"Ese portal lo reventaron. Un vecino cansado del ruido tiró un huevo a uno que estaba montando lío y se lió a patadas con el portal. Vino la tele y ningún vecino quería salir", nos explican Isabel y María. Viven por Ponzano. No quieren que digamos dónde exactamente. No tienen reparo en mostrarse a cámara, pero no quieren dar su nombre. Isabel y María, como las hemos renombrado, son contundentes: “Hay miedo”.
Son muy cautelosas cuando acusan y no quieren apuntar directamente contra los hosteleros, pero dicen que sienten señaladas por los empresarios. "No estamos en guerra contra los hosteleros, esto es un problema de la dejación del Ayuntamiento", aseguran. "Ha dado licencias a troche y moche, ha puesto terrazas en todas partes, sin contar con nadie. Un viernes a las seis de la tarde no se puede pasar por aquí". Están tan hartas que en cuanto pueden se van a pasar el fin de semana fuera de la capital.
"Últimamente salimos mucho de Madrid porque los fines de semana son espantosos. No se puede estar aquí", afirma María. Su vecina asiente: "Yo en cuanto llega el fin de semana me voy". Y bromea. "Esta situación está haciendo que yo esté conociendo España".
El problema de las terrazas
La conversión de plazas de aparcamiento en terrazas facilitada por el Ayuntamiento de Madrid como medida para que los hosteleros atendieran en el exterior a sus clientes para evitar los contagios de Covid ha convertido a Ponzano en una terraza prácticamente continua en los dos lados de la calle.
En un breve paseo por la zona se aprecian tres locales en obras, nuevos bares, algunos que antes de abrir ya tienen la terraza desplegada donde antes había dos plazas de aparcamiento de zona verde, el color reservado a los residentes. "Allí había un Tiger y desde hace una semana hay un bar". "Yo tenía un coche y lo vendí, es imposible aparcar. Antes no era fácil, pero ahora es imposible y a nosotros no nos han dejado de cobrar los impuestos y a las terrazas sí", afirman.
El fenómeno se extiende. Comercio que cierra, bar que aparece. Uno de los que que cerró llegó a pedir disculpas a los vecinos, pero se vio obligado a vender. "Le dieron tal cantidad de dinero con la que no habría soñado en la vida. Claro que lo entendemos", afirman las dos vecinas.
El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, anunció recientemente que a fecha de 31 de diciembre se acabará esta situación excepcional en la que las terrazas han tomado los dos lados de la calle para facilitar la "convivencia entre vecinos y hosteleros". Pero los vecinos tienen miedo a que el Consistorio vuelva a cambiar la normativa y mantenga la vida de la terrazas en la vía pública.
"La pandemia fue una bendición"
En algunos bares, que no todos, se han sumado al cierre adelantado a las 12.00 de las terrazas. Pero igualmente la gente sigue saliendo a la puerta y a la terraza de pie, según los testimonios de las vecinas.
"Vivir aquí es como estar en un estado de guerra, ves hordas de gente borracha. Para mí, Madrid se ha convertido en una ciudad inhabitable. No se puede vivir aquí, es imposible", dice Isabel. El barrio se ha transformado y la abundancia de bares hace que por las mañanas las calles estén repletas de camiones de reparto de bebidas.
"Para nosotros la pandemia fue una bendición, no se oía nada, pues como era antes este barrio, que era tranquilísimo". En aquellos años los vecinos disfrutaban de sus bares, estaban los clásicos del lugar, el Fide, el Doble y el Decano, conocidos por ser de los lugares de Madrid donde mejor se tira la cerveza. "También había buenos restaurantes, pero se han ido", añaden.
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