Este jueves termina por todo lo alto la segunda temporada de And Just Like That, la secuela de Sexo en Nueva York. Y a pesar de que todos los seguidores de la mítica serie de HBO estaban deseando que se hiciera este proyecto, es evidente que hay algo que no termina de funcionar. Quizás con ese final de "la última cena", Carrie (Sarah Jessica Parker) quería recordarnos que para disfrutar de la serie tenemos que dejar de lado las expectativas.
Con un 5,7 en la plataforma especializada IMdB, hay cierto consenso a la hora de considerar que la nueva serie no le llega ni a la suela de los zapatos de la original, que tiene una puntuación de 7,3 y sigue siendo una de las más populares de todos los tiempos. Sin embargo, nadie puede parar de ver And Just Like That: de hecho, ya se ha confirmado una tercera temporada.
Las reinas de lo políticamente correcto
Entre los motivos que la gente identifica, el primero de todos es que estas mujeres que se hicieron famosas por su irreverencia ahora son el epítome de lo políticamente correcto. El reflejo de la sociedad estadounidense pero situado en una franja poblacional que no acostumbra a ser así.
También se menciona una y otra vez que no hay Sexo en Nueva York sin Samantha Jones (Kim Cattrall). Literal y metafóricamente. La aparición del personaje en el último capítulo parece insuficiente. Es evidente que es un regalo a los fans, pero casi parece envenenado al conocer los motivos por los que la actriz no quiere ni oír sobre volver a la ficción.
También es verdad que la serie cambió de nombre, así que quizás todos tendríamos que esperar otro concepto y no tanto sexo en la gran ciudad. Lo que nadie podía esperarse es que la muerte de Big en el primer episodio fuera a marcar tanto la ficción. Sin embargo, la segunda temporada vuelve a subir el tono a lo que estábamos acostumbrados y devuelve algo de color a And Just Like That. Volvemos a ver a una Carrie llena de vida, con su ácido sentido del humor y sus ganas de enamorarse.
La amiga comodín
Una de las críticas más habituales a And Just Like That es que la novedad resulta forzada. Además de no tener a Samantha, han querido corregir la falta de diversidad de Sexo en Nueva York añadiendo a cuatro personajes racializados: Nya (Karen Pittman), la profesora universitaria; Seema (Sarita Choudhury), la agente inmobiliaria con una vida sexual activa; Lisa (Nicole Ari Parker), la excéntrica y riquísima cineasta; y Che (Sara Ramirez), humorista no binarie.
En sus brunch y comidas, uno de los momentos clave para las conversaciones divertidas de la serie original, casi parece que tienen que tener a una de ellas pero no a dos a la vez. Cumplen el estereotipo de la amiga comodín, la cuota que excusa que el resto de personajes sean blancos y no haya diversidad. Se trata de un término muy utilizado en Estados Unidos, ya que es una figura muy habitual en todo tipo de series y películas al otro lado del Atlántico.
Por suerte, en la segunda parte de la última temporada ha habido más conversaciones sinceras entre amigas. Más encuentros íntimos entre ellas en los que bromeaban con inteligencia y expresaban sus preocupaciones con autenticidad. Y algo más de variedad a la hora de juntar a los grupos.
La toxicidad de Che
Precisamente su personaje más avant garde, Che, ha sido muy criticado por ser extremadamente tóxico. Es moderno para la ficción contar con un personaje así cuando los roles de género están tan enraizados con la base de la serie. En cambio, refleja una realidad, que es la naturalización de aquellas personas que no desean identificarse como mujeres ni como hombres.
Sin embargo, Che ha sido, a ojos de muchos, el villano de la serie hasta ahora. Su relación con Miranda (Cynthia Nixon) ya dio palos de ciego en la primera temporada, y mal acaba lo que mal empieza.
Che utiliza a Miranda como un pasatiempo, la extrae de su rutina y de sus círculos; la distancia de su hijo y de sus amigas; se mudan juntas al otro lado del país... y encima cuando la abogada se atreve a decir cualquier cosa, solo recibe desdén y comentarios negativos. Pero es que cuando lo dejan la cosa va a más: Che utiliza su experiencia con su ex para hacer un monólogo metiéndose con Miranda.
