Se popularizó hace unos días un vídeo en el que los vecinos de dos bloques de viviendas de la ciudad china de Wuhan se daban ánimos a voces, desde sus casas, ante las dificultades que han surgido en su rutina como consecuencia del coronavirus. A unos miles de kilómetros de allí, los habitantes de un barrio español gritaban desde sus ventanas la palabra 'Estefanía' con la misma energía con la que pedirían ayuda en caso de incendio.
Estefanía es una mujer que ha sido infiel a su pareja con un tipo musculoso y tatuado llamado Rubén. Por una razón concreta, su novio, Cristofer, descubrió la traición, perdió los papeles y corrió hacia la playa para gritar el nombre de su amada ante el mar. “¡Estefanía!”. ¿Por qué? Como escribió Stendhal, porque, por pocas contrariedades que ocasionen, las pasiones generalmente crean más sufrimiento que gozo.
El pasado martes, ambos se encontraron tras varios días y Cristofer vio por primera vez las imágenes, grabadas, de la joven con su 'querido'. Estaban encamados, contoneándose bajo un edredón blanco. Ajenos a la evidencia de que en toda pareja de tres, una de las partes suele estar de sobra.
En el vídeo, ella no parecía muy preocupada porque tres millones de espectadores observaran sus habilidades gimnásticas en la fase previa a la duermevela. Tampoco porque su novio descubriera el pastel. De hecho, mientras el muchacho veía las imágenes y le pedía explicaciones, ella esbozaba una media sonrisa. Las redes sociales, mientras tanto, se revolvían.
-Me he abierto sentimentalmente-, dijo Estefanía a Cristofer.
-Sí que te has abierto-, respondió él.
Todo esto sucedió en un programa de Mediaset llamado La Isla de las Tentaciones.
Un fenómeno televisivo
La frase más famosa de la historia sobre la televisión la pronunció Federico Fellini, quien afirmó que este medio de comunicación “es el espejo donde se refleja la derrota del sistema cultural”.
Es evidente que los productos destinados a las masas no han transitado habitualmente por el camino de la excelencia, pero también lo es que todo grupo social necesita a veces de la mediocridad y la bajeza para reconocerse, pues la brillantez no deja de ser un bien escaso y ajeno a la mayoría.
Mediaset apostó por este formato -adaptación de Templation Island y producido por Cuarzo TV- y fue un acierto, dado que se ha convertido en el fenómeno televisivo del año. Algo que, no hay que engañarse, ha ocurrido porque sobre cada una de sus imágenes planea la sombra de ese fantasma tan común en dormitorios, callejones y locales poco iluminados: el de la infidelidad.
Quien no conozca nada sobre este concurso debe saber que se emite dos días a la semana en Cuatro y en Telecinco; y que está presentado por la cantante Mónica Naranjo.
Sus participantes son parejas que atraviesan una crisis y decidieron que la mejor idea para solucionarla era someterse a algo parecido al ritual que seguían los indios Cherokee para asegurarse de que sus hijos pasaban correctamente de hijos a hombres. Los llevaban a un bosque, por la noche, y los dejaban junto a un árbol con los ojos vendados. Si a la mañana siguiente seguían en el mismo lugar, con el antifaz puesto, la prueba había tenido éxito.
La prueba consiste en separar durante unos días a las parejas, dentro de una isla tropical, y someter a cada uno de sus miembros a los cantos de sirena de hombres -ellas- y mujeres -ellos- que están dispuestos a 'conquistarlos'.
En el caso de este concurso, la prueba consiste en separar durante unos días a las parejas, dentro de una isla tropical, y someter a cada uno de sus miembros a los cantos de sirena de hombres -ellas- y mujeres -ellos- que están dispuestos a 'conquistarlos'.
El día que Estefanía se encontró con su novio tras haber tenido sus más y sus menos con Rubén (más más que menos), el programa batió su récord hasta la fecha, con más de 3 millones de espectadores y el 26,9% de la cuota de pantalla. Más, por ejemplo, que la gala de los Premios Goya. El pasado jueves, logró el 25,2% del share, según datos de Kantar Media.
Unos días antes, Pablo Casado era entrevistado en La 1 y lograba una audiencia del 8,2%. Unas semanas antes, lo fue Pedro Sánchez, que obtuvo el 9,2%. En ambos casos, por debajo de la media del canal.
The New York Times hizo un estudio durante 2019 en el que preguntó a los lectores de prensa digital sobre sus hábitos y preferencias a la hora de consultar estos medios de comunicación. Una de las conclusiones era que, al caer la noche, preferían contenidos más 'livianos' y 'entretenidos' que informativos. Curiosamente, es lo que también ocurre en la televisión española. O, al menos, es lo que parece, a simple vista, con estos datos de la mano.
Ocurre el fenómeno contrato: por las mañanas, se emite a la misma hora Al Rojo Vivo que MYHYV. El primero es un programa de actualidad política, mientras que, el segundo, una versión doméstica y veterana de La Isla de las Tentaciones.
