Era muy abierto. Se relacionaba mucho con la gente y muy bien. Venía al campo con nosotros, iba a las casas particulares… fenomenal”. Esta era la impresión de Lorenzo Garrido, alcalde de Mengabril, de los primeros meses de José Donoso como párroco de la iglesia de este pequeño pueblo de casas bajas de Badajoz. Pero pronto, entre los años 2011 y 2013, una serie de episodios hicieron sospechar al pueblo y a su Ayuntamiento de la conducta sexual del cura con los menores.
Una conducta sobre la que recientemente se ha pronunciado el Tribunal Supremo, que ha condenado a Donoso a 17 años y siete meses de cárcel por abusar de dos chicos del pueblo, confirmando así la sentencia que en 2017 dictó la Audiencia Provincial de Badajoz.
En esta pequeña localidad, de cerca de 500 habitantes y pocas calles, las fiestas giran entorno a la Parroquia de Santa Margarita, una construcción del siglo XV situada en el norte del pueblo. Ahí llegó el cura después de ejercer como párroco y profesor en diferentes lugares de Extremadura, como en Don Benito, el pueblo vecino donde ha residido hasta su entrada en prisión.
El cura, además de oficiar la misa, impartía catequesis en el colegio público del pueblo. De aquella época, algunas vecinas, como Marta, le recuerdan como una persona “desagradable” que miraba con cara de “diablo”. "En el trato con la gente era una persona que, o te estaba dando besos y estaba todo el día contigo halagándote, o era una persona que pasaba al lado tuyo y ni te miraba o te hablaba mal", describe a El Independiente el concejal de Cultura y Servicios Sociales, Jesús Gordillo.
Donoso le dijo al chico que “tenía unas piernas muy bonitas” y trató de tocarle la entrepierna
Los primeros problemas con él llegaron, precisamente, con las catequesis. Donoso, según recuerda el edil, les dijo a los niños que las mujeres eran unas “putas” que se casaban “para quedarse con la casa, el coche y los hijos”. Al parecer, también les explicó “cómo era la masturbación” o quiénes eran los mamporreros -las personas que dirigen el miembro del caballo en la cópula-. A partir de ahí, la relación del párroco con Ayuntamiento empeoró.
Los rumores sobre la conducta sexual del párroco ya habían llegado a oídos del Consistorio. En 2011, José Antonio Pérez, que asegura haber estudiado en el Seminario Menor de San Atón en el que Donoso fue formador, se puso en contacto con el Ayuntamiento para advertirles de quién era este párroco. En 1982 -explica-, cuando tenía 12 años, se encontraba con el cura en un coche. En un momento dado, Donoso le dijo al chico que “tenía unas piernas muy bonitas” y trató de tocarle la entrepierna, pero José Antonio se apartó. Tras ese episodio, el sacerdote maltrató “especialmente” al chico, hasta que finalmente lo expulsó en 1984, cuenta José Antonio, que afirma que otros amigos suyos también “fueron abusados” por el cura. Las palabras de José Antonio, que en un principio sonaron inverosímiles para el Ayuntamiento, fueron haciéndose creíbles.
La casa parroquial y el cerco a M.
La actividad de Donoso en el pueblo fue más allá de las misas y catequesis. También llegaba a la casa parroquial del municipio, un vivienda de muros blancos, patio interior y cuatro habitaciones situada junto a la carretera que comunica Mengabril con el resto de pueblos de la zona. Entre 2013 y 2014, acogió en este lugar a una pareja rumana, Florian C. y Doina P., y a sus tres hijos, entre los que se encontraba M., un chico de 12 años. Donoso era una persona “muy autoritaria”, que “fue cerrando un círculo en el que se quedó con las personas que a él le veían bien y que podía manejar”, explica el concejal Gordillo.
La comida, la ropa, e incluso las gestiones burocráticas, Donoso se encargaba de casi todos los gastos de la familia y prestaba especial atención a M., al que llevaba al médico y obsequiaba con regalos. Los vecinos en el pueblo, como Guadalupe o Carmen, recuerdan cuando Donoso se llevaba en coche al chaval. Gordillo, por ejemplo, relata cómo en una ocasión vio a M., conduciendo el Renault Megane del sacerdote sentado sobre él. Y el propio alcalde, desde un piso frente a la casa parroquial, fue testigo de como el cura jugaba, manoseaba e intentaba besar a M., que le evitaba haciéndole “la cobra”.
