Vicente Esplugues es un cura atípico, un cura amante del heavy que usa las redes sociales y Youtube fusionando el metal y a dios. Pero no es por eso que le tocó acercarse al Palacio de Hielo, epicentro del dolor en Madrid y el lugar que mejor representa la anomalía en la que estamos instalados. La razón fue la proximidad de su parroquia, Nuestra Señora de las Américas se encuentra a cinco minutos del Palacio de Hielo, la morgue que ha ocupado la letalidad del coronavirus. Esplugues forma parte de una iniciativa del obispado de Madrid que lleva a diario un cura al Palacio del Hielo de Madrid a realizar un responso. Una breve ceremonia religiosa para los muertos del Palacio de Hielo, la misma que se hace en los tanatorios y en los cementerios.
“Todos los días vamos allí a las 11 de la mañana a hacer una oración universal por el eterno descanso de todos los cadáveres que hay allí concentrados”, explica a El Independiente. Él volverá el sábado a “orar por el eterno descanso de todas esas almas”. Esta acción es una iniciativa del obispado de Madrid para "dar visibilidad a la iglesia que acompaña en estas situaciones de muerte, dolor y sufrimiento”, explica el párroco. La Comunidad y el Ayuntamiento ha dado los accesos y la acreditación para poder hacerlo.
“Cada día vamos con nuestras mascarillas, con nuestros guantes y con una hoja donde está impreso el responso. Nos deja pasar la Policía y los de la UME, nos ponemos cerca de la pista de hielo. Es una cosa muy breve, dura entre 8 y diez minutos donde se lee un poco del Evangelio, hay unas peticiones según una fórmula responsal y después bendecimos a las almas”, cuenta.
Una cosa son los números, pero cuando ves allí los féretros te haces consciente de la magnitud de la tragedia que estamos viviendo
La fórmula es plenamente católica, “allí nosotros rezamos por todos, somos una parte de la sociedad que tenemos fe y oramos por el eterno descanso de todos, más allá de saber cómo fue su vida. Son todos anónimos, no sabemos nada de ellos, lo único que tenemos es la certeza de que son hijos muy llamados de dios. A todos, estén bautizados o no, dios les otorga su descanso y la acogida en la eternidad”, concluye.
La experiencia se quedará grabada en la retina de este párroco para siempre. “Es como una nevera. Cuando entré se me pusieron los ojos llorosos porque no es una pantalla como lo que ves por el telediario, sino que son tus ojos los que te hacen consciente de la magnitud de la tragedia. Una cosa son los números, pero cuando ves allí los féretros te haces consciente de la magnitud de la tragedia que estamos viviendo”, asegura el religioso.
“Su misión no tiene fecha de caducidad. “Mientras haya cadáveres iremos, es un servicio simbólico para poner nuestro granito de arena. Lo hacemos por los muertos pero, sobre todo, por los vivos. Un militar me dio las gracias por los difuntos, pero también por ellos. Cuando estamos allí prestamos mucha atención a los militares y a los policías mostrando toda nuestra empatía y reconocimiento de lo que están haciendo”, concluye.
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