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La crisis del coronavirus ha devuelto a las personas mayores un protagonismo que no ha pasado desapercibido, como cuando el personal sanitario ya jubilado se reincorporó a la lucha contra el virus o cuando movilizaron sus redes de voluntariado para ayudar. Pero la suya no es una contribución puntual. El Día Internacional del Voluntariado es una ocasión para fijarse en el trabajo que convierte a miles de personas mayores en agentes del cambio social desde la experiencia, pero sobre todo desde el compromiso con los demás. Los puntos de encuentro EspacioCaixa del Programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa”, que estimulan el voluntariado de las personas mayores, han sido espacios colaborativos y abiertos a la comunidad con iniciativas que traspasan generaciones, y también fronteras. Así, el voluntariado se convierte en una herramienta para seguir aprendiendo y para que el proyecto de vida de las personas mayores se ponga al servicio a la comunidad.
Si hay un lugar en el que puede hablarse con la misma soltura de la mili y de las redes sociales; del carrete de fotografías y del Photoshop; de las cartas en papel perfumado y del correo electrónico, es en los talleres de informática de las asociaciones de voluntarios de personas mayores, que se han convertido en uno de los referentes del voluntariado de nuestro tiempo. No solo brindan las ventajas de la conexión digital, sino la riqueza de la colaboración intergeneracional. Es el caso de la Asociación Murciana de Voluntarios de Informática de Mayores (AMUVIM), con dos centenares de socios que van desde los 55 hasta los casi 90 años.
Su presidenta, Ángeles Benet, se volcó con el voluntariado después de toda una vida dedicada a la docencia, que ha prolongado porque sigue siendo una maestra imprescindible para los que no pueden pagarse clases de refuerzo. De hecho, apunta que “la gente se hace voluntaria por muchas motivaciones, sobre todo por la necesidad de poder seguir aportando su granito de arena a la sociedad después de haber llevado una vida muy activa”. Fue su caso tras haberse jubilado y enviudar. “En el fondo, lo más importante no es lo que das, sino lo que recibes”, resume sobre esta “vocación” que le llegó con la madurez. De todas formas, cree que todavía “hay mucho desconocimiento sobre el trabajo voluntario y hace falta difundirlo más para que se pruebe, porque engancha”.
Explica que, durante los primeros meses de la crisis sanitaria, AMUVIM, especializada en llevar las tecnologías de la información y la comunicación a la tercera edad, pero que ofrece medio centenar de talleres de todo tipo, reorientó sus cometidos. Entre otras cosas, han repartido “por toda España más de 500 pantallas de protección facial” para los sanitarios, realizadas en la impresora 3D de que el centro propio de la Fundación ”la Caixa” dispone en Murcia; han dado “clases telemáticas a escolares de familias en situación de vulnerabilidad durante los meses sin colegio”, han fabricado mascarillas y hasta han creado “videocuentos para niños hospitalizados”.
Y es que el impacto de la pandemia en el voluntariado ha sido doble: por un lado, ha desvelado lo imprescindible que resulta este trabajo para la sociedad y, por otro, ha obligado a reinventar la propia manera de funcionar de estas asociaciones, con un mayor protagonismo de las relaciones por internet. Lorenzo Salguero, presidente de la Asociación de Voluntarios Informáticos Mayores de Extremadura (AVIMEX), es prueba de ello. Hace unas semanas participó con una charla titulada “El adulto mayor, un tesoro escondido en la familia” en el II Foro Virtual Iberoamericano, organizado por el Centro de Investigación y Análisis Prospectivo (CIAP). Está invitado de nuevo el 4 de diciembre, y destaca la importancia de este encuentro “para intercambiar experiencias de voluntariado de personas mayores entre distintos países de habla hispana”.
En su primera intervención, relató la experiencia de AVIMEX, con cerca de 400 socios, entre los que él, con 67 años, es “del grupo de los jóvenes”. La asociación extiende su red por toda Extremadura desde su creación en el 2003. Llevan a cabo propuestas como las sesiones de CiberCaixa Penitenciarias, orientadas a personas privadas de libertad “para acercarles las nuevas tecnologías en prisión tres veces por semana”, un proyecto premiado por el Ministerio del Interior.
Después de que un accidente le obligara a retirarse antes de tiempo de la vida laboral, decidió que todavía tenía mucho que hacer. “Desde el Programa de Personas Mayores nos motivaron para montar una asociación y me apunté. Desde entonces tengo una vida plena. Ni psicólogo ni psiquiatra”, bromea, convencido de que “como nunca es tarde para aprender, tampoco para ser voluntario”.
Tanto AMUVIM como AVIMEX se han unido a la plataforma colaborativa en red que han impulsado una decena de asociaciones que tienen convenio con la Fundación ”la Caixa”, empujadas por la digitalización de las relaciones que se ha impuesto por la pandemia. Desde cada punto de España trabajan vía telemática para compartir información, inquietudes y proyectos. Se trata de una iniciativa que “ha partido de las propias entidades”, en palabras de Fernando Cuenca, gestor del Programa de Personas Mayores. En este sentido, corrobora: “El trabajo en red ha venido para quedarse. En red tecnológica y en red de relación social”.
Ilustración: Malota
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