Qué mejor que la primera edición del International South Festival de Cádiz para reivindicar la valía de las series. O, al menos, eso pensó Javier Olivares, quien en una masterclass llamada ¿Por qué hacemos series? repasó hizo la historia de este tipo de productos audiovisuales para concluir que, si creadores como él las hacen, se debe a que otros lo hicieron antes.
Eso sí, advirtió que no había que "ponerse romántico", pues al final quienes se dedican a crear series lo hacen también por haber vivido viéndolas por la televisión desde pequeños. Y para él, quienes hacen las series son los guionistas, tal y como aseveró citando la polémica relacionada con el festival Iberseries Madrid, que promovió una charla en la que a priori se hablaría de cómo la Inteligencia Artificial "abarata los costes de las producciones", aunque tras las críticas recibidas, rectificó ese contenido.
"Las posibilidades son infinitas, tanto como el talento de los que las hagan, porque quienes hacemos series somos los guionistas. He leído textos escritos por Inteligencia Artificial que parecen R2D2. No se habla de quiénes crean las series, sino del mercado. David Simmons es la H de HBO Max y le echaron con la huelga de guionistas, lo cito como paisaje real", apuntó.
"Los guionistas son quienes hacen las series"
Entonces, reivindicó que la de las series es una historia que se puede estudiar igual que la del cine y dijo que el desdén con el que muchos miran las ficciones viene del desprecio con el que se suele ver al último en llegar. "Pasa lo mismo con el arte, que si lo entiende todo el mundo deja de pertenecer a la élite. Hablar de cultura de las series es hablar de cultura pop", añadió, equiparando el desprecio a las series con el que sufrió el pop art en sus inicios.
"Influye también que a las series se acceda desde casa y masivamente, algo que se asocia con superficialidad, banalidad, consumo y creación de bajo nivel que no precisa de expertos", reflexionó. Lejos de esa concepción, el nombre detrás de series como Los Serrano, El ministerio del tiempo o Los hombres de Paco, se refiere a las series como un acontecimiento social, pero también como "una ventana a la imaginación".
Como ejemplo de primeros atisbos de lo que son las series actuales recordó cómo el mundo anglosajón lo monopolizó todo con las series de ciencia ficción, destacando Quartermass, del director de cine británico Val Guest, al que "no se le cayeron los anillos" por rodar una serie en 1950 ni por llevarla al cine a través de varias películas después.
Nacimiento de las 'sitcom'
La fantasía era la protagonista de una época que buscaba hacer que los espectadores salieran de la rutina, una idea presente también en el primer Lost, Doctor Who, El prisionero, Avengers, Batman, El túnel del tiempo, Viaje al fondo del mar o Los invasores.
Fue después cuando, con la proliferación de propuestas, surgieron los géneros originarios en la televisión (es decir, que ya no tenían antecedentes en el cine) como el de las sitcom con Monty Python, The Mary Tyler Moore Show y Fawlty Towers.
Después, tuvo lugar un salto cualitativo en el ámbito de la producción, algo que se vio en resultados más ambiciosos y con mayores recursos económicos, multiplicándose los escenarios interiores naturales y también las tomas grabadas en el exterior. Esta evolución pasa a los propios contenidos cuando las series empiezan a culturizarse.
Es así como Olivares llamó al proceso por el que surgieron, por ejemplo, la versión española de Doce hombres sin piedad, serie escrita por Reginald Rose específicamente para la estadounidense CBS bajo el título Two Angry Men.
Se extendió entonces una concepción más cultural de la televisión, algo encabezado por la BBC. Como ejemplo de este cambio destaca Upstairs, una serie de televisión de origen británico que relataba los acontecimientos que suceden en el domicilio de la familia Bellamy, abarcando las tres primeras décadas del siglo XX y mostrando cómo vivían, por un lado, los ricos miembros de la familia y, por el otro, los sirvientes… sin olvidar momentos históricos como el hundimiento del Titanic, la Primera Guerra Mundial o el crack del 29, algo que recuerda a Cuéntame cómo pasó, que precisamente ahora encara su recta final tras 23 temporadas.