El cerco sobre M., crecía: Donoso logró que Florian y Doina lo autorizaran ante un notario para que fuese informado sobre la evolución en los estudios del joven. También renunciaron a las ayudas sociales que concedía el Ayuntamiento y que exigían un seguimiento de los Servicios Sociales a las familias que las percibían. Un renuncia “inexplicable (…) salvo que quieran evitar ese control”, señaló la Audiencia Provincial en su sentencia. En 2014, tras el testimonio de P., otro chaval del colegio, los abusos de José Donoso saltaron a la luz.
M., hablamos esta noche si tú quieres, si tú no quieres porque ya no quieres ser amigo mío"
Una noche, estando los padres en la casa parroquial, el sacerdote, que por aquel entonces tenía 66 años, decidió dormir en la misma habitación y cama de M. Fue ahí donde abusó del menor, aunque la naturaleza de estas relaciones sexuales no se ha determinado, pero sí el hecho de que los padres conocieran y consintieran el abuso. También quedó probado que párroco falsificó documentos que entregó en el colegio de M., para justificar sus faltas de asistencia a clase.
El Ayuntamiento puso en conocimiento a la Fiscalía de Extremadura las conductas sexuales del sacerdote y en enero de 2015 se le impuso como medida cautelar la prohibición de acercamiento y de comunicación respecto algunos de ellos. Pero Donoso la incumplió y en julio de ese año envió mensajes de WhatsApp al pequeño rumano: “M., hablamos esta noche si tú quieres, si tú no quieres porque ya no quieres ser amigo mío, pues no me llames, no hablamos”. Sobre los padres, que abandonaron la casa parroquial hace unos días, pesa una condena de cuatro años de prisión por un delito de abuso sexual en comisión por omisión.
El abuso de "el maldito" a P.
El caso de P. fue el que alertó al Ayuntamiento y desencadenó el escándalo que hizo saltar a este pequeño pueblo agrícola a las televisiones y periódicos. El chico, de 12 años y un trastorno de aprendizaje y déficit de atención, acudía a las catequesis del cura y también ayudaba como monaguillo en las misas. “Nadie iba a sospechar nada de un sacerdote, todo lo contrario, como tenía cierto déficit de atención (…) se veía que estaba intentando ayudarle, hasta que ya se descubrió cuál era la ayuda”, cuenta Ángel Luis García Sanz, abogado del menor durante el proceso.
P. relató otros tres episodios más de abusos, que no quedaron probados
El escenario, al igual que con M., fue la casa parroquial. Donoso se llevó a P. a uno de los dormitorios y ahí se acostó en una cama con él y le pidió una felación, que el menor hizo. El chico tenía miedo de que su madre se enterara y contó a su profesora particular, al concejal Gordillo y a una psicóloga lo que, según se refirió, le hacia "el maldito" cura.
El pequeño relató hasta tres episodios más de abusos sufridos en 2014, entre ellos una felación en la iglesia y un intento de penetración tras la catequesis, que no se pudieron probar. La familia “no daba crédito” y fue la “primera sorprendida” de los abusos sufridos por su hijo, cuenta García Sanz. A día de hoy, P.“parece que lo ha superado” y “no se acuerda” de lo que vivió, cuenta el letrado, que critica que la Audiencia Provincial “no ha sido diligente” para exigir a Donoso el pago de la indemnización de 50.000 euros al menor.
“La justicia también se equivoca”
No todos en Don Benito piensan que Donoso es culpable. Fermín Solano, el reverendo de la Iglesia de Santiago Apóstol, conocía bien al condenado, al que describe como una persona muy inteligente y caritativa, “que se ha entregado demasiado a los demás, dando lo que tiene” y acogiendo a inmigrantes.
“El es muy sincero (…) y si hubiese hecho algo sé que me lo hubiese dicho”. Solano piensa que su amigo es inocente y dice que ningún chico, ni del seminario de San Antón ni de los institutos donde Donoso fue profesor, le ha acusado. “Muchas veces, o varias veces o de vez en cuando, la justicia también se equivoca, no digo que lo hagan queriendo”.
La vida de José Donoso en su pueblo terminó el 2 de abril. La Policía Nacional le detuvo y más de una semana después ingresó en la prisión de Badajoz, según el diario Hoy. Para el regidor de Mengabril, Lorenzo Garrido, el paso de Donoso por el pueblo fue “un golpe muy duro”. Ahora, sus vecinos están contentos con la sentencia y ya hablan de lo antes nadie hablaba.
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