La frase "Saben aquel que diu..." lleva nombre propio, el del humorista Eugeni Jofra Bafalluy, popularmente conocido como Eugenio. Sin embargo, la que para algunos no es tan conocida fue su primera mujer y madre de dos de sus hijos, Concepción Alcaide.
Bajo la premisa de hacerle un homenaje a Conchita y reivindicar su papel imprescindible en la trayectoria del cómico así como para arrojar luz sobre la persona que había tras el personaje; el primogénito, Gerard Jofra, publicó los libros Saben aquel que diu (Medialive Content) y Eugenio (Cúpula).
Ahora, David Trueba los adapta junto a Albert Espinosa en Saben aquell, una producción de Ikiru Films, Atresmedia Cine y La Terraza Films disponible en cines desde este miércoles 1 de noviembre. Cuenta con música original de Andrea Motis, quien ha adaptado los temas que interpretan Carolina Yuste y David Verdaguer.
Completan el reparto Pedro Casablanc, Marina Salas y Ramon Fontserè junto a varios personajes que formaban parte del entorno profesional de Eugenio y que se interpretan a ellos mismos.
Más allá de los chascarrillos —muchos de los cuales resultarían políticamente incorrectos en la actualidad— del elocuente humorista interpretado por un Verdaguer irreconocible tras los cristales tintados y una profundísima voz; la colorida película comienza con la historia de amor entre Conchita, una estudiante de arquitectura onubense trasladada a Cataluña para cantar; y Eugenio, un joyero a punto de romper su matrimonio.
La película ilustra la unión de ambos, primero como un inesperado dúo que incluso rozó Eurovisión (Els Dos) y luego como una pareja intentando sobrevivir a los gastos de tener dos niños, a una industria musical que no los quiere juntos, a la paternidad ausente de Eugenio después, a una remuneración injusta de los casetes del cómico y, por último, a la trágica y repentina muerte de Conchita por cáncer de mama.
La pacense Carolina Yuste hace tándem inseparable con Arantxa Echevarria en películas como Carmen y Lola (por el que se llevó el Goya a mejor actriz de reparto en 2018), La familia perfecta, Chinas, y, en un futuro próximo, La infiltrada, sobre la historia real de una agente de la Policía Nacional que en los noventa y con 20 años de edad, consiguió infiltrarse en la banda terrorista ETA presentándose como militante del Movimiento de Objeción de Conciencia de Logroño.
Pero antes, habla con El Independiente desde el Hotel Villa Real, en los aledaños del Palacio de Congresos, sobre Saben aquell, la responsabilidad del cine en los conflictos sociales o sobre que, de pequeña, soñaba con ser bailarina.
Pregunta.- ¿Qué sabía de Eugenio y Conchita antes de Saben aquell?
Respuesta.- De Eugenio tenía la imagen del cómico, aunque no era especialmente seguidora. De Conchita evidentemente no teníamos ni idea nadie y eso era una de las cosas que más me gustaban, la manera en la que esta peli no es solo la vida de Eugenio, sino que de repente pone en valor la vida y el esfuerzo y el amor y la entrega y las renuncias de Conchita.
P.- ¿Cómo la describiría?
R.- Esto es difícil, porque es una persona real y a quien en realidad no conocí. Pero mi sensación y mi intuición por las cosas que nos han contado es que era una una mujer súper valiente que se va de Aracena [Huelva] a Barcelona a intentar ganarse la vida con la música en un momento dado. Pero estamos en otra época, así que termina adoptando el rol de madre y de mujer entregada.
P.- ¿Qué ha sido lo más complejo del papel?
R.- Lo más complicado creo que ha sido no juzgar a Conchita con mi enfado de ahora. Porque, en su lugar, yo me habría puesto a mí por delante o al menos habría puesto un límite a algo así. Pero eso habría sido un error, porque entonces me habría estado contando a mí y no a ella.
P.- La película está en catalán. ¿Tenía nociones previas del idioma?
R.- No, pero he vivido en Barcelona un año y curré mucho allí, también tengo muchos colegas y esas cosas te hacen querer aprenderlo. Saber una lengua nueva es un regalo enorme. Me preparé, porque de cara a empezar la peli yo quería llegar lo suficientemente tranquila para poder improvisar en el rodaje y para eso no vale con aprenderse las frases como un papagayo. Ha sido chulísimo, lo que al principio parecía una limitación se ha convertido en una ventaja, he encontrado cosas nuevas de mí misma, una calma diferente, otra madurez, otra musicalidad. Aprender cosas de nosotros mismos es una de las mejores cosas de nuestro trabajo.
