rodearon a la polémica, y ahonda en la herida de un caso mediático sin precedentes.
Quien pretenda encontrar un relato objetivo en Allen v. Farrow se topará en cambio con la versión de la familia Farrow y sus allegados. Escuchará su historia, sus quejas, sus vídeos, sus declaraciones, sus sospechas y conocerá de primera mano las pruebas empleadas para acusar a Woody Allen de abuso. Porque recordemos que siempre hay dos caras de la moneda. Intentar, así, encontrar un aliado en una historia que dinamitó la reputación (momentánea) del cineasta neoyorquino y las capacidades maternales y de crianza de Farrow, es una batalla perdida.
En su A propósito de nada (2020), Woody Allen profundiza de manera autobiográfica en su carrera, memorias, vivencias y dedica en torno a 100 páginas de su obra en relatar su relación con Farrow, su enamoramiento con otra de las hijas adoptivas de dicha, Soon-Yi Previn (con quien Woody posteriormente se casaría y tendría dos hijos), y en dibujar a Mia como una mentirosa y manipuladora, negando rotundamente (como ya hiciera durante todo el periplo judicial que arrancó en 1992) haber tocado, molestado o abusado de su hija Dylan cuando ésta era pequeña.
En Allen v. Farrow, son ellas las que retoman la historia. Una atormentada Dylan explica, durante cuatro episodios, las secuelas que el supuesto abuso de su padre adoptivo le ha generado. Se retrata a Allen como a un hombre obsesionado con las jovencitas, poniendo en relieve los guiones de sus largometrajes en los que presenta relaciones con distancias de edad abismales entre él y ella (como en el caso de la aclamada Manhattan).
No es que la serie de HBO falle en algo, (quitando el intento triunfal del final, que peca de cursi, en el que hay un alegato de plastilina al movimiento Me Too) sino que intentar posicionarse en una historia que seguramente solo conocen a fondo sus protagonistas es una bala perdida. Leer a Woody Allen, investigar sus medidas declaraciones o preguntarse por qué perdió la custodia de sus hijos no proporciona ninguna verdad o mentira superior acerca del caso.
Criticar a Farrow por haber descuidado la educación y cuidados de sus hijos no significa que sea una persona poco estable que carece de credibilidad. O al contrario, quizá ella sea la artífice de esta parafernalia para dañar la reputación del poderoso e influyente Allen, pero son acusaciones que no se despejan o aclaran ni leyendo A propósito de nada o viendo Allen v. Farrow. Porque al final, si se trata de decidir la posición a favor o en contra de uno u otro, lo mejor es tomarse unas palomitas e intentar comprenderlo desde la barrera.
Unos alegan que la causa judicial abierta contra Allen por los supuestos abusos no fue a más por la inconsistencia del relato de la joven Dylan Farrow (a quien llamaron mentirosa y manipulada por su madre, dibujada como una mujer celosa tras ver que su pareja se había enamorado de su hija Soon-Yi). Otros consideran que haber continuado con la acusación hacia Woody hubiese provocado demasiado daño en la pequeña, a quien no consideraron apta para llevar sobre sus hombros el peso de un juicio mediático de tal calibre por tener únicamente siete años.
La única conclusión que uno puede sacar de esta historia es que la simpleza o lo común no son palabras que se adaptan a la vida, peripecias o personalidades de sus protagonistas. El que sea fan o crea en Woody seguramente vea lagunas en la historia que Allen v. Farrow arma durante los cuatro episodios. El que haya comenzado a cuestionar al cineasta y crea a Dylan Farrow, encontrará aquí un retrato más profundo de la hija de Allen y sus vivencias.
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