Antes de los años 90 Jaime Giménez Arbe sólo era un delincuente de medio pelo. Un tipo huraño, aficionado a la música y con algunos rasgos paranoides. En su historial arrastraba delitos por tráfico de drogas, robos con fuerza o el apuñalamiento a dos personas en un pub de Madrid. Pero nada parecido a lo que le convirtió más tarde en el enemigo público número uno en España.
Su historia la cuentan el escritor Lorenzo Silva y el periodista Manuel Marlasca en El Solitario. El caso del criminal que mantuvo a España en vilo. Una novela gráfica publicada por Random Cómics e ilustrada por Cristóbal Fortúnez. La editorial contactó con los autores y les presentó un proyecto muy avanzado. Relatar la vida del criminal en una novela fue "bastante fácil". "El Solitario ya ha contado su propia historia en un libro hace unos años. Nosotros queríamos contar la historia de los crímenes y de los robos a través de las personas que fueron sus víctimas o que le persiguieron", explica Marlasca a El Independiente.
El Solitario cometió más de una treintena de atracos a lo largo de 14 años
El periodista cubrió en su día los atracos y la detención del criminal en 2007. Para escribir este libro tuvo que resituarse y bucear entre folios y folios de atestados. No es para menos. El Solitario cometió más de una treintena de atracos a lo largo de 14 años. Aunque en el primero no actuó sólo. Una cámara de un banco de Valencia le grabó junto a un compinche. Se sospecha que se trataba de su hermano Álvaro. Tras este episodio comenzó a forjarse la historia del atracador más mediático de España. Una sombra oculta bajo una peluca y una barba postiza.
Sangre fría y destreza con las armas
El primer golpe de Giménez Arbe en solitario fue el 2 de mayo de 1994, en Vivero, Lugo. Todo ocurrió muy rápido. Eran sobre las 13.45 horas cuando un hombre armado, de metro setenta y acento castellano entró en la oficina del Banco Exterior de España. El Solitario saltó el mostrador, amenazó a una empleada y metió 5.700.000 pesetas en una bolsa de plástico. Ni se llevó los billetes cebo —que facilitan el seguimiento del dinero— ni se inmutó cuando se le disparó la pistola. "Se agachó a recoger el casquillo, se lo enseñó a la compañera y le dijo que la Policía ya nos diría el calibre", declaró horas después en comisaría el director de la oficina.
En Vivero, Giménez Arbe mostró algunos rasgos que más tarde le definieron como atracador. "Tenía que provocar el mayor miedo en el menor tiempo posible para doblegar la voluntad de los presentes en el atracado. Y luego cada atracador tiene su firma, la de éste eran esas despedidas tan bizarras. Era un poco parte del histrionismo que tiene su personalidad", recuerda Marlasca. Dos años después, durante el atraco en sucursal de la Caja de Ahorros de Badajoz, dio otro ejemplo de ello. Después de coger como rehén a una empleada, la despidió con un "encantado de conocerla".
Cualquier atracador te dice que es una locura atracar un banco en solitario. Para ir con tranquilidad hace falta un mínimo de tres personas", cuenta Marlasca
Aunque la mayor peculiaridad del Solitario —y "su primer error" — era atracar en solitario. "Yo he hablado con algún atracador y cualquiera te dice que es una locura atracar un banco en solitario. Para ir con tranquilidad hace falta un mínimo de tres personas, como poco. Que entren dos y otro se quede fuera. Y lo ideal son cuatro personas", dice el periodista. Pero la realidad es que el Solitario no necesitó ayuda en los golpes que dio en veintiuna provincias.
Los finales de los 90 y los principios de los 2000 fueron muy intensos. Actuaba cuando se quedaba sin dinero. Hubo grandes botines y otros menos buenos. Tanto en Jumilla (Murcia) como en Gallur (Zaragoza) se hizo con 12.627.000 pesetas. En Calamocha (Teruel), con 4.112.000 pesetas. En Vivero, en Zafra y en Mula (Murcia), más de 5.800.000 de botín en cada uno de ellos. Entre los menos rentables estuvo el de Pina del Ebro, en Zaragoza, con un millón. O el de la localidad toledana de Torrijos, con apenas 199.000 pesetas.
