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“La creatividad es la inteligencia pasándoselo bien”, dijo Albert Einstein. Pero si esa inteligencia no encuentra medios para expresarse o una mirada que sepa apreciarla y prenderla, puede quedar guardada en un cajón. Y esa es la principal misión por la que, día a día, trabajan en el Centro de acogida de menores San Juan Bautista de València: por volver a hacer brillar la chispa de la curiosidad en todos esos niños y niñas que, en algún momento de su vida, se vieron obligados a dejarla de lado para hacer frente a situaciones familiares duras y complejas. Con el objetivo de facilitar ese despertar, la Fundación ”la Caixa” y CaixaBank han entregado a los 36 chicos y chicas de este centro (24 residentes y 12 usuarios del centro de día) unos kits escolares para que vuelvan a las aulas en igualdad de condiciones.
Cuando uno entra en el Centro de acogida de menores San Juan Bautista de València tiene la sensación de estar entrando en un verdadero hogar. Hay mensajes por todas partes que llaman a la esperanza. “Hoy es un gran día y lo sabes”, reza un cartel en la pared. De fondo, se escucha el sonido de una guitarra española que, como una fuente, riega el silencio que reina en el edificio a la hora de la siesta. Quien la toca es Fernando, uno de los menores residentes, que hoy ha decidido quedarse despierto. “Ha sabido aprovechar el confinamiento y ahora toca de maravilla” dice, mirándolo con una sonrisa, sor Isabel.
Sor Isabel Bugés, hija de la caridad, es la directora de este centro de acogida de menores valenciano. La Resi, la llaman ellos. En él conviven 24 chicos y chicas de entre 6 y 18 años en situación de vulnerabilidad tras haber padecido diversas problemáticas sociofamiliares. A estos chicos se suman 12 más, pero que vienen solo durante el día. “Este centro –explica sor Isabel– tiene su origen en la donación de los marqueses de San Juan, que tuvieron 3 hijos, 2 murieron de niños y el otro a los 20 años. Esto provocó que dedicaran gran parte de su patrimonio a ayudar a niños con dificultades, en su mayoría huérfanos, creando la Fundación Asilo San Juan Bautista, que se acabó de construir en 1873, y encargaron la atención y educación de los niños a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, nosotras. Su obra la continúan sus descendientes, que son los patronos actuales y nosotras, hijas de la caridad, junto al equipo de profesionales”.
Los chicos están hoy algo revolucionados porque hace poco que han comenzado las clases (la mayoría) y, además, vienen unas voluntarias de ”la Caixa” a entregarles unos kits escolares con los que podrán comenzar el curso en igualdad de condiciones. Este año ya han entregado más de 110.000 kits de material escolar a menores atendidos por CaixaProinfancia, el programa de la Fundación ”la Caixa” para la promoción y el desarrollo integral de la infancia en situación de vulnerabilidad. En el centro del edificio, justo encima de la mesa de pimpón, las voluntarias han dispuesto decenas de mochilas con material escolar. En cuanto asoman la cabeza desde el primer piso y ven la novedad, bajan arremolinados para recibir el presente.
Una de ellas es Elisabet, una adolescente que ha descubierto el placer de la lectura en la Resi. Antes, dice, no le interesaba. “La mochila me hace bastante falta para meter los libros”, cuenta. También Sara, de 16 años, que este año empezará a estudiar jardinería. “Yo necesitaba un estuche nuevo. El que tengo está viejo ya”, dice. Mientras tanto Ruth, una de las voluntarias, reparte satisfecha las mochilas a los niños, niñas y adolescentes. “Es verdad que contribuimos a crear una sociedad mejor y que ayudamos a los demás, pero hay que tener en cuenta que esto también nos ayuda a nosotras en nuestro crecimiento personal. Y realizarlo a través de la entidad en la que trabajamos nos facilita la vida y nos hace sentir orgullosas”, cuenta.
¿Y el confinamiento? ¿Cómo ha afectado a estos chavales? El coordinador de los educadores, Miguel Ángel Hurtado, cuenta que el impacto en el rendimiento escolar ha sido mayor en los menores que acuden durante el día que en los que residen en el centro. Ellos se quedaron en su casa durante el confinamiento, y eso evidenció la desigualdad de condiciones: la falta de recursos tecnológicos para seguir las clases, sumado a la falta de tiempo o de conocimientos técnicos de su familia para ayudarles, hizo que bajara su rendimiento escolar. “Un día nos llamaron los centros advirtiendo que no estaban asistiendo a clase o que no hacían los deberes… entonces empezamos a hacerles un seguimiento más intenso”, cuenta Miguel Ángel.
Por el contrario, explica satisfecho que el impacto emocional en los chicos y chicas de la Resi ha sido menor de lo que esperaban. “Estuvieron dos meses sin poder ver a sus padres ni volver a casa. Y aunque la Fundación ”la Caixa” nos facilitó unas tablets para que pudieran hablar con su familia, gestionar ese conflicto al principio fue complicado. Pero pronto se dieron cuenta de que la normalidad de aquí era la normalidad de fuera. Además, aquí han podido disfrutar de espacios abiertos. Si hubieran estado en un piso, no hubiera sido posible”.
Esto ha sido gracias a la gran implicación de los profesionales que trabajan en el centro. La psicóloga Sonia Cano dice que han tenido que utilizar grandes dosis de creatividad para reducir el impacto del confinamiento. “Nos hemos empapado de mucha inventiva para poder llegar a donde no se podía: creando nuevas actividades, transformando el ambiente, favoreciendo experiencias internas entre ellos y con educadores”, cuenta. Una de ellas fue la creación de un programa de radio, en el que participaban todos, y que escuchaban por las tardes. “Compartían reflexiones, daban consejos para los demás en este tiempo de confinamiento, dedicaban canciones. Y antes de cenar lo escuchábamos juntos y había un aplauso general… eso les motivó bastante”, recuerda sor Isabel.
“Ellos ahora están en desventaja y no es culpa suya. San Vicente de Paúl, nuestro fundador, nos decía que “el amor es inventivo hasta el infinito”. Es importante crear vínculos positivos con ellos… que se sientan valorados, queridos y acompañados. Lo que queremos es que se hagan fuertes y que tengan valores para que sientan que la vida tiene sentido, aunque sea dura, a veces. Que sean resilientes. Muchos han salido adelante y nos vienen a ver para contarnos que les va bien. O a pedir consejo, asesoramiento, ayuda. Y ese es el premio de nuestro trabajo. Porque ese trabajo ha servido a la persona”.
Fotografía: Carla Step
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