Pedro J. Ramírez (Logroño, 1952) es historia viva -e hiperactiva- del periodismo en España. Director de periódicos desde que tenía 28 años, sus cabeceras van en paralelo a la historia de nuestra democracia, página a página, exclusiva a exclusiva y escándalo tras escándalo.
Está en la tríada de grandes nombres del periodismo sobre los que ha basculado la ideología de los españoles: Luis María Anson, Juan Luis Cebrián y él. Palabra de director (Planeta) es la primera entrega de sus memorias periodísticas. “Siempre se ha hecho esa amalgama. Yo creo que tanto Cebrián como Anson han sido dos grandes directores de periódicos. Con ambos he coincidido durante unos períodos u otros. Con ambos he tenido coincidencias y con ambos he tenido discrepancias. Ahora, al cabo de los años, mantenemos relaciones cordiales”. Nos recibe este miércoles antes de la presentación a la prensa de su libro.
Insiste en que conste en la entrevista la motivación que la ha llevado a hacer este libro. “Es un homenaje al viejo buen periodismo de siempre que consiste en ir a los sitios, a veces, más peligrosos de la tierra para ver la historia, volver y contarla. Y a veces no vuelves”. Y en ese no volver Pedro J. repasa los nombres de Julio Fuentes, José Luis López de Lacalle y Julio Anguita Parrado. Todos ellos, fallecidos en el ejercicio del periodismo bajo su dirección, tienen episodios en esta primera entrega de su repaso autobiográfico. No está claro cuántas partes sumará al final: “Dice Cruz [su actual pareja] que pueden ser cuatro o cinco que queda mucha vida”, afirma.
“Quiero rendir homenaje a esos periodistas con nombres y apellidos, como símbolo de toda una generación que yo creo que está transmitiendo la llama de la vocación, la llama de la pasión por el periodismo a los que vienen después”. Y cita a Melchor Miralles “investigando los GAL y descubriendo la verdad sobre los GAL”; a “Casimiro García-Abadillo, investigando y descubriendo la verdad sobre Filesa y sobre Ibercorp”; “a Cerdán y Rubio entrevistando, en exclusiva, a Roldán, encontrándole cuando le estaba buscando la policía de medio mundo”.
La salud de nuestra democracia depende de lo que ocurra en el núcleo duro del periodismo
Pedro j. ramírez
“Respeto mucho todo lo que se hace en los alrededores del periodismo”, dice en referencia a los youtubers o los streamers, "pero creo que la salud de nuestra sociedad democrática depende de lo que ocurra en el núcleo duro del periodismo. Pienso que hay motivos para creer que podemos estar cerca de una nueva edad de oro del periodismo y de los periódicos”, asegura. “Los medios nativos empezamos a demostrar que somos capaces de mantenernos, que somos capaces de generar ingresos para ir incrementando nuestras plantillas. Todavía estamos al comienzo, pero llegará pronto el día en el que podamos volver a mandar enviados especiales a cualquier lugar de la Tierra”, añade.
Pregunta.- En el libro hay detalles muy pormenorizados y entrecomillados de personas de hace mucho tiempo. ¿Ibas guardando apuntes y notas?
Respuesta.- No de manera sistemática, pero sí en todas las ocasiones en las que yo tenía conciencia de que estaba asistiendo a una situación especial. Concretamente, sí que apuntaba cada vez que hablaba con algún presidente del Gobierno. En algunos casos lo apuntaba yo si era por teléfono sobre la marcha y en ocasiones también muy concretas al volver a casa o al periódico tomaba notas. Con la singularidad de que en la mayoría de las conversaciones físicas con Zapatero había una tercera persona que era quien tomaba notas delante de ambos.
P.- Con Diario16 publicasteis cosas que eran impensables pocos años antes. Terminaron echándote, pero aun así se podía hacer una lectura positiva porque décadas antes así no hubieras terminado. ¿Temiste por tu vida?