En lo que va de mes, Telecinco ronda el 14% de la cuota de pantalla y Cuatro, el 6,5%. Queda claro que los programas de tele-realidad (más o menos guionizados) interesan más a la audiencia en el prime time que la política y los temas de actualidad. La pasada edición de Supervivientes, con Isabel Pantoja como concursante estrella, logró un share medio del 33,7%. La final de la pasada edición de Gran Hermano congregó al 38,5% de los espectadores.
El perfil del espectador de La Isla
¿Cómo es la audiencia de La Isla de las Tentaciones? El programa ha conseguido enganchar especialmente a los jóvenes, pues, según datos proporcionados por Mediaset, registra un 38,7% de cuota de pantalla entre las personas de 16 a 34 años durante sus emisiones en Telecinco. En Cuatro, al 39,1%.
Por comunidades autónomas, donde más cuota de pantalla ha congregado es en Murcia (30,5%), Canarias (29,4%), Andalucía (26%), Castilla La Mancha (24,4%), Asturias (22,8%), Baleares (23,1%) y Comunidad Valenciana (21,6%).
En las redes sociales, es el programa de televisión español que más rápido ha alcanzado el medio millón de seguidores en Instagram. Desde su estreno, acumula 1,3 millones de mensajes en las redes sociales, según el grupo de televisión.
¿Telebasura?
A nadie se le escapa que este tipo de programas han sido etiquetados como telebasura en no pocas ocasiones. De hecho, de tanto recitar esa palabra, la Real Academia de la Lengua llegó a aceptarla. Ahora bien, conviene hacer una reflexión sobre este asunto, pues, ¿hasta qué punto todo lo relativo al ocio tiene que aspirar a la excelencia?
¿Acaso el mero entretenimiento no puede existir? ¿Y no hay espacio para lo zafio?
'La Isla' es el programa de televisión español que más rápido ha alcanzado el medio millón de seguidores en Instagram. Desde su estreno, acumula 1,3 millones de mensajes en las redes sociales, según el grupo de televisión
Hace unos meses, el genio del cine Martin Scorsese, se vio envuelto en una polémica tras asegurar que no le gustan las películas de superhéroes; y es evidente que lo dijo por su escasa calidad argumental.
Ahora bien, en un artículo publicado en The New York Times alabó el talento de quienes las crean, pese a que las repudie: “En muchas de las películas de franquicias trabajan personas con talento y maestría considerable. Se ve en la pantalla. El hecho de que los filmes como tal no me interesen es un asunto de gusto y carácter personal. Sé que, si fuese más joven, podría haber estado emocionado por estas producciones cinematográficas y quizás hasta hubiera querido hacer una. Pero crecí en el momento en el que crecí y desarrollé un sentido de las películas —de lo que eran y de lo que podrían llegar a ser— que está tan lejos del universo Marvel como la Tierra lo está de Alfa Centauri”.
Los programas de tele-realidad y los tróspidos (guionizados) triunfan por la misma razón por la que los habitantes de aquel mundo imaginario de El Show de Truman contactaban diariamente con ese programa para ver la rutina de Jim Carrey. Es decir, por el morbo que produce observar la vida de los otros y porque se reconoce en alguna de las situaciones.
Tróspidos contra Netflix
Lo que queda claro es que, mientras las televisiones cada vez estrenan con más cautela la ficción en las cadenas generalistas, ante la tibia acogida que, en varias ocasiones, han tenido las series, entre otras cosas, por la mayor competencia de los Netflix y compañía, el formato de los reality show –y derivados- todavía cuenta con una buena salud.
Quizá cueste encontrar refinamiento y buenos modales en formatos como Supervivientes o La Isla de las Tentaciones, donde muchas veces se cruza la línea roja que separa el buen gusto de lo chabacano; y donde rara vez se diserta sobre las artes y las ciencias (hubo un concursante en Gran Hermano 1 que hablaba de Kafka). Pero lo cierto es que son capaces de enganchar a una parte de la audiencia en varias franjas de Telecinco, especialmente, en prime time, donde va a parar una buena parte de la inversión publicitaria.
Hace unas semanas, aparecía en el centro de Madrid una pancarta gigante sobre la serie Sex Education, de Netflix. “Querrás tragártela enterita”, afirmaba. En varias estaciones de metro, aparecía en las mismas fechas un anuncio con el siguiente texto: “Cuidado para no introducir el ___ entre __ y ___”. La campaña tuvo repercusión, pues generó polémica e hizo que se hablara del producto audiovisual. Poco después, apareció La Isla de las Tentaciones y proliferaron en internet diversos vídeos con jóvenes exclamando, a voz en grito: “Estefanía”.
Y, desde entonces, este programa se ha convertido en un fenómeno televisivo, que no cultural, claro.
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