Ha llovido mucho desde aquello, salió en apenas cuatro episodios, pero a Cosimo Fusco (Matera, Italia, 1962) se le sigue presentando habitualmente como el novio italiano de Rachel en Friends. Paolo fue el amante latino y circunstancial del personaje de Jennifer Aniston al final de la primera temporada de la comedia más revisitada de la historia de la televisión, de triste actualidad estos días por la muerte de Matthew Perry.
Hoy, aquel simpático y apolíneo joven de melena rizada y torso velludo ha devenido en el siniestro Angelo, el demonio con alzacuellos imaginado por Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría para 30 Monedas. Este lunes se estrena en HBO el segundo episodio de la segunda temporada de esta inclasificable ficción donde el bien y el mal se enfrentan al más puro estilo De la Iglesia: grotesco, salvaje y sangriento. Y a la que el rostro estatuario de Fusco y la implacable e indiferente frialdad de su personaje imprimen un sello muy especial.
"La primera temporada es maravillosa porque habla de un mundo gótico español, de un pequeño pueblo, de sus luces y sus sombras, un universo aparte", explicaba Fusco hace unas semanas en conversación con El Independiente en Madrid. La segunda temporada, que incorpora a estrellas como Paul Giamatti o Najwa Nimri, "no es así. Es mucho más internacional, tiene otro sentido. Creo que tiene más estructura que la primera, cada episodio parece más pensado. Aquello fue arte puro, locura. Ahora creo que Álex ha entendido mejor lo que esperan de él como director de series".
Pregunta.- Te has convertido en uno de sus actores fetiche.
Respuesta.- Más bien soy un actor que ha tenido la suerte de trabajar con él, hay otros que lo han hecho muchas más veces que yo. Pero bueno, soy muy feliz de ser parte de su familia.
P.- Tú has tenido suerte, pero él también. ¿Te lo dice alguna vez?
R.- Bueno, entre machos no nos decimos esas cosas. Lo pensamos, lo sentimos, pero no lo decimos.
Fusco se explica en un español imperfecto pero solvente. Se esfuerza incluso en conjugar correctamente los pretéritos. Antes de trabajar con Álex de la Iglesia no conocía el idioma, y lo ha aprendido sin estudiar. "Leo libros, los periódicos, y cuando esto en Italia escucho la radio española, que me divierte mucho", confiesa. El esfuerzo ha merecido la pena.
—Álex me ha consagrado. Yo había hecho antes películas de género, El día de Satán, El jugador, de Dario Argento, Berberian Sound Studio, pero me sentía un poco de prestado en este registro. Nunca me sentí parte de él hasta empezar a trabajar con Álex. Y es una pasada, porque es un director que te permite explorar, hacerlo todo a lo grande, llevar el villano más lejos. Con Angelo me ha dado el papel de mi vida. Él buscaba a alguien italiano, y supongo que un poco con mi cara. Sí, creo que le gustó mi cara. No sé si me vio en Ángeles y demonios, o en The Vatican, de Ridley Scott… Nunca lo hemos hablado. Pero recuerdo que cuando leí el guion por primera vez, en inglés, le dije a mi representante que hiciera lo que fuera necesario para conseguir el papel: que mintiera, que dijera que hablaba muy bien español, que había vivido en España… Tenía que ser mío. Y Álex tomó el riesgo, porque no me había oído hablar ni me había visto actuar antes de una noche en Pedraza a las 3 de la mañana, con mi primera escena.
P.- Pero habíais ensayado, ¿no?
R.- No. Eso es Álex de la Iglesia.
P.- Viendo las películas de Álex, también 30 Monedas, da la sensación de que todo empieza muy controlado pero que las cosas siempre acaban desmadrándose. ¿Está todo en el guion?
