Tras hablar en infinitas ocasiones de la importancia de la lectura para ella, Alba Carrillo se ha lanzado a publicar el primer libro escrito por ella. Se trata de Lista para la vida (Montena). A través de sus páginas se reconoce a la modelo y comunicadora que ha protagonizado tantas polémicas en televisión, pero también se llega a una Carrillo más vulnerable de lo que suele dejar ver y que, a la vez, se considera imbatible.
La parte predecible del libro es cuando habla de su trayectoria televisiva y, de paso, suelta alguna pulla a Mediaset en general y, en particular, a un Jorge Javier Vázquez al que no llega a nombrar en ningún momento. Cuenta cómo en la televisión empezó a sentirse como pez en el agua, cómo no confía totalmente en las votaciones de realities como Gran Hermano Vip o que todo el mundo debería tener la oportunidad de participar en Supervivientes.
Por aprender a valorarlo todo, por sacar una fuerza de nosotros desconocida o por salirse de la zona de confort, la madrileña cuenta que ni siquiera le resultaba molesto el hecho de que, al final del reality, reconociera el olor de las heces de cada uno de sus compañeros. La parte de la televisión no se salta otros momentos más agridulces, como cuando coincidió con Sandra Barneda y Rocío Carrasco en Hable con ellas.
Carrillo, una de las más férreas defensoras de Carrasco y también pionera en plantarle cara a Antonio David Flores cuando nadie lo hacía; relata el apoyo que tuvo por parte de sus compañeras en uno de sus momentos más bajos… pero también cómo desde el grupo de comunicación de Fuencarral se aprovechaban de que estaba medicada por sus problemas anímicos para hacer show.
Recuerda, también en alusión al caso de Rocío Carrasco, que siempre deseó que hiciera lo que hizo en Rocío, contar la verdad para seguir viva, pero sin olvidar que cada víctima tiene su momento. Describe también sus momentos más amargos en la cadena, como los problemas que tuvieron tanto ella como su madre en la recta final de Secret Story con Jorge Javier Vázquez, unos desagradables conflictos que llegaron hasta los tribunales.
Hasta ahí, todo se esperaba. Pero Alba Carrillo se perfila también como alguien que ya de pequeña tenía mucha curiosidad, como todo niño, pero también unos padres dispuestos a satisfacer todas sus preguntas, algo no tan común en los ochenta.
Recuerda cómo, tras escuchar la palabra "paja" en el colegio, consiguió que sus padres le hicieran un dibujo para que entendiera qué era eso, cómo vivió su despertar sexual con un ejemplar de Como agua para chocolate que le cogió a su tía y cómo educa a su hijo con Feliciano López, Lucas, con esa misma franqueza.
En unas páginas en las que se recrea hablando también de sexo, de lo crucial que es para ella, de que no podría vivir sin sentirse deseada y que considera que tiene un don para excitar a los demás, pero destacando que sus relaciones más satisfactorias nunca han sido en pareja; aprovecha para recomendar y casi implorar a las madres que no olviden su vida sexual y e insiste en cómo el mejor sexo de su vida lo ha tenido estando embarazada.
Esta Alba Carrillo, sabedora de que no saber tener un perfil bajo ha sido lo mejor y lo peor que le ha pasado en televisión, se estrena en la literatura con un libro no apto para elitistas sencillo, fácil de leer y liviano, con una opción a considerar cuando uno necesita algo para reengancharse a la lectura por falta de tiempo, concentración o motivación.
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