Inclasificable, prófugo del más leve corsé y libre. Inmensa y terriblemente libre. Antes de convertirse en personaje cervantino, Elena de Céspedes protagonizó mil vidas. Nació mujer, mulata y esclava en la España de mediados del siglo XVI. Fue esposa de un albañil pero también soldado, sastre, marido y un reputado cirujano de la corte de Felipe II. Una existencia camaleónica hasta que la Inquisición se cruzó en su camino. En su pueblo natal, Alhama de Granada, una placa recuerda ahora el nacimiento de este genio y figura entre sus angostas callejuelas.
“Era una persona que creyó firmemente en su sueño de ser hombre en un mundo donde su condición sexual difícilmente se hubiera asumido por parte de la sociedad”, reconoce en conversación con El Independiente Ignacio Ruiz, coautor de “Elena o Eleno de Céspedes: un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer en la España de Felipe II” (Dykinson). El ensayo reconstruye la biografía de la que ha sido considerada la primera transexual de la literatura española.
Un alma a contracorriente que, moviéndose entre líneas y desafiando cualquier convención, supo reinventarse sin tregua. “Nace siendo Elena, fruto de la violación del hombre blanco sobre la esclava negra en aquella España de mediados del siglo XVI. No puede tener una condición peor”, admite Ruiz, catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos que descubrió al personaje hace más de dos décadas entre legajos del Archivo Histórico Nacional. El proceso inquisitorial al que es sometido entre 1587 y 1589 es la llave que permite recomponer , al menos precariamente, el puzzle de su vida.
Elena inicia su singladura en Alhama de Granada, hoy un pueblo de 6.000 habitantes con su callejero asentado sobre espectaculares tajos y barrancos
Elena, convertida públicamente en hombre, se había casado un año antes con María del Cano. El matrimonio desata el proceso de los Torquemadas bajo la acusación de “hermafroditismo y hechicería”. “En los primeros momentos de la edad moderna donde vive Eleno a muchos homosexuales se les lleva a la hoguera pero no lo hace la Inquisición, que empezó a aprender de los asuntos de la ortodoxia más adelante. En esos instantes lo que hacía el Santo Oficio era perseguir a quienes desde dentro del dogma católico lo violaban”, matiza el experto.
Cambiar el guión escrito
Elena inicia su singladura en Alhama de Granada, hoy un pueblo de 6.000 habitantes con su callejero asentado sobre espectaculares tajos y barrancos. En sus confines nace alrededor del 1545. Unos ocho años después se traslada a Vélez Málaga para servir a una de las hijas de su amo. De regreso a su lugar natal, aprende a tejer y con apenas quince años contrae matrimonio con un albañil. “Embarazada posiblemente como fruto de una violación de su padre biológico, éste se encarga de casarle con un albañil de Jaén. Es entonces cuando empieza a crecer y a sentir de una manera distinta”, estima Ruiz.
La pareja apenas dura tres meses. Elena sostiene que no se llevaban bien para justificar el cese definitivo de la convivencia. Tras ser abandonada, alumbra a su retoño y vive con su madre hasta el óbito de su progenitora. La soledad que le sucede es liberadora. “Elena puede ir en busca de su propia identidad. Aparentemente elige ser un individuo completo, un sujeto. Abandona a su hijo, el lugar donde nació, donde pasó su niñez, para empezar una vida difícil, peligrosa, en el ambiente lleno de disturbios políticos y económicos de la época”, escribe la investigadora Marie-Catherine Barbazza.
“Tampoco tiene problema para irse a la guerra de las Alpujarras vestido de hombre, abrir un comercio frente al público o atraer al sexo femenino ya sean casadas, solteras o viudas”
IGNACIO RUIZ, CATEDRÁTICO DE HISTORIA DEL DERECHO
El mundo le espera a Elena, que inaugura un deambular nómada. Primero por Andalucía, de Granada a Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, con el sastre como oficio. En Cádiz se enzarza en una riña y acaba en la cárcel. “Es un personaje de frontera que no tiene ningún problema en sacar el puñal y pelearse con otros varones”, subraya el catedrático. El fin de su cautiverio resulta también el principio de su travestismo. Para ser libre se viste de hombre y ejerce de pastor y mozo de labranza. Vuelve a pasar por los calabozos y, una vez en la calle, se enrola como soldado en la revuelta de los moriscos en las Alpujarras. “Tampoco tiene problema para irse a la guerra de las Alpujarras vestido de hombre, abrir un comercio frente al público o atraer al sexo femenino ya sean casadas, solteras o viudas”, agrega.
