La destitución de Fernando Garea como presidente de la Agencia EFE no provocará una reacción tan airada como si la hubiera ejecutado un Gobierno del Partido Popular, pues es bien sabido que las 'fuerzas vivas' suelen demostrar una especial comprensión con las cacicadas de la izquierda cuando se encuentra en Moncloa.
Pero la decisión de Pedro Sánchez es inquietante, pues vuelve a demostrar el particular concepto de los medios públicos -y de lo público en general- que se tiene en el Palacio de la Moncloa, donde parece que consideran que ganar unas elecciones implica apoderarse de estas empresas, que se reparten entre amigos y partidarios como un auténtico botín de guerra.
Tendrá fácil el Ejecutivo persuadir a los más melindrosos porque la sustituta de Garea será una mujer -Gabriela Cañas- y eso parece mérito suficiente en estos tiempos, en los que el feminismo ha comenzado a ser utilizado como una herramienta más para colocar a afines en asientos estratégicos. Es decir, como una nueva excusa para hacer lo de siempre, que es priorizar los dedazos sobre los méritos.
En cualquier caso, conviene tener presente que al presidente de EFE se le ha destituido por negarse a convertir esta empresa de la SEPI en un mero transmisor de los mensajes del Ejecutivo. Sin filtro y sin criterio periodístico. El bueno de Miguel Ángel Oliver se lo comunicó el sábado por la tarde en una cafetería, después de unas semanas en las que Moncloa se había ocupado de hacer llegar al entorno de Garea su descontento por la forma en la que EFE informaba de determinados asuntos del Ejecutivo. De hecho, a la Agencia llegó incluso el rumor de que Oliver sería su sustituto en caso de ser relevado en la Secretaría de Estado de Comunicación. Todo un globo sonda. Una forma de generar ansiedad.
Lo público, para mí
El jefe del Ejecutivo aseguró en su biografía que la primera decisión que tomó cuando llegó a Moncloa fue la de cambiar el colchón. La segunda debió ser la de elaborar un Real Decreto para poder colocar a una persona de su cuerda en Radiotelevisión Española. Asi fue, aunque eso obligara a convocar varios plenos al borde de las vacaciones de verano. Y aunque eso derivara en la elección de Rosa María Mateo, que, como dijo, estaba en su casa, jubilada, cuidando su jardín con sus nietos, y que fue puesta al frente de una corporación pública que maneja un presupuesto de 1.000 millones de euros anuales.
Los resultados de su gestión son nefastos, pues RTVE es mas irrelevante que nunca y sus principales problemas estructurales se han agudizado durante este tiempo. No creo que sus telediarios ofrezcan noticias con un mayor sesgo ideológico que en la anterior etapa, con el ínclito José Antonio Sánchez (su nombre aparece presuntamente en los papeles de Barcenas) a la cabeza. Pero es evidente que una gestora que apoyó públicamente al PSOE en las elecciones generales de 2011 no iba a desempeñar su puesto con una pulcra neutralidad.
Fernando Garea fue respaldado por la totalidad de los grupos parlamentarios en la Comisión en la que se aprobó su nombramiento. Su designación fue propuesta por el Ejecutivo, pero logró un apoyo unánime en el Congreso. De hecho, el presidente de la citada Comisión, Jesús Posada (Partido Popular), resaltó su trayectoria periodística durante la reunión.
En esas fechas, Garea expresó su intención de que los partidos se comprometieran a que el presidente de la Agencia EFE se eligiera a partir de ese momento mediante un concurso de méritos, y no a propuesta del Ejecutivo, como hasta entonces. Distribuyó un documento entre los grupos parlamentarios y el PSOE se negó a firmar, como recuerda en la misiva que ha enviado este lunes a los trabajadores de la Agencia para explicar su destitución.
El lazo naranja se ha perdido
No hace mucho tiempo, Pedro Sánchez acudía a las entrevistas de RTVE con un lazo naranja en la solapa para escenificar su postura favorable a la independencia informativa de la corporación. En ese tiempo, un editorial de El País le definió como un “insensato sin escrúpulos”. En vistas del particular criterio que utiliza para gestionar los medios públicos y para politizar la Administración -caso José Félix Tezanos-, no se equivocaba mucho el redactor de ese texto.
Mariano Rajoy pasará a la historia por su desinterés en el sector de los medios de comunicación, que, en realidad, era falso, dado que durante su Gobierno cayeron los directores de los principales periódicos, se colocó a todo un aliado de Génova al frente de RTVE y se trató de realizar una 'venta controlada' de El Periódico de Catalunya a Vocento cuando los Asensio estaban con el agua al cuello. Entre otras cosas.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez no sólo no ha paliado ese intervencionismo intolerable en el sector de los medios, sino que lo ha acrecentado con maniobras y decisiones propias de gobiernos de democracias mucho menos desarrolladas. Es un escándalo que haya sido capaz de 'fulminar' a Fernando Garea por considerar como una deslealtad la independencia de un medio público.
No pasará nada, porque nunca pasa y todo se olvida tarde o temprano. Pero la concepción de los medios estatales y de la libertad de información que se tiene en Moncloa es, cuanto menos, preocupante. A veces, podría llegar a pensarse que en el terreno mediático los valores de las democracias liberales no se respetan especialmente.
La destitución de Fernando Garea como presidente de la Agencia EFE no provocará una reacción tan airada como si la hubiera ejecutado un Gobierno del Partido Popular, pues es bien sabido que las 'fuerzas vivas' suelen demostrar una especial comprensión con las cacicadas de la izquierda cuando se encuentra en Moncloa.
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