Francisco Javier Almeida, asesino del niño de 9 años de Lardero, pudo acceder al tercer grado en 2017, según afirma el diario El Mundo, cuando tenía cumplidas las tres cuartas partes de la condena que la Audiencia le impuso por otro asesinato a una empleada de una inmobiliaria en 1998. Con la legislación a su favor tras 19 años de penitencia, buen comportamiento y una excelente disposición en la vida carcelaria se encontró con la negativa de la junta de tratamiento de la prisión de El Dueso (Cantabria) por no fiarse ni de su recuperación ni de su inserción, lo que dilató su condena a tres años más de cárcel.
Después de 23 años íntegros en prisión, en febrero de 2020 Almeida anudó su tercer grado, pero con restricciones, y fue trasladado al centro penitenciario de Logroño. El asesino no podía salir los fines de semana y debía permanecer en el Centro de Inserción Social. Sin embargo, el confinamiento puso la balanza a su favor ya que se dispuso que todos los presos internos, con carácter general, en tercer grado, no regresaran a los centros penitenciarios. El 8 de abril de ese mismo año obtuvo la libertad condicional tras la conformidad del juez de Vigilancia Penitenciaria y la Fiscalía y con el respaldo de la ley gracias a la flexibilidad del tercer grado y al pago de la responsabilidad civil, tal y como apuntan fuentes judiciales consultadas por El Mundo.
Tras dejar atrás el sistema penitenciario, Francisco Javier se instaló en Lardero, donde la tarde del pasado jueves acabó con la vida del niño de nueve años que engañó para llevarlo hasta su casa.
Antes de su puesta en libertad, Almeida había disfrutado de 38 permisos penitenciarios, iniciados en 2013. Situado en el módulo de Educación y Respeto –un espacio aislado en las prisiones sometido a la regulación particular, con participación voluntaria de los internos-, con una vida en prisión que transcurrió sin sobresaltos, de carácter “tranquilo y disciplinado”, donde asistía a las labores de vestuarios y paquetes de lavandería, el presunto asesino siempre pasó desapercibido, aunque confirman que también era “frío y en ocasiones parecía estar ausente”.
El acusado, seleccionó a un grupo de internos para hablarles de las circunstancias que le llevaron a matar a la agente inmobiliaria -crimen por el que estaba cumpliendo condena-, y les confesó que sufría problemas de erección y que cuando intentó violarla ella se rio de él, motivo por el cual decidió matarla. Incluso, señalan las fuentes de El Mundo, Almeida fue sometido a un tratamiento para la impotencia en el hospital cántabro Marqués de Valdecillas.
Tras su detención el pasado jueves, el presunto homicida ni si quiera se inmutó y se mostró "impasible", según informaron fuentes próximas a la investigación, después de pasar la noche en el calabozo de la Comandancia de la Guardia Civil.
En las próximas horas, una vez se produzca la reconstrucción de los hechos, Francisco Javier Almeida pasará a disposición judicial.
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