R.- Eran unos tiempos muy complicados. En las memorias de Manglano, que acaban de aparecer, nada más llegar al cargo el director del CNI recibió la comunicación de que había un grupo de oficiales que querían formar un comando para asesinarnos a Cebrián y a mí. Yo recibí anónimos de distintos grupos terroristas desde el Batallón Vasco Español y en muchas ocasiones de ETA. Me lo contó diez años después Suárez Gamboa, el arrepentido del comando que en 1985 intentó asesinarme a la salida de un partido de baloncesto entre el Estudiantes y Juventud, en el Ramiro de Maeztu, en el Magariños. Afortunadamente, ese día no fui al partido. Yo era asiduo a esos partidos y habían mandado además a Suárez Gamboa y a Esteban Esteban con una bomba fabricada con unas granadas y unos sedales para que la pusieran en mi coche. Suárez Gamboa me conocía, porque era compañero mío en el colegio en Logroño. Verdaderamente, si no hubiera podido ser trágico, era algo surrealista, rayano en el esperpento.
P.- Estuviste muy cerca de terminar en El País. ¿Te has imaginado alguna vez cómo hubiera sido tu carrera de haber tomado la decisión de irte?
R.- Estuve a punto de hacerlo. El propietario de Diario 16 me retuvo con una apelación emocional de que el periódico, que yo no había fundado pero sí había refundado, era mi hijo y que yo no podía abandonarlo. Y, por otro lado, me ofreció el 10% de las acciones del periódico como una especie de prima de reenganche. Yo acepté y me quedé. No sé si mi vida habría sido distinta, si hubiera fichado por el Grupo Prisa y si yo hubiera tenido éxito en El Globo, si hubiera llegado a ser director de El País. Eso hubiera sido un poco el cuento de la lechera. No sé si mi vida hubiera sido distinta, pero El País, desde luego, sí.
P.- En estos años has hecho muchos enemigos..
R.- He puesto una máxima en latín en el comienzo de mi libro: Séneca Adversarum impetus rerum viri fortis non vertit animum: El ímpetu de los adversarios no debe doblegar el ánimo del hombre fuerte. He tratado siempre de cumplir con mi obligación como director de periódicos, de cumplir con la función social de satisfacción del derecho a la información de la gente. Nunca he actuado contra nadie por razones personales, de inquina, de encono. Simplemente he denunciado las cosas que me parecían denunciables y, evidentemente, eso ha generado muchas antipatías y algunos odios abisinios. Creo que nunca ha habido reciprocidad por mi parte. Veo todo esto con gran ataraxia, con un gran escepticismo. Es inevitable que cuando tú tomas partido, cuando tienes opiniones, pues generes coincidencias y discrepancias, generes en términos de redes sociales seguidores y perseguidores. Hace mucho tiempo que lo tengo muy asimilado.
P.- ¿Cuál ha sido en estos años el peor momento?
R.- Del tiempo que cuento que abarca este libro, evidentemente aquel infame montaje del vídeo que pretendió mi asesinato civil, que generó una situación muy desagradable en lo personal y en lo profesional, pero que quedó solventado como debía hacerlo. Reaccionamos periodísticamente tratando de averiguar la verdad de lo que estaba ocurriendo. Actuamos como si aquello se lo estuvieran haciendo a otro. Y, lo más importante, descubrimos la verdad, conseguimos sentar en el banquillo a los responsables de esa infamia y conseguimos que lo condenaran. Y ahí queda la verdad judicial de lo ocurrido. Pues fue un intento de cambiar la línea del diario El Mundo en relación con la guerra sucia y en vísperas de los principales juicios sobre los GAL. Yo en el libro hablo con bastante detalle de lo sucedido desde este sentido de la distancia. Entre otras cosas porque ha transcurrido un cuarto de siglo.
