"Los viejos policías dicen que los malos necesitan tener muchos días de suerte pero que a ellos, a los buenos, solo les basta uno". La mayor caza del hombre que Madrid -y España- ha conocido terminó mostrando su rostro, su nombre y sus apellidos gracias al trabajo sin descanso de un puñado de policías. Durante meses, la Brigada de Policía Judicial de Madrid hizo de la caza del pederasta de Ciudad Lineal una obsesión personal. No dormían. Apenas comían. Y todo giraba en torno a cómo dar con un tipo invisible esperando, sin éxito, que diese un paso en falso.
La de Antonio Ortiz Martínez es una historia criminal calificada como "sin precedentes" que puso en vilo a toda la sociedad española. Sin embargo, "cuando se detuvo a Ortiz, se dejaron muchas cosas por contar". Casi cinco años después, el periodista de investigación Manuel Marlasca pretende con su último libro Cazaré al monstruo por ti, a la venta este 18 de marzo, arrojar luz a un caso lleno de sombras y mostrar la historia desde un punto de vista diferente: el de los policías que durante meses dedicaron sus días y sus noches a "perseguir una sombra", un violador que llegó a convertirse en "el enemigo público número uno".
Aunque la Operación Candy, como se denominó al operativo, comenzó oficialmente en el mes de abril de 2014 con el secuestro y agresión sexual a una niña española, lo cierto es que, extraoficialmente, todo el mecanismo se puso en marcha el 25 de septiembre de 2013. Antonio Ortiz secuestró, violó y abandonó a Lúa, una niña de tan solo cinco años. Es en este instante cuando la Brigada de Policía Judicial de Madrid saben que se enfrentan a un tipo peligroso, un individuo capaz de llevarse a niña a plena luz del día ajeno a las cámaras, a la vigilancia, a los viandantes. "Madrid es una ciudad donde hay muchos delitos sexuales al año, pero la forma en que actuó el depredador les hacía pensar ya entonces que se enfrentaban a alguien muy peligroso", asegura a El Independiente Manuel Marlasca.
Fue en ese preciso instante cuando comenzaron los errores, los callejones sin salida y, sobre todo, la desesperada sensación de "perseguir a un fantasma". La única salida para dar con él pasaba por la "acumulación de delitos". Ortiz debía dar un paso en falso, y la única forma era volver que volviese a agredir.
Las sombras de un caso "histórico"
El mediático caso del pederasta de Ciudad Lineal fue, ante todo, una carrera de obstáculos, a contrarreloj. A Lúa le siguió Paula (nombre ficticio), una niña española de nueve años que fue secuestrada, agredida sexualmente en la guarida del monstruo de la calle Santa Virgilia, y abandonada a su suerte horas después en el metro de Canillejas.
La siguiente fue Xia, una pequeña de seis años de origen chino con la que siguió el mismo patrón y que tuvo que ser operada de urgencia por la hemorragia interna que le había causado el violador. El último ataque se produciría el 22 de agosto de 2014, en este caso Daisy, una niña de siete años a la que se lleva a un descampado, donde también la agrede sexualmente. Es liberada en el distrito de San Blas tan solo hora y media después.
En paralelo, la Brigada trabajaba sin descanso viendo, impotentes, cómo aumentaba el número de víctimas, aún sin dar con el agresor. Los problemas comenzaron con un "error involuntario". Ortiz tenía antecedentes por un delito sexual cometido en 1998, pero entonces no fue catalogado como tal. Esta hubiese constituido la primera de muchas pistas que hubiesen allanado el camino de las autoridades.
El gigantesco volumen de datos que se manejó también agravaba la situación. "Estamos hablando de millones de números de teléfono, de matrículas de coche... la información era masiva", asegura Marlasca.
Uno de los errores más graves fue no tomar muestras de Lúa, la primera niña a la que atacó el monstruo de Ciudad Lineal
Pero también se cometieron otros errores y uno de los más trascendentales tuvo que ver con la primera víctima, Lúa. A la pequeña no se le tomó muestras después de la agresión sexual en septiembre de 2013, pese a que la niña hablaba de tener "las coletas manchadas". De nada sirvió. Los protocolos fallaron. "El forense cometió un error muy grave al no coger muestras del monstruo", admite el periodista.
