Es jueves a medio día y el párroco Agustín Rodríguez descuelga el teléfono por segunda vez para atender las preguntas después de retrasar una primera llamada. "Estos días son un poco locura". A esas horas, Madrid acumula 6.777 casos y 498 fallecidos por coronavirus. El cura está en su casa de San Fermín, en Usera, distrito donde oficia misa y ayuda a los vecinos más aislados por la pandemia. Pero también es el responsable de la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada, en el sector 6 de la Cañada Real Galiana, uno de los poblados más excluidos de la región.
Agustín, cuenta, llegó a la Cañada Real en 2007. Su iglesia está en un descampado de tierra, donde es fácil ver basura desperdigada y los furgones de Sanidad del Gobierno regional ayudan a los adictos a la cocaína y heroína. La Cañada nació a mediados del siglo pasado. Lo que al principio era una vía pecuaria estatal se transformó en el hogar de inmigrantes rurales, marroquíes y gitanos españoles y rumanos. Ahí, a lo largo de un camino de 15 kilómetros, conviven construcciones ilegales y chabolas. El Madrid más marginal.
En pocas semanas, el coronavirus ha puesto de vuelta y media las costumbres de toda España. Cada uno confinado en sus casas, sin poder pisar la calle salvo en limitadas excepciones y haciendo lo posible para evitar que el virus se propague. Madrid es la provincia más afectada. En la Cañada Real, sin embargo, no han registrado ni un solo positivo, pero no escapan a la cuarentena: "Nos ha afectado a todos, empezando porque no hay colegios y están aquí todos los niños. No puede haber actividades grupales, tampoco talleres. La Cañada tiene peculiaridades que dificultan la vida cotidiana", explica el párroco.
El Gobierno de Madrid trabaja para concienciar a la Cañada sobre el confinamiento. "Poco a poco se lo toman en serio", indican fuentes regionales
Este peculiar poblado se divide en seis sectores que discurren en forma de hilera entre la frontera este y sur de Madrid. Las chabolas aparecen en el sector 3 y están ocupadas por gitanos. En este reportaje de Europa Press explican que el sector 4 y gran parte del 5 lo habitan marroquíes. El más grande es el 6. Aquí viven rumanos, marroquíes, 'payos' españoles y gitanos. También están la iglesia de Santo Domingo y la antigua fábrica de muebles, un edificio que sirve de sede para las entidades sociales que trabajan sobre el terreno, como Cáritas y la Cruz Roja.
Las entidades atienden a la población de la Cañada. En Cáritas, por ejemplo, ayudan a las familias con cualquier trámite administrativo y organizan actividades en grupo con niños. Hay hasta un festival de cine. Es aquí donde el coronavirus ha trastocado el día a día del poblado. Las actividades en grupo, como en el resto del país, están suspendidas por el estado de alarma. Aunque sí mantienen la atención individual a las familias.
Mientras, en los comedores de la parroquia, detalla Agustín, no hay congelados ni frutas ni verduras. Y los nueve voluntarios que ayudan al párroco han dejado de acudir por la cuarentena. Cerca de 400 niños con beca comedor por ser receptores de la renta mínima interprofesional (RMI) sí que podrán recoger los menús escolares de Telepizza, Rodilla y Viena Capellanes. La ayuda al drogodependiente también continuará durante el aislamiento.
El sacerdote ha visitado una veintena de familias esta semana y ninguna padecía el virus. "Sí que tengo constancia de alguna familia que ha tenido síntomas, pero no es general", añade. La Comunidad de Madrid tampoco ha registrado casos. El Ejecutivo madrileño trabaja con estas organizaciones y asociaciones de vecinos para que los habitantes de la Cañada se conciencien sobre el confinamiento. "Poco a poco también se lo toman en serio", indican fuentes regionales.
La Cruz Roja, en un documento de 2017, defiende que la Cañada Real es mucho más que la imagen de "drogas, chabolismo, la delincuencia o la inseguridad" que venden los medios de comunicación. Un lugar donde los vecinos trabajan día a día para salir adelante, pero en el que encontrar un empleo, estudiar y llevar una vida social activa es "mucho más complicado". Muchos de ellos ya no viven en el poblado o dejarán de hacerlo gracias al Pacto Regional por la Cañada para realojar a familias en viviendas sociales (de las que se han entregado 71 hasta ahora) Pero, de momento, el estado de alarma está a la orden del día. Y el párroco —en otra conversación por teléfono este viernes— insiste: el virus afecta por igual a la Cañada que al resto de la población. "El bicho es el enemigo. Esto se para con aislamiento y medidas de higiene".
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