El Solitario no tenía un mes o día favorito de la semana para actuar, era aleatorio. Pero en sus primeros años de atracador sí que mantuvo una serie de rutinas. No asaltaba sucursales bancarias, sino cajas de ahorros. Irrumpía en el tramo horario en el que suele haber menos clientes y más dinero en la caja: de una a dos y media de la tarde. Ocultaba su verdadera complexión física con capas de ropa superpuestas y se movía con soltura por las entidades. En los días previos a un golpe, vigilaba la oficina y estudiaba las salidas de escape.
A la teatralidad y sangre fría del Solitario había que añadir su destreza con las armas. Así lo demostró el 10 de mayo del 2000. El atracador salió de la Caja Rural San Isidro de La Vall d’Uixó (Castellón) con 3.398.000 pesetas. Tenía que recorrer a pie algo menos de 300 metros hasta su coche. Pero tenía compañía. Alguien en la oficina había tocado la alarma alertando a toda la Policía Local del pueblo.
La "gran incógnita" que rodea al atracador es su destreza con las armas. No hizo la mili ni fue entrenado en ninguna guerrilla
El Solitario neutralizó a una primera pareja de agentes. A uno le disparó en un muslo; al otro, en la rodilla. Siguió su camino agachado entre los coches aparcados en la calle. Los agentes también dispararon sin miramientos. Pero el delincuente les mantuvo a raya con una cadencia ordenada y acompasada. Cuando por fin llegó a su vehículo, cogió un subfusil M3, disparó una ráfaga disuasoria y escapó. Había perdido parte del botín por el camino, pero salió indemne y sólo dejando heridos. En aquel incidente, sin embargo, sí que murió una persona. Durante el tiroteo, un disparó de un policía contra el Solitario alcanzó por error la cabeza de un agente.
El buen manejo de las armas era una virtud cuanto menos llamativa en Giménez Arbe. En su juventud, el atracador se saltó la mili por un trastorno paranoico de la personalidad. Tampoco consta que practicara en campos de entrenamiento de alguna guerrilla. "Es la gran incógnita que ha rodeado al Solitario siempre y que ni yo ni la Policía ni la Guardia Civil ni todos los procedimientos penales pudimos desvelar", reconoce Marlasca. "Supongo que se llevaría sus armas al campo y ahí ensayaría. Es la creencia que tiene la Policía", aclara.
El crimen de Navarra
Hay un antes y un después en la trayectoria del Solitario. El 9 de junio de 2004 acribilló a dos guardias civiles de Tráfico en la carretera N-113 de Navarra. Aquella tarde el criminal regresaba frustrado de La Rioja. Era festivo y la sucursal que pretendía asaltar estaba cerrada. Los agentes Palmero y Vidal comenzaron a perseguir el todoterreno Suzuki del atracador al ver seguramente que cometía alguna infracción de tráfico. El Solitario llevaba en el maletero el arsenal para el atraco. Una inspección de los agentes habría significado su final. Cuando la patrulla se puso a su altura, Giménez Arbe descargó una veintena de disparos sobre Palmero y Vidal. La Guardia Civil no tardó en descartar a ETA y relacionar los casquillos del subfusil con el Solitario. El atracador se convirtió en el enemigo público número uno.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil se puso manos a la obra. Con el comandante Antonio Cortés al frente, analizaron todos los golpes del atracador y esbozaron su modus operandi. La pista más firme era el coche de la marca Suzuki. El atracador había utilizado este todoterreno en varios atracos, aunque tomaba la precaución de duplicar las matrículas. Como todavía no había un camino claro para dar con el atracador, se difundió su imagen en los medios de comunicación y a través de carteles de ‘se busca’. Esa exposición mediática obligó al Solitario a esconderse durante dos años.
"En el episodio de Navarra se quema porque se pone a toda la Guardia Civil detrás. Sin existir aún el término, se hace viral la imagen del Solitario. Todos los bancos la tenían y el sabe que sería muy difícil entrar en uno sin llamar la atención de la gente. Cambia el disfraz, intenta seguir atracando en España, pero está muy quemado y comete su segundo gran error: meterse en demarcación de la Policía Nacional", expone el periodista.
