El primer capítulo de Infiel en España se emitió el 5 de septiembre del año pasado, un domingo por la noche para ser exactos. La serie venía de arrasar en Turquía —donde había cosechado tantos espectadores como polémicas—, pero aquí Antena 3 no las tenía todas consigo. El culebrón Mi hija, que también se podía ver en Antena 3, estaba siendo tal éxito de audiencia que algunos pensaron que la nueva serie se quedaría corta o, como mínimo, no llegaría a convertirse en un fenómeno semejante. De hecho, cuando Antena 3 presentó su programación de otoño, no incluyó a Infiel entre sus grandes bazas.
Pero se equivocaron, vaya si se equivocaron.
Tan sólo la noche del estreno, Infiel se convirtió en la segunda ficción turca con más audiencia de entre todas las estrenadas en España, con 2.357.000 espectadores. Y el tirón ha seguido intacto. En el primer domingo del año 2022, fue líder de audiencia por la noche. Y este último domingo, el segundo del año, Infiel ha logrado superar de nuevo los dos millones de espectadores. Dicho de otro modo: fue líder de audiencia, por encima de la película que emitía Telecinco (Cenicienta, con Cate Blanchett) y La 1 (Men In Black: International).
Y eso que la historia es de sobra conocidas. Infiel (Sadakatsiz en el original turco) es una adaptación de una serie de la BBC, Doctora Foster, protagonizada por Suranne Jones y estrenada en 2015 en Inglaterra (aquí la emitió Antena 3 en 2018 y también se pudo ver en Netflix). En ella, la doctora Gemma Foster (Suranne Jones) es una exitosa médico de familia a la cual, aparentemente, la vida le sonríe. Está casada con Simon (Bertie Carvel), el cual está trabajando en el gran proyecto de su vida, y ambos forman un matrimonio muy estable y unido a simple vista. Pero las apariencias engañan y todo empieza a derrumbarse cuando Gemma descubre un pelo rubio en la bufanda de Simon. ¿Su marido tiene una amante? A partir de ahí, Gemma Foster cae en un precipicio de obsesiones, descomposición y desgarro interior. Lo único que la mueve es la sed de venganza, unas ganas de destrozar a su enemigo que la llevará a bordear la locura. La serie sigue con un torbellino de desgracias y giros dramáticos. Hay embarazos no deseados y aborto y corrupción y suicidios y quiebras de negocios y hasta un asesinato no resuelto.
Tan sólo la noche del estreno, Infiel se convirtió en la ficción turca con más audiencia de entre todas las estrenadas en España, con 2.357.000 espectadores. Y el tirón ha seguido intacto
La serie británica era, desde luego, tan absorbente como brillante, un verdadero drama repleto de intrigas, celos y rabia, con giros en la trama tan inesperados como inteligentes. El guion, escrito por Mark Bartlett, consiguió darle el toque preciso de dramatismo sin caer en lo melodramático e hizo brillar a unos personajes cuyos sentimientos pasaban de la pasión al odio en cuestión de segundos. Lo más interesante era la exploración de esos sentimientos: Bartlett nos hacía sumergirnos en lo más profundo y oscuro y recóndito del alma -ese espacio primario, animal e instintivo donde habitan los celos, la amargura, la envidia, las pasiones ocultas, la lujuria y los miedos-. También los instintos asesinos.
En cualquier otras manos, desde luego, el guion hubiese sido excesivo, incluso histriónico, pero él supo conducirlo con pulso firme. Suranne Jones, además, dio un recital interpretativo: se movió entre la más perfecta racionalidad y lo más lunático y obsesivo con facilidad. En un momento era la perfecta médica, una mujer triunfadora que había construido una carrera repleta de éxitos; en la escena siguiente, es una mujer perdida, desorientada, que registra obsesivamente el móvil de su marido y lo sigue a todas partes para espiarlo. En algunas ocasiones es una persona íntegra y ética; luego no duda en chantajear y saltarse el código ético a la torera si le conviene. No es de extrañar que a Suranne Jones le dieran un BAFTA por su interpretación, el equivalente inglés a nuestros Goyas.
En la versión turca, la actriz Cansu Dere es Aysa Arslan, la Gemma Foster turca. Ambas comparten señas de identidad, pero en el caso de Aysa su pasado es más complejo. La protagonista nació y creció en Esmirna, pero se quedó huérfana tras sufrir sus padres un accidente de tráfico. Con mucho esfuerzo logró llegar a la facultad de medicina y cumplió su gran sueño: convertirse en médica. Era tan buena que incluso podría haber tenido una meteórica carrera en el extranjero, pero al principio de ejercer conoció a Volkan Arslan, un arquitecto del cual se enamoró de inmediato, se quedó embarazada y con el que se instaló en Tekirdag, la ciudad natal de él.