A mí me hubiera gustado jugar más a la petanca con Felipe González"
Pedro J. Ramírez
Quizá lo más significativo es que, visto con perspectiva y teniendo en cuenta todo lo que hemos venido sabiendo a lo largo de este tiempo, hay indicios abrumadores de que el ex presidente Felipe González tuvo una participación personal directa en el impulso de esa infamia.
P.- Felipe González está haciendo un archivo parecido a lo que hacen los presidentes estadounidenses. ¿Crees que en esos cuadernos aparecerán detalles sobre hechos como este?
R.- No lo sé; lo que sé es que el productor de aquel montaje fue su asistente personal, Ángel Patón, un hombre que pasó años y años a 25 metros suyos en La Moncloa y que además era el enlace entre La Moncloa y el CESID. Yo sé que en el diario que se incautó a la mujer a la que se utilizó para tenderme la trampa y que dio pie a esa grabación y a ese montaje, salen una y otra vez referencias autógrafas a cómo ella habla -de referencia, claro- a cómo sus cómplices se lo cuentan a Felipe González. Van sucediendo los avances en la negociación y se lo van contando a Felipe González y le transmiten a ella que González tiene mucho interés en que esto salga adelante. Luego está el hecho de que tanto Patón como el gobernador Goñi Tirapu fueran condenados, que Vera estuviera sentado en el banquillo y que fuera absuelto con la reflexión del tribunal de que había una alta probabilidad de que fuera culpable, pero no la certeza absoluta y que por eso se le absolvía. Pero en el turno de la última palabra, él dijo que había alguien más importante que él, que había estado implicado en todo eso. Más importante que un secretario de Estado sólo puede estar un ministro o un vicepresidente, o un presidente del Gobierno. En el libro sobre los apuntes de Manglano aparece un dato muy impresionante que es que la primera persona que le habla a Manglano de la existencia del vídeo es Felipe González y, según Manglano, lo hace a las once de la mañana del 1 de septiembre de 1997. Es decir, un mes antes de que yo me entere de nada. Ahí están esos datos, creo que cuando se juzgue con perspectiva la conducta personal de este señor, pues se tendrán en cuenta.
P.- ¿Crees que la historia pondrá a la X sobre Felipe González?
R.- Bueno, yo creo que ya la ha puesto. Es imposible que una trama de terrorismo de Estado en la que resulta condenado por secuestro y malversación su ministro del Interior y no es un episodio aislado, son múltiples episodios en los que intervienen y también son condenados altos mandos de la Guardia Civil, altos cargos del Ministerio del Interior y de la estructura de los gobiernos civiles en el País Vasco. Todo esto es imposible que sucediera sin el conocimiento y la autorización expresa del presidente del Gobierno. La X se la llevará puesta al otro mundo.
P.- Puedes abstraerte, como periodista y analista de la vida de España, de la figura de Felipe González para valorar su comportamiento en los últimos años y su papel actual.
R.- Yo creo que él nunca ha aceptado su derrota electoral. Él era un hombre tan soberbio, tan pagado de sí mismo, tan falto de escrúpulos y límites morales. Al mismo tiempo - todo hay que decirlo- dotado de unas grandes condiciones para el ejercicio del liderazgo, dotado de una gran capacidad de comunicación, de un pragmatismo y una visión política. Durante los gobiernos de Felipe González se hicieron muchas cosas buenas para España. La más importante, zanjar la cuestión de nuestro encuadramiento internacional con la entrada en la Unión Europea y el mantenimiento en la OTAN. Pero también se hicieron muchas cosas en materia de infraestructuras, de protección social. Yo no tengo una visión monolíticamente negativa de los años de Felipe González. Lo que pasa es que es verdad que hay una cuestión previa, de índole moral, que supedita todo juicio de conjunto al hecho de que autorizó e impulsó gravísimos delitos. Luego, yo creo que él nunca aceptó su derrota y nunca ha sabido comportarse con la normalidad de un ex presidente. Y yo veo que hay bastante continuidad entre aquellos ataques de ira contra Aznar y contra Anguita - el "son la misma mierda"- y contra mí mismo presentando portadas del periódico y llamándome "canalla, amoral, Pedro Jeta", cosas de estas. Yo creo que hay una continuidad entre ese comportamiento y el comportamiento de los últimos años, no aceptando que el Partido Socialista tomara un rumbo que a él no le gustaba e incluso rompiendo la más elemental de las más elementales reglas del juego al revelar públicamente conversaciones con Pedro Sánchez cuando quería ponerle en evidencia o ponerle en ridículo. Creo que él es un hombre que, como digo, no ha terminado de aceptar la manera en que salió del poder.