R.- Tienes que saberlo todo y tenerlo todo exactamente controlado para luego poder olvidarlo todo. Ese es mi arte, como actor quiero sorprenderme a mí mismo mientras estoy actuando, y Álex tiene un poco esta filosofía, espera que pase algo que no había previsto. Para mí eso es el arte puro. Hay directores que te matan con pruebas y pruebas y más pruebas... Es un aburrimiento.
P.- Después de la primera temporada de 30 monedas hicisteis Veneciafrenia.
R.- Me llamó en plena pandemia: "Cosimo, ¿estás libre?" Álex, todo el mundo está libre, está todo parado. "Tengo una película de terror". Me envió el guion. Una hora y media después lo había leído y le llamé: "¿Cuándo empezamos?".
P.- Sácame de casa, por favor.
R.- Pero fue un problema. Nadie estaba trabajando, no se sabía cómo lo íbamos a hacer, el guion cambió del inglés al español porque no podían viajar los actores… Pero al final pudimos hacer la película. Con mucho menos presupuesto del que a él le hubiera gustado, y sin su equipo habitual al completo, lo cual no le gusta, pero la hicimos. El rodaje fue un desafío. Rodar en el agua en Venecia ya lo es. Creo que hicimos una buena película. Acabo de doblar la versión italiana, me he vuelto a ver y he pensado, qué bueno. En el cine no funcionó, pero es que ya nadie va al cine.
P.- Ahora la tecnología permite mejorar en postproducción lo que no ha salido del todo bien en el rodaje. ¿Cómo has vivido como actor la evolución del cine en los últimos años?
"Siempre creo en la historia, en el drama, como la fuerza portante de una película. Si no, son 'videogames', y los 'videogames' no tienen alma"
R.- Está claro que tenemos más medios para trabajar, más tecnología, y podemos hacer cosas con la imagen y el sonido que antes no podíamos ni imaginar. Y ahora está la inteligencia artificial… God forbid [Dios no lo quiera]… Pero yo siempre creo en la historia, en el drama, como la fuerza portante de una película. Si no, son videogames, y los videogames no tienen alma. Espero que la diferencia la siga marcando el ser humano. En el caso de Álex, es un director que hace las cosas en cámara. Lo que le gusta es construir él mismo el monstruo. Viene de una tradición de trabajo artesanal, y eso me encanta. Mi vestuario en Veneciafrenia, por ejemplo, lo hizo él. Bueno, ya estaba hecho, pero estaba nuevo, y cuando lo vio dijo, ¿qué es esto? ¿Este es un tío que vive en la calle, que no se lava? Y lo estropeó con una maestría increíble, como si fuera uno de vestuario o de efectos especiales. Lo sabe todo porque viene de esa tradición. Por eso es único. Tiene muchísima experiencia y es un visionario.
P.- Otra de las consecuencias de empezar a trabajar con Álex ha sido tu encuentro con España, que ha sido profesional pero también personal.
R.- Ha ido más allá del trabajo, sí. Era algo que me apetecía desde hace mucho, un regalo del destino. Siempre quise aprender el idioma, pero nunca tuve la oportunidad. Pasar tiempo aquí, con toda la familia de Álex y mis compañeros ha sido una experiencia muy completa. Es un país que me encanta. Hay un estilo de vida muy diferente. Italia sin embargo está atravesando un momento un poco oscuro.
P.- ¿En qué sentido?
R.- La política está arruinando el sistema. Y no es fácil trabajar allí. Soy italiano, pero artísticamente no tanto. Yo me convertí en actor en Los Ángeles, en el Actors Studio y en la escuela de Stella Adler. Mis compañeros son todos americanos, esa es la referencia de mi trabajo. Me vi con Sorrentino cuando él estaba preparando The Young Pope, pero no hubo un papel para mí. Y viendo la serie lo he entendido. Desafortunadamente, ahora no hay muchos proyectos en Italia que salgan de nuestras fronteras. Quizá el idioma está siendo un impedimento. El español es automáticamente global. Eso es una fuerza segura para el negocio español.
