Ya es revelador que la primera locutora de la primera emisora que abrió las ondas al público fuera su única empleada. De hecho, era secretaria y taquígrafa. Pero a ella le tocó decir en antena la frase que pasaría a la historia, “…La estación radiodifusora EAJ-1 de emisiones Radio Barcelona…”, con un clarísimo acento catalán.
Desde aquel 1924 hasta hoy, la radio ha sido invento, medio de masas, informadora inmediata, pegamento de la sociedad y testigo constante del paso de la vida. Y ahora se las ve y se las desea para pagar sueldos sin subirlos, mantener enormes estructuras con edificios y pagar los nada ecológicos millones de watios que consumen los centenares de centros emisores en toda España habiendo red móvil.
Pero sus gentes, ávidas de hablarle a ese oyente invisible que está dentro del micrófono o tras una pared insonorizada, nunca pusimos reparos a sacrificarlo todo si era necesario para poder hacerlo. Y cuando nos reúnen a muchos en un solo espacio, hay de todo menos silencio, aunque el miércoles tuvo lugar alguno.
El primero, para escuchar el bizarro inicio de la gala a cargo de Andreu Buenafuente, quien, como él mismo reconoció, se vio desbordado al estar frente a lo más florido del medio que nos vio crecer. Salvado por el siempre impecable Carles Francino, el presentador tuvo momentos chispeantes, muy ingeniosos, aunque se vio incapaz de frenar algunos trenes de largo recorrido que se sentaron a ambos lados del estudio creado para la ocasión en el escenario. Flanqueado después por su inseparable Berto Romero, la pareja que continúa haciendo radio y pódcast los fines de semana, casi consiguieron tener la misma gracia que en su excelente Nadie Sabe Nada.
Batallas (y batallitas) del dial
Anteanoche, esa “EAJ 1 de emisiones Radio Barcelona” celebró en la Sala Oval del Museo Nacional de Cataluña un evento en el que se nos permitió abrazar a quienes fueron nuestros compañeros, jefes o competidores en aquel (todavía este) minúsculo campo de batalla que es el dial. Ese diminuto Google de apenas 10 o 12 posiciones estuvo siempre muy competido, y de aquellas batallas épicas han dado buena cuenta hasta series ficcionadas como Los reyes de la noche. Basadas en hechos reales. Doy fe.
Todas esas rivalidades hasta el alma no pasaron de la anécdota en la fiesta de Barcelona. José Ramón de la Morena y José María García compartieron mesa y tiempo ante los micrófonos. A pesar de estar presentes otros importantes bastiones de la radio deportiva española como Manu Carreño o Dani Garrido, García monopolizó el instante con una suerte de monólogo punki repleto de los clásicos que mejor le funcionan. Y eso que el día anterior parece que amenazó con no salir a escena.
Volvieron a hermanarse, aunque eso ya no es sorpresa, los amigos Iñaki Gabilondo y Luis Del Olmo. También hubo espacio para reunir a algunas de las voces femeninas que siempre nos acompañaron, como las de Pepa Fernández, Àngels Barceló, Gemma Nierga o Julia Otero. Se iban sucediendo las estrellas en un ejercicio de nostalgia permanente, que si bien es necesaria cuando se cumple un siglo, roza a veces la falta de interés para un público que cuando pasen los ecos del día de la radio y este aniversario, continuará con su vida y, por ejemplo, con sus redes sociales o sus playlist en Spotify.
¿Y la radio musical?
A propósito de la música, sonó como un cañón la falta de protagonismo que tuvo en el escenario el papel desempeñado por los conductores de programas musicales. Si no fuera porque el incombustible y eterno DJ de Los 40 Tony Aguilar se levantó para reivindicar a nuestros difuntos compañeros de las ondas sonoras, poca presencia hubo para las decenas de millones de oyentes que ha tenido la radio musical en las últimas décadas.
Joan Manuel Serrat, en un ejemplo de saber estar ante un micrófono, bien sea para cantar o para hablar al respetable, con su dosis de humor bien fundamentado, supo reivindicar que hubo canciones suyas que nunca fueron número uno en la lista de éxitos del grupo. Cuando fue asaltado micrófono en mano por Buenafuente, el creador de esa lista y padre de la radiofórmula española, Rafael Revert, hizo gala del espíritu positivo que nos inundó a todos los realizadores que encarnamos esa marca en algún momento, limitándose a desear que la fiesta continuase, sin más disquisiciones. En el fondo, es de lo que iba esto siempre, de disfrutar ante un micro.
Al humorista Raúl Pérez, el grandísimo imitador profesional que sabe como nadie encontrar dejes y entonaciones de cualquier personaje que hable o cante, fue a quien encargaron realizar las menciones publicitarias en un simpático monólogo. Tuvo ese espacio un apoteósico final en el que acertó clarísimamente en su imitación de uno de los grandes ausentes de la gala, el recientemente fallecido Pepe Domingo Castaño. Fue una de las mayores ovaciones de la noche.
Se hizo largo el show, en sus más de 70 minutos. Hasta Jordi Basté, la voz más escuchada en la radio catalana de la actualidad, hizo honor a su dudoso talante al hacer su crítica. Cito aproximadamente:
–Basté: Andreu, te está quedando una gala muy…
–Buenafuente: … gracias, Jordi, se hace lo que se puede…
–Basté: … larga. Mañana yo madrugo, y esta gente querrá cenar.
Simpatía y compañerismo no faltó. Radio Barcelona, empresa que me dio mi primer trabajo remunerado, y cuna profesional de comunicadores como Jordi González, Constantino Romero o Jordi Hurtado, realizó un esfuerzo importante por rememorar todos esas millones de horas en antena con lo mejor posible, dadas las circunstancias. Y hoy todos hemos vuelto a nuestra vida diaria, en la que siempre habrá alguien queriendo contar algo a otros con su propia voz.
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