Los periodistas y los políticos estamos en una pecera. Puedes decir qué anzuelos te tragas y qué anzuelos no, pero no puedes estar fuera de ella"
Pedro J. Ramírez
P.- Se te ha criticado que jugaste demasiado al pádel con Aznar. ¿Hubo demasiado acercamiento?
R.- Bueno, a mí lo que me hubiera gustado es jugar más a la petanca con Felipe González -porque también en mi libro hay una partida de petanca en campaña electoral-. Me hubiera gustado haber tenido mayor cercanía con él en los años siguientes, una vez que ya llegó a La Moncloa. Ojalá hubiera podido tener ese acceso personal a todos los presidentes del Gobierno. Si yo no hubiera conocido tan bien como conocía a Aznar, yo no hubiera cambiado la portada del 11-M quitando la palabra ETA después de que él me llamara para decir que estaban seguros de que había sido ETA. Pero yo le conocía tanto, que me di cuenta de que sólo estaba transmitiendo una percepción, pero que no estaba transmitiéndome pruebas, que no tenía elementos materiales. Porque, si los hubiera tenido, me los hubiera comunicado pidiéndome que guardara reserva, como había ocurrido en otras ocasiones. Está el caso inverso que, como ha reconocido el propio director de El País, ellos no iban a poner la palabra ETA en el título y la pusieron después de que les llamara Aznar. Yo iba a poner la palabra ETA porque era lo que decía Ibarretxe, lo que decía Zapatero, lo que decían todos en esa mañana, pero cuando me llamó Aznar cambié la portada.
Los periodistas y los políticos estamos en una pecera. Puedes decir qué anzuelos te tragas y qué anzuelos no, pero no puedes estar fuera de ella, de ese entorno, fuera de ese hábitat. Entre un periodista y un político, cuando el político gobierna, las relaciones podrán ser cordiales, pero siempre tensas y cambiantes en función de los acontecimientos. De hecho, tanto en el caso de Zapatero como de Aznar, que son los dos presidentes de Gobierno a los que más he tratado, yo creo que mi amistad con ellos ha llegado cuando han dejado de ser presidentes.
P.- ¿Qué relación tienes con el actual Gobierno de coalición?
R.- Bueno, digamos que esto queda para otro tomo, ¿no?
P.- Seguro que en el otro tomo también estará, pero no puedo dejar de preguntarte por tu percepción, con tu olfato, de cómo va a terminar la disputa entre Casado y Ayuso.
R.- Si tengo oportunidad, y espero tenerla porque todos hablamos unos con otros, le voy a decir a Pablo Casado que se está equivocando gravemente al permitir que se estire esta situación absurda en la que el mayor perjudicado es él. No hay ninguna duda de que Ayuso se ha ganado el liderazgo del partido en la Comunidad de Madrid y además su único rival posible es el portavoz nacional del partido y no se puede representar al todo y a una parte a la vez. Cuando lo intentó Cospedal, así salieron las cosas. Yo creo que Casado debería acabar con esta tensión, debería llamar a Díaz Ayuso y deberían arreglarlo y establecer una hoja de ruta política común para convalidar el gobierno de la Comunidad de Madrid y para utilizar a Ayuso como una de las piezas clave para que Casado pueda llegar a La Moncloa.
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