Da algunos tumbos más por el sur -de Archidona a Osuna- antes de aterrizar en Madrid, donde aprende el oficio de cirujano y llega a la Corte. “Se vino a la Corte donde se examinó y sacó dos títulos para poder sangrar y purgar y para cirugía”, expone el proceso de fe. “Su visión del mundo es muy superior a la que podían tener personas coetáneas”, advierte Ruiz, fascinado por una biografía a la que se le comienza a hacer justicia.
En una calle de Alhama una placa recuerda desde hace unos años a su ciudadana más libre e ilustre. “A la mulata alhameña Elena/o de Céspedes, primera mujer cirujana y transexual de la historia”, esboza el reconocimiento pétreo. “Miguel de Cervantes que visita Alhama en 1594 y teniendo conocimiento de su azarosa vida, se inspira en ella para crear el personaje de Zenotia, la bruja en su última obra ''Los trabajos de Persiles y Segismunda'”, explica. A juicio de Ruiz, el autor del Quijote usa su cargo al servicio del rey para recorrer Andalucía. “Se acerca a Alhama, pregunta por este personaje y lo incorpora a la novela”.
«Mi nombre es Cenotia, soy natural de España, nacida y criada en Alhama, ciudad del reino de Granada; conocida por mi nombre en todos los de España, y aun entre otros muchos, porque mi habilidad no consiente que mi nombre se encubra, haciéndome conocida mis obras. Salí de mi patria, habrá cuatro años, huyendo de la vigilancia que tienen los mastines veladores que en aquel reino tienen del católico rebaño. Mi estirpe es agarena; mis ejercicios, los de Zoroastes, y en ellos soy única»
Los trabajos de Persiles y Segismunda
MIGUEL DE CERVANTES
En la corte de Felipe II
Eleno cosecha los mayores rechazos cuando en Madrid pide licencia de matrimonio. La iglesia se la niega por “verla sin barbas y lampiña” y es denunciada por “su doble naturaleza”. “Elena de Céspedes tiene que sufrir el examen de los médicos y de otros testigos. Todos, diez personas en total, declaran que es hombre”, recuerda Barbazza. “¿Engaña a los médicos?”, se interroga la estudiosa. Ruiz opta, más bien, por la teoría de que se hubiera “cosido los genitales de un cadáver”. En su calvario judicial, Eleno es acusado de “usurpar el vestido masculino” y de “haberse casado con una mujer” engañando a los galenos a base de “hechizos y encantamientos”.
Para tratar de salvarse, alega “hermafroditismo”. “Su afirmación, hábil en su estrategia de defensa, le va a perjudicar porque, contestando así, se condena reconociendo que es consciente de su culpa”, indica Barbazza. Eleno recibe un castigo ejemplar, que intenta disuadir a otros. Es internado en un hospital de Toledo, donde -lejos de enmudecer- su crédito crece y recibe la visita de masas que van a ver su exótica naturaleza. Tanto que el Santo Oficio ordena su traslado a otra clínica más apartada. Eleno desaparece de la luz pública. Su rastro se desvanece.
“Se le pierde la pista. Podría ser que Eleno siguiera siendo ese personaje que luchase por su condición y acabase en Lima (Perú). Hay ciertas noticias que hablan de la existencia en Perú de un cirujano mulato coetáneo en el tiempo. Pudiera ser pero lo que ocurre es que no tenemos documentación”, lamenta Ruiz. “Su progresión en ese mundo tan estático y compartimentado, como lo era en aquel siglo y aquella clase social, resulta inusitado. Es un personaje maravilloso”, concluye.
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