Treintatrés años años cumplirá la actriz zaragozana Elena Rivera el próximo agosto. La edad de Cristo. De Jesús de Nazaret aún no ha hecho la intérprete, pero sí de la cantante Paloma San Basilio en Camilo Superstar, de la conquistadora Inés Suárez en Inés del alma mía o de la Reina Margarita en El Ministerio del Tiempo.

También de policía en Sequía, aquel thriller fronterizo con Portugal, o en Servir y proteger, serie diaria ambientada en una comisaría al sur de Madrid. O de una chica normal y corriente, como en Alba, como en Cuéntame, cuya Karina parece que la perseguirá de por vida.

Ahora Elena Rivera es Amanda, una abogada que tiene que empezar (casi) de cero tras serle diagnosticado trastorno obsesivo-compulsivo, o sea, TOC. Elena Rivera es la protagonista de Perdiendo el juicio, cuyo primer capítulo estrena Atresplayer este domingo 23 de marzo tras su pase por el Festival de Cine de Málaga. Tras la emisión semanal de sus diez capítulos en la plataforma, la primera temporada de Perdiendo el juicio dará el salto a Antena 3.

P.- ¿Habéis tenido asesoramiento con respecto al TOC? ¿Tú has buscado información o has querido hablar con profesionales o incluso con gente que tiene TOC? ¿Conoces gente que tiene TOC?

R.- No conozco gente que tenga TOC. Sí que he investigado mucho, he leído, he visto algún documental muy específico en el que ellos exponían sus propias experiencias. Cuando hablé con la directora del primer capítulo, María Togores, y luego Pablo Guerrero, tampoco había que olvidarse de que esta serie no trata el trastorno obsesivo compulsivo, o sea, es una serie de abogados, cada capítulo es un caso distinto, luego tiene las tramas más principales relacionadas con la hermana de Amanda, un poco ahí thriller… Y por debajo, por supuesto, no había que olvidarse de que esta mujer sufre esto, pero que en ningún momento se va a ahondar una barbaridad. También para no intoxicarme y obsesionarme con querer mostrar muchas cosas. Aún así, yo no quería caer en un cliché y sí investigué por mi cuenta para saber realmente cómo lo sufren, que, al final, lo sufren mucho. Es una enfermedad; no solo se queda en la manía que tiene. Es algo que está siempre además; que se medican, que van a terapia. Todo ese tipo de cosas ayuda, pero eso no se va de la noche a la mañana; eso siempre está ahí presente y me obsesionaba que se viera en algún momento, cuando entra ella y sale en la sala de juicios, y que eso nunca se olvidara de cara al espectador, que eso quede presente.

P.- ¿Como profesional, como actriz, tenías cierto respeto o temor de que alguien con TOC lo viera o una asociación dijera que estábais banalizando la enfermedad?

R.- Ese respeto siempre está. O este miedo porque no todo el mundo se va a sentir superidentificado. Cada persona tiene su condición, un nivel de TOC, pero por nosotros que no quede. No se ha intentado hacer para nada la risa o que le cause gracia [al espectador]. A lo mejor te causa gracia la situación. Lo hemos tratado con seriedad, pero a lo mejor desde fuera dices "Madre mía esta mujer, ¿no?". Pero no desde el rechazo. Sí se ha mostrado, que eso ocurre en la sociedad, lo estigmatizado que está todavía todo esto. Ella, cuando quiere volver a trabajar, a su vida de antes, la repudian. La única persona que le da trabajo es un abogado venido a menos. Ella no se esperaba para nada acabar ahí. Lo bonito de esta historia es que no intenta dar ninguna lección de nada; te cuenta una historia muy agradable de ver, muy familiar y con casos que enganchan; cada capítulo tiene algo diferente porque son personajes tremendos con actores increíbles. Y por debajo está eso, que no se nos olvide, que la relación humana prima más que todo lo profesional.

P.- ¿Es Perdiendo el juicio una serie sobre segundas oportunidades? Es algo que le gusta mucho a la ficción: colocar a un protagonista abajo del todo y esa lucha por recuperar su estatus, pero, a la vez, cuando vuelve a ese lugar, tener un aprendizaje y decir "Ya no quiero ese mérito".