Con los años, todo hacía indicar que la vida sonreía a Aysa y que su matrimonio era fuerte y estable. Volkan era un buen marido y un gran padre. De cara a la galería él era el perfecto triunfador: trabajador brillante, seguro de sí mismo, admirado por todos. Además, todos los que rodean al matrimonio parecían magníficos: Aysa, al carecer de familia propia, había adoptado a las familiares de su marido como propios. En el fondo, son las únicas personas que realmente tiene y a las que ama. Pero semejante amor no impide que Volkan le sea infiel y que todos a su alrededor se confabulasen para no decir nada. Un buen día, Aysa se topa con la dura realidad: su marido lleva una doble vida con Derin, una rica mujer, hija de un exalcalde convertido en poderoso empresario. Al principio, ella no quiere creérselo, pero obsesivamente busca pistas que confirmen sus sospechas y finalmente da con indicios irrefutables.
Aysa se enfrenta a Volkan y le da un ultimátum. Él se lo piensa, pero justo entonces descubre que Derin está embarazada. No sólo eso: Derin está locamente enamorado de él y está dispuesta a todo para que Volkan se divorcie de su esposa. ¿Con quién de las dos se quedará él?
Al igual que con la Doctora Foster, lo mejor de Infiel —y seguramente la gran clave de su éxito— reside en los matices. Nadie es bueno buenísimo ni malo malísimo. Los personajes que al principio parecen víctimas resulta que no lo son tanto y los malvados de cuento acaban teniendo un lado noble y enternecedor. La propia Asya puede resultar entrañable pero también fría y egoísta. Es tan profesional como obsesiva, tan fuerte como visceral, tan astuta como frágil y su meticulosidad a veces resulta enfermiza. También es capaz de chantajear y sobornar cuando quiere y no duda en usar a una paciente, la joven Nil Tetik, para que espíe a Volkan. Derin, por el contrario, aparece como una pija de manual, consentida y caprichosa, pero también tiene un lado cálido y franco, es muy tierna y divertida. Volkan es el perfecto prototipo de hombre postmoderno: ha sido educado para triunfar, para ser un ganador, millonario y con una familia inmaculada, pero está vacío por dentro, preso de un montón de inseguridades que lo hacen débil y quebradizo.
Nadie es bueno buenísimo ni malo malísimo. Los personajes que al principio parecen víctimas resulta que no lo son tanto y los malvados de cuento acaban teniendo un lado noble y enternecedor
El elenco de personajes secundarios está mucho más desarrollado en la serie turca que en la británica y permiten que la serie tenga muchas subtramas interesantes. Está Turgay Güngör, por ejemplo, un médico psiquiatra con el que Asya desarrolla una bonita e intensa amistad y que tiene un pasado complejo. Están las amigas de la infancia de Volkan, cada una con sus problemas y también enfrentándose a celos e infidelidades.
En conjunto, la serie ofrece todos los elementos para mantenerse enganchado al televisor. De nuevo tenemos celos y angustias, sed de venganza, pulsiones bajas y sentimientos descontrolados. Pero en esta ocasión, lo que más destaca en Infiel es la soledad y fragilidad de los personajes, una situación en la que muchas personas se pueden ver reflejadas. No sólo es un retrato de la crisis y descomposición de un matrimonio, que también, sino de la vacuidad de la vida de personas supuestamente perfectas. En un mundo donde todos tenemos que obligarnos a ser felices de cara a la galería -o, al menos a aparentarlo en redes sociales-, la serie explora que bajo las fachadas más inmaculadas se esconden las historias más retorcidas.
Infiel es magistral a la hora de expresar el agobio existencial que arrastran muchas personas, sobre todo mujeres, que han sido presionadas para triunfar en todos los ámbitos de la vida -ser buenas profesionales, excelentes madres y grandes esposas-, pero que ven que no pueden llegar a todo, que el éxito en algunos ámbitos exige sacrificios inmensos en otros. También tiene el acierto de no caer en estereotipos. Hubiese sido muy fácil presentar a una mujer humillada que triunfa ante la adversidad y se regodea frente al fracaso de su marido, pero lo que hay es una mujer que sufre lo indecible, cuya situación personal acaba afectando a su vida profesional, que pierde el norte y parece no recuperarlo. También hay una exploración de lo efímero del deseo, de la banalidad del flirteo, de lo fácil que es caer en la tentación.
En conjunto, Infiel es mucho más que “otra serie turca”, como por aquí se dice a veces con excesivo desdén. Es un buen entretenimiento, desde luego, pero tiene mucho más trasfondo del que aparenta a primera vista. De ahí, seguramente, la clave de su éxito.
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