P.- Sobre todo en el nuevo ecosistema de las plataformas. Que han tenido la virtud de abrir horizontes para muchos creadores europeos, pero que también tienen el riesgo de uniformizar y estandarizar la creación. ¿Qué opinas al respecto?
R.- Se habla de las plataformas como el mejor vehículo de la historia a la hora de contar historias. En Estados Unidos se decía últimamente que las películas se han vuelto banales, mientras que es en las series donde se encuentran las historias buenas e interesantes. Yo creo que esto ha sido verdad, pero ahora hemos llegado a un punto de saturación. Todas las plataformas están cortando proyectos porque se ha producido demasiado y la calidad también se ha perdido. Últimamente he visto muchas series malas. Tengo amigos directores que no son Álex que luchan para hacer prevalecer su criterio ante ese directivo que no entiende mucho pero quiere hacer las cosas a su manera. Quién sabe si ahora que está bajando todo un poco se vuelve a dar importancia al autor y menos al mercado.
P.- Decías que Angelo, este villano entre dos mundos, es el papel de tu vida. ¿Cómo modulas un trabajo como este para no caer en el cliché o la caricatura?
"Para mí, el gesto y la fisicidad lo son todo. Me gusta hablar con la presencia, con todo lo que no es la palabra, que cuando llega es 'la ciliegina sulla torta', la guinda del pastel"
R.- Alex y Jorge han creado un personaje fantástico, casi una figura de Marvel, como lo es Vergara [el sacerdote interpretado por Eduard Fernández]. A partir del guion, que es muy bueno, he construido el personaje de manera muy artesanal. Mi tradición de trabajo se basa mucho en la escuela clásica del método, en la psicología del gesto. Para mí, el gesto y la fisicidad lo son todo. Me gusta hablar con la imagen, con la presencia, con la energía, con todo lo que no es la palabra, que cuando llega es la ciliegina sulla torta, la guinda del pastel. Las películas con mucho diálogo, en las que todo es descrito, hablado, contado, sin dejar nada a la imaginación, me parecen una pesadez.
P-. ¿Cómo recuerdas la experiencia de trabajar con Argento?
R.- Fue muy interesante. Esperaba encontrarme al mismo demonio, pero es exactamente lo contrario de lo que te imaginas de alguien que hace películas como las suyas. Es un hombre muy calmo, no dice una mala palabra. Estando a su lado entendí por qué se ha convertido en un icono. Cuando llegaba al plató se plantaba, miraba y se convertía él mismo en la cámara, y esa era un poco la clave. Todas las películas de género tienen un personaje principal, siempre, que es la cámara. Y la cámara era él. Tiene una manera única de pensar el thriller. Nunca ha tenido muchos medios a su disposición, pero es un genio de escritura y sabe lo que da miedo.
Fusco, que ha vivido y trabajado mucho tiempo en Estados Unidos y luego en Francia, reside ahora en Roma, en el barrio de Pigneto. "La iglesia que aparece en Roma, ciudad abierta, de Rossellini, está enfrente de mi casa. Es el barrio donde Pasolini rodaba sus películas. Antes era un lugar popular, incluso peligroso, pero ahora se ha puesto de moda, es el Village de Roma", explica con cierta resignación. Pero vuelve con frecuencia a Potenza, en el sur de Italia, donde vive su madre. "Soy del sur y lucano, porque el sur es muy grande y mi región, Basilicata, es muy peculiar. La gente es muy generosa, sincera, abierta. Así que me siento muy proud de ser de allí, soy un southern boy. No me marché hasta los 19 años. Era un mundo diferente, no había entretenimiento, mi ciudad no ofrecía nada, pero aquello nos impulsó a hacer cosas. Recuerdo estar con 17 o 18 años en casa de mi mejor amigo, Enzo, un apasionado de la música. Estábamos escuchando Making Movies, el LP de Dire Straits, y los dos buscando qué significaba el título. Y el destino ha querido que me haya dedicado precisamente a esto: a hacer películas".
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