R.- A mí, todas esas sombras, el poder rascar más en el personaje es lo que me atrajo. Es bonito ver una persona que está en la cresta de la ola y que su prioridad era esa competitividad, esa forma de comerse el mundo; la exigencia que te crea un trabajo y estar a la altura, pero que de repente la ansiedad te dice "Ya, para, hasta aquí". Es duro para ella, pero tiene que volver a renacer y de alguna forma aprender que no todo en la vida es el trabajo, que el éxito en la vida a lo mejor son otras cosas más pequeñas de la vida

P.- Elena, tú, como actriz, a lo largo de tu extensísima carrera, ¿has vivido ese momento de crisis de decir "Uf, no puedo más" o ese momento en que alguien te ha dado una oportunidad cuando creías que estabas encasillada o que siempre ibas a ser la Karina de Cuéntame? O decir "dejo la profesión y soy profesora".

R.- Por suerte, no. En Cuéntame estuve muchos años, pero empecé tan niña que, aunque hayan sido muchos años, cuando me fui y dimos el cierre de la trama, seguía siendo muy jovencita. Fue terminar y enlazar un proyecto con otro. Soy consciente de lo afortunada que soy. Nunca he tenido esta sensación de caer al vacío; al revés. Una carrera de fondo. El estar ahí pasito a pasito y disfrutar de mi trabajo, de contar las historias.

P.- No es tu primer papel protagonista. Sequía, Alba, Inés del alma mía… ¿Cómo gestionas el protagonismo y sobre todo esos primeros planos? En el primer episodio de Perdiendo el juicio, la cámara está ahí en tu rostro total.

R.- Es difícil. Además, en este proyecto en concreto, se quería marcar el agobio de cuando ella empieza a sentir el ataque de ansiedad que le da. Tenía la cámara a milímetros. Para concentrarte y estar enfocado en lo que tienes que hacer, fácil no es. Pero la gran mayoría del equipo técnico eran los mismos que Alba y todo eso ayudaba muchísimo a estar más enfocado en tu trabajo de que te ayudan con cualquier cosa y a la vez estás en confianza plena, es como estar en casa, ya te entiendes y es muy importante entenderte con el operador de cámara cuando estás así tan cerca. ¿Y llevar riendas de proyectos? Sí, es un reto, pero a mí es que me gusta mucho. Me parece una maravillosísima responsabilidad porque no es fácil después de tantos años que sigan contando contigo y además para llevar todo el peso de un proyecto. Es una profesión que hoy estás aquí y mañana no. Que sea una carrera de fondo después de tantos años, el mantenerte, eso es lo más difícil.

P.- Perdiendo el juicio es una serie de corte legal. Tu personaje, en un momento dado, se plantea trabajar en turno de oficio. Juan Echanove, excompañero de Cuéntame, protagonizó de joven Turno de oficio, que estaba muy bien por lo que pasaba fuera de los juicios. Era una serie extrajudicial. Los juicios en España no dan mucho juego. ¿Sucede lo mismo en Perdiendo el juicio? ¿Hay licencias para que den más juego los juicios o es una serie de pasillos, de lo que se hace antes y después de los juicios?

R.- Va más por ahí. En el primer capítulo sí estamos en una sala de juicio porque hay que mostrar que es una serie de abogados. Entre medias [de la temporada] también sigue habiendo algo, pero es más una serie de personajes fuera de la sala del juzgado, del pasilleo, de los bufetes, de la relación con la hermana, con el exmarido que ahora tiene una novia nueva pero todavía hay una tensión. Es algo más humano. En la sala de juicio, aunque te estás midiendo con tu rival y dices cosas muy técnicas, por debajo tu intención y tu mirada está diciendo otra cosa. A lo mejor tengo una tensión de un enfado tremendo con el que era mi exmarido y estamos ahí los dos que parece que estamos trabajando, pero lo que te estoy diciendo es otra cosa de algo personal. Todo eso es también lo que engancha al espectador, que empatices con las historias humanas.