Tiroteos, huidas, sexo, alcohol y drogas. Sky Rojo lo exprimía todo para contentar el hambre de entretenimiento de un público ensimismado con el cine de acción y las alabanzas extremas a las obras de Quentin Tarantino. La expectación exacerbada terminó pinchando la burbuja de una de las series más esperadas del año en España, convirtiéndose en un halo de controversia y polémica por la crudeza y violencia a la que las mujeres de la serie se veían sometidas.
Entre opiniones que sugerían que la serie creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato enaltecía la violencia sistemática hacia la mujer por presentar un universo de prostitución y extorsión en el que el falo masculino sobresalía por encima de cualquier ética social; y otras que le dieron la lectura inversa, creyendo que las imágenes de las que Sky Rojo se nutría evitarían que las nuevas generaciones acudieran a los prostíbulos, haciendo una crítica y revisionismo a su propio imaginario, la ficción de Netflix dividió a la pequeña pantalla.
Cuatro meses después del estreno de su primera temporada, el sofá de escay rojo regresa a la plataforma con una doble ración de cuero y acción. Coral (Verónica Sánchez), Wendy (Lali Expósito) y Gina (Yany Prado) buscan venganza, mantienen la sed de revancha que las llevó a escapar del club Las Novias. Romeo, el chulazo del prostíbulo que interpreta Asier Etxeandía, sigue pagando una amplia recompensa para intentar acabar con ellas.
Las imágenes sexuales que habían conformado gran parte de la temática de la primera toma de contacto dejan un hueco a la acción plena: persecuciones en coche, enfrentamientos y, en definitiva, un juego de gato y ratón en el que la victoria es la principal arma.
Color esperanza
Cambiar de vida no es fácil. Wendy, Coral y Gina lo saben. Dejar atrás una etapa de violencia y sexo no consentido es una tirita que nunca podrá curar la herida de bala que el trabajo en el prostíbulo les ha generado. Aunque durante tramos de la segunda temporada tienen la libertad a centímetros, el interés por cerrar capítulos del pasado es la fuerza motora que las lleva a pedir cuentas con sus proxenetas.
En un constante tira y afloja, las protagonistas van anotándose puntos y sus "dueños" trackeando cada movimiento, cada paso y descifrando sus planes. La adrenalina recorre cada plano, cada diálogo y refuerza la idea clave de Sky Rojo: más siempre es más, independientemente de si tiene o no sentido.
La ética sale a escena y el remordimiento le hace compañía entre bambalinas. En la primera parte, ningún personaje pedía explicaciones a su conciencia para justificar sus acciones. Las motivaciones personales y el egoísmo corrompían cada escena, algunas de ellas con una violencia injustificada que servía como componente para añadir más personalidad a la ficción.
En la segunda parte, el subconsciente hace que los protagonistas tiren de piedad, perdón y heroísmo. La idea de escapar del burdel y comenzar una nueva vida termina por corroer, más si cabe, la nefasta experiencia de la huida y el socorro. Incluso los más malvados terminan caminando por la vía de la redención.
Popurrí de acción
Los amantes de la acción verán en Sky Rojo 2 todos los ingredientes de su receta idónea: coches que driftean como en Fast & Furious, persecuciones con planes A,B y C que generan múltiples y constantes giros de guion y el componente clave del relato. ¿Conseguirán escapar Coral, Wendy y Gina de las garras de sus opresores?
Las drogas y las escenas sexuales siguen siendo elemento fundamental de la historia. El lenguaje continúa siendo burdo y vulgar, plenamente heterosexual y cargado de un componente violento. "Aquí manda mi polla", como concepto generalizado. Eso sí, en menor medida que lo visualizado en su primera entrega. Lo nuevo de Sky Rojo sigue teniendo pólvora y munición suficiente para aguantar, por lo menos, un nuevo asalto.
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