Un incendio como el ocurrido este jueves en la planta de biodiésel de Calahorra (La Rioja), de productos inflamables, con otras sustancias químicas almacenadas al lado, temperaturas extremas y una nube tóxica encima, "es algo que un bombero, quizá, no vea nunca o, como mucho, una vez en la vida, y ojalá no lo tenga que volver a ver".
Así lo ha explicado este viernes a los periodistas Rubén Garrido, sargento de los bomberos de Calahorra y uno de los primeros en llegar ayer a la planta de biodiésel donde, a las 12:55 horas de ayer, explotó un depósito que causó la muerte de dos trabajadores que no pertenecían a la plantilla de la empresa y que realizaban labores externas en la misma.
Garrido y sus compañeros acudieron a la planta, gestionada por Iniciativas Bioenergéticas, con los medios que en un incendio normal son efectivos, pero "pronto vimos que aquí no era suficiente", por lo que ha agradecido el apoyo de todos los cuerpos de bomberos que intervinieron para sofocar las llamas esta madrugada, hacia las 2:00 horas, procedentes de otros municipios riojanos, de Navarra, del País Vasco y de AENA.
Emplearon inicialmente agua, "pero casi nos quedamos de vacío"; y nitrógeno para enfriar la zona, hasta que pudieron disponer de espuma de alta densidad y de la maquinaria necesaria para echarla "desde arriba y con gran caudal" sobre el tanque incendiado, lo que resultó definitivo para sofocar las llamas.
"Tenemos que agradecer a nuestros compañeros cómo trabajaron", ha incidido el sargento, quien ha resaltado la "capacidad de gestión" del Gobierno riojano para contactar con las administraciones que podían aportar "los equipos necesarios", que en pocas horas estuvieron en el lugar del siniestro.
El director general de Emergencias del Gobierno de La Rioja, Salva Díez, también ha incidido este viernes en la rapidez con la que se gestionó el siniestro porque, desde que se conocieron los productos que había en la planta, como biodiésel y aceite crudo, se activó el nivel uno del Plan de Emergencias.
"Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos para evitar que explotase un gran tanque de etanol", que hubiera podido provocar una gran deflagración y una amplia nube tóxica, ha subrayado.
A partir de ahora, habrá un retén de bomberos en modo preventivo vigilando la zona, sobre todo por si durante el fin de semana sube la temperatura atmosférica, lo que podría provocar que se reavive algún pequeño rescoldo del incendio.
"Lo peor de todo son las dos víctimas mortales, dos operarios que estaban soldando y que fallecieron en el momento de la explosión", ha explicado Díez, quien ha reconocido que "el viento ayudó, por su dirección y velocidad, a que no afectara a Calahorra, porque la nube de humo hubiera sido peligrosa para personas vulnerables".
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