Por suerte, en el final de la temporada ambas dejan claro que su relación no fue buena. Sin embargo, la transformación de Miranda, que parece el gran arco argumental de la serie en vez de la vida amorosa de Carrie, ha tenido que pasar por aquí. Hay muchas críticas al personaje de la abogada, considerado es poco comprensible que la persona obsesionada con su trabajo de la serie original lo deje todo así como así.
Pero And just like that ha sabido reflejar una crisis de identidad en todo su significado. Después de 30 años en derecho corporativo, Miranda decide que quiere dedicarse a a ayudar a los más desfavorecidos y ofrecer toda su energía a causas más nobles. Al final de la segunda temporada vemos que Che era una fase (que no la homosexualidad) y que la mujer que vivía su trabajo como una auténtica pasión sigue estando ahí. Ese es su amor verdadero.
Desconexión con la realidad
Algunas personas critican que mientras Sexo en Nueva York era una serie sobre cinco mujeres con las que podías identificarte, eso ahora es prácticamente imposible. Las protagonistas, entre otros rasgos, son extremadamente ricas, lo que significa para algunos que estén desconectadas de la realidad.
La historia de Carrie empieza en la serie original mostrando a una escritora que vive en un pequeño apartamento en el West Village. Una zona que ya en los años 90 y 2000 estaba llena de gente sofisticada y pudiente, pero que obviamente ahora resulta inalcanzable para cualquier periodista freelance. Ahora, la ficción se ha convertido en algo así como la versión adulta de Gossip Girl, con mujeres que van a la Met Gala y conocen a todo tipo de personalidades.
Comprar prendas de marca ya no es un lujo puntual para ellas, es algo habitual. Eso sí, seguimos viendo a Carrie emocionarse por unos zapatos más baratos de lo normal.
La moda irrepetible
Algo con lo que siempre se asocia a esta franquicia es con la moda. Pero quizás algunos habían olvidado que los estilismos de Carrie siempre habían sido totalmente imposibles de poner. La protagonista sigue mezclando estampados, texturas y volúmenes, bolsos que parecen una broma... no hay nada con lo que no se atreva.
Cada una de las mujeres de la serie original reflejaba un estereotipo de lo que en los años 90 y 2000 pensábamos que podían ser las mujeres: originales, pijas, masculinas o, directamente, algo sueltas de cascos. Ahora vemos otros perfiles diferentes, y las chicas con las que empezamos también han evolucionado. Ya no hace falta etiquetarse en un solo estilo, aunque uno siga queriendo reflejar su personalidad a través de la moda.
Por ejemplo, a Miranda la hemos visto vivir una explosión de color que pretende expresar su liberación del derecho corporativo. Nya pasa de ser seria y sobria a lucir estilismos más sensuales. Lisa expresa la extravagancia y sofisticación de su personalidad en la ropa. La moda sigue teniendo su significado gracias al trabajo de Molly Rogers y Danny Santiago, los diseñadores de vestuario.
El choque entre lo moderno y lo de siempre
Si bien se ha criticado lo políticamente correcta que es la serie, en los últimos episodios sus creadores ha querido tocar otros temas menos fáciles. Como por ejemplo, los roles de la antigua homosexualidad y los de la nueva visión LGTB se expresan a través de Che, Rock (Alexa Swinton) y de Anthony. Tres generaciones que muestran varios perfiles dentro del colectivo, cada uno a su manera.
La conversación de Anthony con su chico italiano ha dado mucho que hablar. El mayor de los dos admite que la posición que tiene en el sexo está directamente relacionada con el patriarcado. Él es un hombre y por eso no está dispuesto a invertir los roles durante sus relaciones sexuales. Giuseppe (Sebastiano Pigazzi) le insiste porque, como las nuevas generaciones, es mucho más versátil.
Aunque en contadas ocasiones, And Just Like That ha sabido en su segunda temporada recuperar la esencia de la serie original para, sin sermonear, darnos a entender que el mundo está cambiando. Quizás dentro de unos años también veamos esta ficción y pensemos que era terriblemente irreverente. ¡Quién sabe!
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