P.- Canta en muchas escenas de la película, algo que ya hizo en Las noches de Tefía.
R.- Me considero más intérprete que cantante, pero me lo pasé muy bien, aunque creo que quizá ser cantante añadiría una presión con los tonos, con la limpieza de la voz… pero la vida que me traiga lo que me tenga que traer y ya veré yo si me sumo. Que me digan que tengo que cantar en un proyecto es algo que me atrae que flipas, me encanta.
P.- ¿Siempre supo que quería ser actriz?
R.- Yo de pequeña quería ser bailarina y siempre digo que mi primer trabajo soñado era ser gogó de Ibiza, porque mi hermana curraba allí las temporadas de verano. Me vine a Madrid a estudiar interpretación de gesto, pero me suspendieron, no entré en la escuela y gracias a eso conocí a un profesor de interpretación de texto, que me pareció otra opción muy guay para expresarme.
P.- Hace días y en relación con la situación en Gaza escribió que los actores deberían reflexionar sobre cómo sus papeles banalizan la violencia. ¿Cree que desde la ficción a veces se deshumaniza a las víctimas de conflictos reales?
R.- Sí, aunque no sé muy bien el porqué. Hay que hacer un ejercicio de reflexión en la propia industria, porque a veces es como que vemos el mundo, pero no nos hacemos cargo de él. Hay proyectos en los que se habla de violencia, de narcotráfico y de consumo de drogas desde un lugar romántico, se erotiza y parece que mola ser una persona que mata, que tiene armas o que se mete cocaína. Creo que esto es peligrosísimo. Retratar la violencia es importante porque somos una sociedad violenta, pero a veces se erotiza. Somos responsables del imaginario colectivo.
P.- La mayoría de sus películas tienen un enfoque social. ¿Cuáles son sus líneas rojas?
R.- El otro día pensaba que creo que soy actriz porque es mi forma de hacer activismo. Yo ahora soy una persona privilegiada con agua caliente en mi casa, electricidad, una cama, el mes que viene puedo pagar el alquiler… este privilegio me hace poder decidir los proyectos en los que me meto. Para mí, lo importante es que sea un proyecto que sume, que no sea venenoso sino que genere amor, justicia y referentes nuevos y sanos. Pero toco manera y todo lo que haga falta, porque yo sé que este oficio es muy largo, aunque no creo que el mundo aguante tanto. Así que, si tengo que pasar por otros lugares, no quiero juzgarlo, porque quiero sobrevivir en esta industria y es muy difícil. Lo importante es escucharse uno mismo, entender qué te motoriza y ser coherente con ello. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad y el privilegio también. Sé que hay gente que me escucha y decido utilizar esto, aunque tener que opinar siempre y que se te clave la bandera de justiciera también es agotador. Estoy aprendiendo de la vida, no tengo ni idea y lo que para mí hoy es verdad a lo mejor mañana ya no lo es. Pero creo que hay unos mínimos sobre los que tenemos que estar de acuerdo como sociedad, que es que no se puede permitir la barbaridad.
P.- ¿Qué nos puede decir de sus nuevos proyectos, como Don't fuck up With Carrie o La infiltrada?
R.- Estoy muy feliz, aunque La infiltrada me tiene nerviosísima pese a que ir de la mano de Arantxa Echevarria me tranquiliza. También estoy dirigiendo un monólogo de teatro llamado Don't fuck up with Carrie sobre el bullying, el acoso escolar y la violencia. Refleja cómo desde las escuelas tachamos de monstruo a quienes entran nuevos y cometen aun acto violento, pero no a los que llevan años acosando a esa persona. Lo dirijo con Sara Sierra. Y también estoy haciendo un documental con Afiñeco, un chico trans amigo mío.
P.- No para, pero esa no es la tónica general en el mundo de la interpretación.
R.- Ay, sí, es muy difícil, pero creo que para los principiantes lo mejor es que se pregunten el por qué y el para qué. El concepto del éxito en este oficio es muy difuso, y en la sociedad también, es una basura. Parece que solo es una cosa, pero debe ser algo relacionado contigo. Es verdad que es una profesión de constancia, de estar... y eso es una putada, porque si tienes que estar currando 40 horas para poder pagar la casa, la luz, el móvil, etcétera, y no puedes estar más pendiente, es jodido, indudablemente no se puede. Tenemos un 92% de paro.
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