Han pasado muchos años, exactamente 106, desde que el violeta tiñera el local nº6 de la Plaza de Canalejas de Madrid. Hoy, sus nietos siguen entre azúcares, elevando la marca a lugares que ni ellos imaginaban. Porque es entrar en la tienda y respirar tradición, humildad y trabajo. Los dulces, todos cuidadosamente expuestos, aguardan a sus clientes colocados por paquetes y cajitas transparentes envueltas con un lazo.
Mismo lugar y misma esencia
Viajamos hasta 1915. Mientras el mundo se encuentra inmerso en la Primera Guerra Mundial y Albert Einstein publica su Teoría de la Relatividad General, en Madrid, el matrimonio formado por Don Mariano Gil y Doña Pilar Temiño toman en propiedad el local de su padre por 25.000 pesetas - el número 6 de la Plaza de Canalejas-: una pastelería denominada el Postre que no tardarían en renombrar y reestructurar para vender bombones, fruta escarchada, caramelos y marrón glacé. La pareja tenía claro que la parte pastelera no sería el punto fuerte de su negocio, ellos querían apostar por una creación propia y desconocida hasta entonces.
Nos sentimos muy orgullosos y deseosos de seguir con el negocio»
Teresa de Prado, propietaria de la violeta
Mariano y Pilar decidieron entonces utilizar el nombre de La Violeta como nueva seña de identidad; un giño no solamente al color tan característico del dulce, sino también al producto que tantas alegrías les iba a dar en un futuro. Y es que a día de hoy, sus nietas Teresa de Prado y Mónica de Prado continúan con el negocio, compartiendo con sus clientes la misma textura y sabor que ya creaban hace más de 100 años y que les ha llevado hasta donde están. "Nos sentimos muy orgullosos y estamos todos deseosos de seguir con el negocio. Tras los abuelos estuvieron mis tías, mi madre y mi tío. Ahora estamos mi hermanas y yo, y siempre hay un afán de continuar con ello porque es un negocio muy bonito que fundaron ellos y nosotros queremos que continúe", señala emocionada Teresa de Prado, propietaria del negocio.
Pasear por las calles de Madrid y toparte con una tienda en la que el violeta resalta por encima del resto de cosas, como mínimo te llama la atención, y si además te ofrecen unos caramelos con un sabor único, sencillamente se convierte en icono de la capital. «La verdad es que efectivamente hay muchas violetas, pero lo cierto es que la gente sigue viniendo aquí a comprar las nuestras porque son diferentes. El sabor, con ese punto de acidez, las hace únicas, son más suaves que el resto y su tamaño algo más pequeño facilita consumirlas. Que nos quieran imitar es bueno porque quiere decir que lo que vendemos gusta a la clientela».
Doña Pilar Temiño, pieza clave en la historia
Hablamos de la abuela, de la fundadora. Después de casarse con Mariano Gil, ambos comenzaron su andadura al frente de La Violeta, consiguiendo la confianza de su público con el paso de los meses. No fue la Guerra Civil, sino el repentino fallecimiento de Mariano, quien dejó en solitario al frente del negocio a la Señora Temiño. «Recuerdo mucho el Día de Reyes, porque nos quedábamos aquí en la tienda hasta la una de la madrugada preparando bombones, que es lo que más se vendía ese día. Bajábamos a la cueva, que es un almacén que tenemos aquí, y preparábamos todos los dulces. Estábamos con mi madre y mi tía, y allí ya observaba la dedicación que le ponían, es un recuerdo muy bonito» señala la propietaria actual.
Cuentan que la creación de su dulce más icónico está inspirado en la difusión que había de las violetas en aquella época; la venta de ramilletes por las calles más céntricas de Madrid era algo habitual. Tras la pérdida de Pilar en la década de los 70, llegó la segunda generación con Teresa, Pilar y Mariano Gil. «Siempre nos han dicho que hay que trabajar mucho, que hay que estar muy pendientes del negocio y que las cosas no te las regala nadie. Desde los inicios siempre ha habido alguien de la familia en el negocio, nunca lo hemos dejado en manos de una dirección externa ni de nadie que no fuéramos nosotros».
Distribuir la tradición online
Los tiempos cambian y la forma de vender evoluciona. Aunque la calidad y autenticidad del producto sigue patente en cada caramelo, la manera de llegar a sus clientes ha tenido que evolucionar con el paso de los años. Era en el 2004 cuando accedían al mundo online. Ofrecer sus productos por la página web les abrió nuevos horizontes y les permitió darse a conocer en todo el mundo. «La venta por la web siempre ha sido un poco residual, porque el 90% de la venta es aquí en la tienda. Pero a raíz de la pandemia tuvimos que mejorar el tema del marketing, desarrollar la página web para poder enviar los caramelos cuando la gente no podía salir de casa. Todo esto supuso mucha inversión y trabajo para poder llegar al mayor número de personas».
Una clientela de "alto standing"
Alfonso XIII, bajo pedido de su esposa la reina Victoria Eugenia, Don Juan y Doña Mercedes, la presidenta Chamorro de Nicaragua o Jacinto Benavente han sido clientes de La Violeta. Se cuenta incluso que el antiguo rey de España, Don Juan Carlos I, los pedía en su infancia cuando vivía en Portugal. «Es un clásico contar que el Rey Alfonso XIII venía a comprar las violetas, pero poniendo la mirada en la actualidad, destacar que nos visitan muchos actores de los teatros de la zona y eso es un orgullo para nosotros».
Los turistas nos visitan mucho porque se les recomienda en las agencias de viajes de sus países»
Son acontecimientos que solo un establecimiento así podría guardar en su memoria. 106 años de historia dan para mucho, numerosas caras conocidas han pisado la tienda del número 6 de la Plaza de Canalejas. «Todo empezó por la gente que viene a la tienda. Los turistas nos visitan mucho porque se les recomienda en las agencias de viajes de sus países: gente desde Japón, China, EEUU y de países europeos. Esos clientes son los que se llevan a sus países el conocimiento de la violeta, el caramelo y todo lo relacionado con la tienda. Además, con la creación de la página web todo esto continúa a más, la conexión con el cliente puede ser desde cualquier parte del mundo».
Con el tiempo se ha convertido en uno de los dulces más típicos de la capital, generando numerosos seguidores y vendiendo actualmente 400 kilos de violetas semanales en la tienda física. «Llevo trabajando en la tienda desde los 16 años y estoy encantada. Siempre he estado muy a gusto con toda la familia, me han tratado de maravilla. Me gusta mucho trabajar aquí, es muy gratificante recibir comentarios de agradecimiento de los clientes que prueban nuestros productos», asegura emocionada Maite Burgos, dependienta de La Violeta desde 1983.
«Llevo trabajando en la tienda desde los 16 años y estoy encantada. Siempre he estado muy a gusto con toda la familia, me han tratado de maravilla»
Estamos ante el claro ejemplo de que apostar por lo auténtico da sus frutos. Niños y no tan niños disfrutan de este sabor único que es capaz de transportar a aquellos años donde Don Mariano y Doña Pilar encendían los fuegos para encandilar a sus clientes con sus caramelos. Más de un siglo de historia, con los sabores de tres generaciones que han cautivado a miles de personas de todo el mundo.
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