Ese aumento de patrocinios y recursos que elevó la ficción se pudo ver en el drama The Onedin Line, creado por Cyril Abraham para BBC; pero también en adaptaciones literarias como Fortunata y Jacinta y Los Gozos y las sombras, basadas en novelas de Benito Pérez Galdós y Gonzalo Torrente Ballester, respectivamente.
Ambas hicieron un análisis crítico de la sociedad y de la política de la época, al igual que la irónica Yes Minister, definida por el guionista como "la primera House of Cards". Además de recordar que el primer Emmy español no se lo llevó La casa de papel sino La cabina de Antonio Mercero, Alberto Olivares habló del nacimiento de las series de autor.
Claves para identificar a un 'showrunner'
En esto último, citó como pionero a Dennis Potter, "al que se le permitió hacer locuras" en The Twilight Zone. Pero merecen mención especial quienes hicieron series "difíciles de ver", algo que ahora podría llamarse a 30 Monedas pero que en su momento hicieron Chicho Ibáñez Serrador o Jaime Armiñán, "los primeros showrunners".
Eso sí, Alberto Rodríguez comentó que, para él, definirse como showrunner en unos créditos era "una paletada" y, para saber identificar a un verdadero showrunner (un trabajo que, a su parecer, no sale rentable en España), recomendó fijarse en quienes aparecen tanto en el apartado de "productores ejecutivos" como "guionistas" en los créditos de las series.
Aparecen los protagonistas 'malos' y la cultura televisiva
Ya del siglo XXI, el ponente destacó Breaking Bad, Line of Duty, The OC, Los Soprano, Happy Valley o Six Feet Under como fijadores de la tendencia del momento. Surgieron en este momento las series que no buscaban tanto seducir a la audiencia sino hacer branding, algo que hace que cambie el código narrativo: el concepto de "cultura televisiva" cobra peso, hay referencias y apropiaciones entre las propias series.
Ejemplo de esto es Veneno, que hace alusión al pop televisivo, como las apariciones de Cristina Ortiz en diversos programas, sin complejos ni vergüenzas. El siguiente paso es la desaparición de la bondad como algo necesario, es decir, la proliferación de protagonistas antagonistas: esto se ve en Dexter, Succession, Il Miracolo o Homeland.
También cambia la estructura de las series, que pasa a ser variable —un capítulo puede reflejar solo un día de una historia, mientras que en otro pueden pasar 10 años—. Surge también la fragmentación del desarrollo de las tramas, visible esto último en The Good Wife.
Viajes en el tiempo sí, pero justificados
Por otro lado aumenta el cambio de puntos de vista con flashbacks o con la reformulación de elementos clásicos, como ocurrió en CSI: Las Vegas, donde empezaron los flashbacks "de mentira", de los que había que "desconfiar".
La revisión de géneros clásicos también forma parte de los cambios acontecidos en las últimas décadas, prueba de ello son Fleabag o Louie, donde la clasificación tradicional se diluye; así como la conexión con la crítica social.
Uno de los últimos saltos cualitativos en las series ha llegado con la revalorización de los personajes femeninos, que han pasado a ser mucho más diversos y que, sobre todo, se distinguen de sus antecesoras por la complejidad y los matices que encierran.
Ocurre lo mismo con los viajes en el tiempo, que ya no se hacen únicamente por tener una ambientación en otra época, sino para generar cambios, como ocurre con Years and Years, It's a Sin o para cerrar heridas, como se ve en Patria.
¿Y ahora qué? Además del cambio de paradigma relacionado directamente con el surgimiento y la estandarización de plataformas como Netflix o Prime Video, las últimas tendencias en series se caracterizan por la revalorización de las diarias, gracias a los departamentos de dirección de arte, que las sitúan a años luz de parecer las hermanas pequeñas de las del prime time.
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