Regreso, caza y caída
Cuando el Solitario regresó en 2006 ya no tenía barba. Llevaba perilla postiza, boina y gafas de pasta. El atracador también estrenó coche: una furgoneta Renault Kangoo de color blanco. Ese año realizó seis atracos y dio muestras de un mayor nerviosismo. Cometió errores como disparar a un rehén en la pierna o asaltar una oficina del Banco Popular en La Moraleja. Esta exclusiva urbanización madrileña, además de estar plagada de cámaras, se encontraba en el área de la Policía Nacional.
En su vida como atracador, el Solitario había evitado actuar en Madrid y desde 1998 no lo había hecho en territorio de los nacionales. Por si fuera poco, Giménez Arbe se llevó 16.500 euros de otra oficina del Popular, esta vez en la carretera de Canillas, muy próxima al mayor complejo policial de España. Un golpe en las narices de la Policía Nacional que motivó al jefe de la UDYCO, Emilio Alcázar, y al inspector Santiago Calvo, jefe del grupo de atracos a establecimientos, para dar caza al atracador.
Pero no tenían cómo acercase a la verdadera identidad del Solitario. Hasta que un confidente puso nombre y apellidos al criminal que llevaba 14 años atracando por toda España. El chivatazo llegó a oídos de Emilio Alcázar. Se lo contó un viejo compañero que recibió el soplo de un ex guardia civil de Tráfico. Gracias al confidente de este agente, un ex atracador, se puso la identidad de Jaime Giménez Arbe sobre la mesa.
La Policía intuyó que la pista era buena. Comenzaron a rastrear en las bases de datos. Jaime Giménez Arbe (Madrid, 1956) era vecino de Las Rozas. Acumulaba nueve detenciones antes de los 90 por delitos menores. Tenía dos hijos con una mujer británica y en 2005 compró una Renault Kangoo blanca que puso a nombre de su madre. En los últimos 14 años sólo cotizó unos días en la Seguridad Social, en una empresa de refrigeración. Cuanto más se acercaban a Giménez Arbe, más seguros estaban en la Policía de que era su hombre.
La Policía adelantó a la Guardia Civil en las investigaciones. Los dos cuerpos comenzaron a colaborar para acabar con el atracador. El Instituto Armado constató los sospechosos movimientos bancarios de Giménez Arbe y la compra de un todoterreno Suzuki en Londres. Las escuchas policiales dieron sus frutos: el Solitario pretendía volver a actuar. El plan del criminal era atracar un banco en Portugal y retirarse en Brasil, donde vivía su novia, Iris Roberta. Pero, por primera vez, las autoridades iban por delante.
El Solitario cayó el 23 de julio de 2007 en Figueira da Foz. Los agentes portugueses, en un dispositivo junto a las policías españolas, se abalanzaron sobre Giménez Arbe y evitaron que irrumpiera en una oficina de la Caja Rural Agrícola. Fue entonces el momento del personaje histriónico, de sus posados sonrientes en comisaría y su verborrea anarcocapitalista: "Soy un expropiador de bancos". El coautor de la novela cree que el Solitario construyó ese personaje para compensar la "humillación" que le supuso el arresto. No tenía antecedentes anarquistas ni guardaba en su vivienda bibliografía revolucionaria.
13 años después, "un preso más"
Hoy Jaime Giménez Arbe es un "preso más" de la cárcel de Topas, en Salamanca. Han pasado 13 años desde su detención en Portugal. "Está completamente diluida esa figura del Solitario, ese personaje. Muchos de sus compañeros ni siquiera saben quien es el Solitario. Le queda todavía bastante pena por cumplir", detalla Marlasca.
¿El Solitario ha sido el mejor atracador de la historia de España? "Fue el más mediático, desde luego. Pero no el mejor. Hay atracadores mucho más completos, que se han llevado botines más grandes y no actuaban en solitario". Y es que España, según el periodista, ha dado "grandísimos" atracadores de bancos. Hay un fenómeno común en esa ‘profesión’. Estos criminales suelen quebrantar sus condenas y no regresar a la cárcel durante sus permisos. "Yo no descarto que Jaime Giménez Arbe se vuelva a dedicar a lo mismo. No lo sé, insisto. Ahora es mucho más difícil hacer lo que hizo".
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