Cada vez vivimos más, y por ello son más habituales las situaciones de dependencia por razones de edad, enfermedad o discapacidad. Alguien es dependiente cuando precisa «de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria», según reza el texto de la ley que desde 2006 regula y garantiza el derecho de los ciudadanos a la atención pública por causa de dependencia.
Muchas personas se resisten a pensar que son dependientes, e ignoran que hay una amplia gama de servicios a los que pueden acceder para mejorar su calidad de vida sin perder autonomía personal. Para ello deben acudir a su ayuntamiento para cursar la solicitud de dependencia. Sin estigmas y por derecho.
Documentación y requisitos para solicitar la ayuda a la dependencia
1. El solicitante debe presentar ante la oficina municipal o de distrito correspondiente la documentación médica acreditativa. Y cuando corresponda, las resoluciones que certifiquen un grado de discapacidad o condición de invalidez. Además, es necesario un certificado de empadronamiento y una declaración responsable sobre su situación económica y patrimonial.
2. Se inicia entonces el proceso de valoración para determinar el grado de dependencia del solicitante –moderada, severa o gran dependencia, en función de las necesidades de apoyo y ayuda que tenga para realizar sus actividades básicas–.
3. Una vez reconocida la situación de dependencia, los profesionales del órgano de valoración de la administración provincial o autonómica decidirán si la persona necesita una prestación económica o si lo más adecuado es ofrecerle alguno de los servicios de prevención y promoción de la autonomía personal: acceso a residencias, centros de día, ayuda a domicilio, teleasistencia o centros especializados para personas con discapacidad.
Para ofrecer dichas prestaciones, tanto en la atención a domicilio como en teleasistencia, residencias y centros de día, los servicios sociales cuentan con la experiencia y profesionalidad de empresas como Clece.
Atención a domicilio: fomentar la autonomía
El objetivo de los servicios de ayuda a domicilio es fomentar la autonomía, y que las personas mayores o discapacitadas que requieren atención y asistencia puedan permanecer en su domicilio el mayor tiempo posible y en las mejores condiciones.
Lo explica a El Independiente Coral Falcón, responsable de coordinación del SAD del distrito de Retiro, en Madrid. Clece gestiona los servicios de ayuda a domicilio (SAD) de ocho distritos de la capital, en los que actualmente trabaja para más de 20.000 usuarios.
Prestaciones básicas y adicionales
Las tareas de atención realizadas por las profesionales auxiliares constituyen las funciones básicas del SAD. Incluyen el apoyo en la higiene personal, la movilidad en el hogar y el acompañamiento, así como la realización de las tareas domésticas cuando sea necesario. Pero «hay otras prestaciones complementarias más específicas incluidas en el servicio: atención psicológica, terapia ocupacional, fisioterapia, podología o peluquería», explica Falcón.
Clece, además, introduce una serie de prestaciones adicionales, como el gestor de trámites, que orienta, asesora y en ocasiones ejerce de mediador y facilitador ante los servicios sociales. «Cuando hay un usuario que tiene que gestionar una solicitud pero no tiene la posibilidad, no sabe o no puede desplazarse, nuestro gestor le ayuda. También tenemos un manitas para pequeñas reparaciones en los domicilios. Y un servicio de animación sociocultural que organiza actividades y salidas culturales».
Servicio personalizado
Cuando los responsables del servicio de atención a domicilio reciben una orden de alta, en este caso desde el ayuntamiento, se ponen en contacto telefónico con el usuario para confirmarle la concesión. Se acuerda con él una primera visita informativa, que permite recabar información adicional y organizar el servicio. Y a continuación una visita de presentación de la auxiliar que acudirá a su casa.
Hay diferentes tipos de usuarios. Mayores o discapacitados, con riesgo bajo –con escasa dependencia física o psíquica, o que cuentan con apoyo familiar– o alto –en situación de vulnerabilidad social o alta dependencia–. En función de ello, la persona cuenta con un seguimiento más o menos intensivo. A los usuarios discapacitados, que suelen presentar problemáticas especiales, se les asignan auxiliares con formación específica.
Una atención integral
Además, el SAD se coordina con otros servicios de atención social como los de teleasistencia o comida a domicilio para que aquellas personas con movilidad muy reducida puedan recibir la ayuda específica coincidiendo con la presencia en la vivienda del auxiliar de Clece. En el caso de aquellos que acuden a centros de día y presentan dificultades, el SAD se ocupa de facilitar su asistencia ayudándoles en el aseo, el vestido y el acompañamiento al centro o al vehículo de la ruta de transporte.
Se trata, pues, de garantizar una atención integral para el dependiente. Y en muchos casos de prevenir situaciones de riesgo. El trabajo domiciliario del auxiliar sirve para detectar circunstancias personales o médicas que de otra manera pasarían inadvertidas. «Las auxiliares son los ojos», subraya Falcón, «y lo que ellas ven es importantísimo para activar otra serie de recursos»; en caso de necesidad, hacer un seguimiento más exhaustivo o avisar a la familia o a los servicios sociales para activar la respuesta más adecuada.
La auxiliar es la figura clave del servicio de atención a domicilio. Para reforzar su preparación y su capacidad de respuesta a situaciones imprevistas, Clece ha puesto en marcha un equipo mentor formado por auxiliares con larga experiencia que dan apoyo, asesoramiento y formación al resto de sus compañeros.
La atención en residencias
Cuando se considera que la atención en el domicilio ya no es suficiente para garantizar el bienestar del usuario, los servicios sociales lo derivan a una residencia. Pero eso no implica directamente una pérdida de autonomía. María Luisa Conde trabaja en la gerencia de residencias de Clece en Castilla y León, y cuenta que «la sociedad tiene a veces una idea equivocada de lo que son estos centros. Son lugares abiertos de los que la gente entra y sale, pero con un control a nivel de enfermería, seguimiento médico o rehabilitación».
El departamento de residencias de Castilla y León, que gestiona más de treinta centros públicos y privados, mantiene una relación muy estrecha con los servicios de atención domiciliaria. Hay varias que cuentan con centros de día a los que acuden beneficiarios de dicho servicio. En ellos «se trabaja para mantener y mejorar las capacidades de quienes pueden vivir en sus hogares». En ocasiones precisan de rehabilitación física o a nivel cognitivo. «Con algunos incluso colaboramos en el lavado de ropa».
Garantizar el bienestar de las personas
En otras ocasiones las estancias en las residencias son de carácter temporal. Una mejora del servicio que Clece ofrece para aquellos beneficiarios de atención domiciliaria que circunstancialmente, por razones médicas o por baja de su cuidador, requieren de cuidados puntuales.
«Adaptamos la respuesta a la necesidad concreta de cada persona. Porque trabajamos con personas, no con números», insiste Conde. «La coordinación permanente con las diferentes administraciones es fundamental. También con los hospitales, que tienen sus departamentos de trabajo social y desde donde nos derivan a usuarios para estancias de recuperación y rehabilitación. Esta relación con los servicios sociales hace posible que entre todos garanticemos el bienestar de las personas».
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