Del mismo modo, se erró al subestimar la peligrosidad de Ortiz, sobre todo por parte de "mandos policiales y mucho menos políticos".
Testimonios desgarradores
En Cazaré al monstruo por ti se da todo el protagonismo a las personas que participaron en el operativo y que dieron caza al monstruo, dando debida cuenta del infierno que también vivieron los policías, quienes veían como "se les escapaba un violador que abusaba de niñas pequeñas, muchos de ellos eran padres, pensaban en sus hijas y en lo que ese hombre podía hacerles".
Pero para el escritor, los testimonios más difíciles de escuchar fueron los de los agentes del Grupo Candy que acompañan a la pequeña Xia al hospital y ven como, justo delante de ellos, sufre una hemorragia interna que les hace imaginar "la dimensión del monstruo al que tenían que cazar". De hecho, la cirujana del Hospital Universitario de la Paz, encargada de atender todas las agresiones sexuales a menores de Madrid, se apresuró a precisar que "no había visto nada parecido en su vida".
Lo más duro fue ver cómo padres, psicólogas y policías trataban que las niñas reviviesen lo que no deberían haber vivido nunca
El jefe de la Brigada Policial Judicial, José Luis Conde, recuerda ese día como el día en que "supe que se me acababa la vida, que solo iba a vivir para detener a ese tipo".
Marlasca destaca a este medio lo que supuso el testimonio de Mariluz, una policía veterana encargada de tomar declaración a Paula, la niña española, en el mismo hospital. "Se le saltaban las lágrimas recordando lo que contaba la pequeña", recuerda el periodista.
Por su parte, el escritor señala que el peor momento de la investigación fue "ver las imágenes de las niñas declarando en los juzgados, ver a las psicólogas, a los padres y a los policías tratando que las niñas reviviesen un momento que no deberían haber vivido nunca". Esas imágenes "las tengo grabadas en la retina, y voy a tardar tiempo en olvidarlas".
El error del monstruo
Originario de Jaén pero residente en Madrid; divorciado, padre de dos hijos y adicto a los esteroides. Este era el perfil del que se convirtió en el mayor enemigo de los madrileños, un tipo que supo esconderse y seguir agrediendo durante meses, que sabía actuar bajo el más absoluto de los sigilos. Pero no le fue suficiente.
La policía se enfrentaba a un individuo que vigilaba y escogía cuidadosamente a sus víctimas, todas con el factor común de ser muy delgadas, pequeñas y bajitas. A estas las drogaba con fármacos como el Lorazepam, las violaba y después las duchaba cuidadosamente para borrar todos sus rastros.
Poner rostro al pederasta no fue solo obra de la tecnología y del inmenso despliegue de medios y efectivos sino de "la imaginación y el olfato de la policía, el saber dónde tenían que poner controles, de conocer cómo y qué preguntar a las niñas".
El error más grave de Antonio Ortiz fue elegir a Paula como víctima. Jamás imaginó que la niña nos daría tanta información"
Del mismo modo resultaron fundamentales los testimonios de las pequeñas, especialmente el de una de ellas: Paula. "El error más grave del pederasta de Ciudad Lineal fue elegir a Paula. Jamás imaginó que esa niña nos iba a dar tanta información", asegura en el libro David, uno de los encargados de la Operación Candy.
El 24 de septiembre de 2014 los GEO entran en el domicilio de Ortiz y es arrestado. El 23 de febrero de 2017 es finalmente condenado a 70 años de cárcel por secuestrar y violar de cuatro niñas.
El pederasta de Ciudad Lineal ya está en prisión y el reinado del terror que creó en las calles madrileñas terminaron junto a su libertad. Pero los protagonistas del libro de Manuel Marlasca continúan sin descansar, dedicados día tras día a cazar distintas clases de monstruos. Aunque quizá fue el caso más complejo, Ortiz es, tan solo, uno de ellos.
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