A las 10:30 los feligreses mandan en la Catedral de la Almudena de Madrid. Las visitas turísticas se paralizan. Madrileños, Holandeses, Italianos, estadounidenses y varios turistas de países suramericanos esperan el comienzo de la misa. Suena la campana. La música del órgano retumba en el templo. “Antes de comenzar nos reconocemos pecadores", dice en voz alto el responsable de la catedral Jesús Junquera.
Es segundo domingo de cuaresma y aquí no hay miedo al coronavirus Covid-19. A diferencia de otros lugares públicos donde hay carteles de aviso sobre el coronavirus en la Catedral de Madrid solo hay avisos de guardar silencio para que no se moleste durante la misa y para que no se paseen los turistas durante el oficio.
“Lo único que ha dicho el Arzobispado de Madrid es lo de no besar los pies al Cristo de Medinaceli, pero no hay ninguna indicación más”, asegura uno de los voluntarios del templo que asiste en la misa cortando el paso a los turistas.
Carta de San Pablo a San Mateo. Palabra de dios. Evangelio según san Mateo. “Dios nos ilumina y esta lectura nos llama a no dejar el evangelio a nosotros que nos creemos tan listos debemos tener muy presente al señor”. El padre Junquera interpreta las lecturas y hace un llamamiento a los feligreses a entregarse a los “designios del Señor”.
Silencio y rezo del Credo. Se pasa el cepillo, todo en orden, euros y dólares son bienvenidos. Llega el momento de "darse la paz”. No hay indicación de ningún tipo respecto a qué hacer con el saludo, pero la mayoría del medio centenar de feligreses allí presentes lo tienen claro se saludan inclinando levemente la cabeza y el cuerpo. Algunos besos, los cercanos. Y sí hay quien se saluda sacudiendo las mano. “La paz sea contigo”.
“Nosotras nos hemos besado entre nosotras, a los demás nada más que les hemos hecho el saludo”, asegura Pepa a la salida de misa. Ha venido desde la localidad toledana de Gerindote a pasar el día en Madrid junto con su amiga Victoria.“Llevamos el cacharrito este de la manos, mi hija me ha insistido mucho” dice Victoria, mientras Pepa saca su bote de jabón de manos.
La comunión ha cerrado la misa y los feligreses han tomado, en su mayoría, la hostia consagrada en las manos, algunos directamente abriendo la boca. Bianca una veinteañera de Rumanía sale de la Catedral dirección a Palacio Real. “Vivo en Dublín y allí la comunidad católica ya tiene muy claro lo que hay que hacer”. Y así lo ha hecho, “no he dado la mano, ni he comulgado”.
“Nosotras sí hemos saludado porque los que estaban con nosotras se han dado la mano” Dice una joven estadounidense católica que viaja por España con su madre jubilada. “No tenemos miedo, hay mucha exageración con esto. Tampoco vamos chocando los cinco con gente que va tosiendo, además llevamos nuestro jabón de manos y lo vamos usando cada poco”, añade.
Mañana se van a Barcelona, van sin rumbo por España, “íbamos a Japón, pero por el coronavirus tuvimos que cancelar”, asegura la madre. “Es muy triste todas las cancelaciones que se hacen”, asegura la jubilada que hizo su vida laboral en cruceros. “Cuando vuelva tengo obligación de teletrabajar durante dos semanas” asegura la hija. “Sólo por venir a España. Estamos sobreactuando creo yo, sólo hay que ser inteligentes y seguir las indicaciones de las autoridades. Pero no de nuestro presidente que es un estúpido”, afirma mientras la madre se ríe asintiendo.
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