No es raro encontrar en las calles a personas sin hogar que rechazan acudir a albergues municipales o privados para pasar la noche. Prefieren dormir a la intemperie a tener cama y comida caliente aseguradas. ¿Por qué? Desde luego, no es ignorancia, porque como explica Jesús Sandín, de la asociación Solidarios para el Desarrollo, la gran mayoría de indigentes ha pasado en algún momento de sus vidas por algún centro así, del que decidieron marcharse o fueron expulsados. Así que es una elección que ellos han decidido tomar libremente. Veamos por qué.
"La principal queja que tienen son los problemas de seguridad que hay en los albergues. Pero eso es algo subjetivo, porque en realidad no están más desprotegidos que en la calle", relata Sandín. A ello se le sumaría que sus vidas allí son muy rutinarias y monótonas. Mismos horarios, mismas actividades, mismas comidas y misma gente día tras día, y poca capacidad de decisión para poder cambiarlo. Y en algunos casos todo eso se junta también con que muchos centros no admiten a perros y gatos.
Así que muchos acaban en los albergues sólo cuando ven que no les queda otra opción. "Los ven como el recurso final, porque si acaban yendo asumen que van a morir allí. Un lugar en el que va a acabar sus vidas, porque si se ven fuertes y resisten prefieren estar fuera. No van hasta que no aguantan más. Aunque es algo que está cambiando poco a poco", asegura Sandín.
Los voluntarios que trabajan con ellos de cerca consideran clave respetar su capacidad de decisión, aunque incluso ellos opinen que pueden estar equivocados. "La libertad es lo más importante. Muchas veces pensamos que se puede decidir sobre ellos, pero son personas con poder de decisión y voluntad. Aunque es verdad que el hecho de que no tener las mejores condiciones les lleva a tomar decisiones que de manera objetiva puede que no sean las mejores", explica María Elena Ayuso, miembro de la red Faciam, que agrupa a 14 asociaciones de todo el territorio.
Modelos de alojamiento
La cobertura que las ciudades españolas dan a las personas sin techo varía mucho de un lugar a otro. "España funciona a dos velocidades con este tema. Madrid, Barcelona y el País Vasco juegan en primera. El resto del país no es que juegue en segunda, es que está en tercera regional", detalla Sandín
El portavoz de la asociación Solidarios explica que la capital ha hecho un esfuerzo especial: "El Ayuntamiento ha hecho un trabajo sólido en los últimos 20 años. Han ido cambiando los equipos de gobierno, pero todos han mantenido y mejorado el trabajo. Otra cosa es la Comunidad de Madrid, que no está demasiado comprometida. Miran para otro lado de manera descarada".
En Madrid existen dos modelos básicos de alojamiento. El primero es el Housing First, pisos individuales destinados, según el Ayuntamiento, a "las personas que más tiempo llevan en la calle y con más dificultades para recuperarse". Y el segundo es un modelo de albergues en escalera, que tiene varios niveles en función de la situación de cada persona. A medida que van mejorando (tratando sus enfermedades mentales o adicciones, por ejemplo), van pasando al siguiente nivel.
Cada albergue de este tipo tiene un régimen sancionador, que puede llegar incluso a contemplar la expulsión de alguien (una decisión reservada normalmente a los que causan peleas). Sendín explica que en ellos hay personas de todos los perfiles y que, en contra de lo que muchos creen, algunos cuentan con salas donde los adictos pueden consumir drogas de manera más segura a como lo harían en la calle. A partir de ahí, si alguno quiere iniciar el camino para la desintoxicación, puede hacerlo. Pero, de nuevo, es decisión suya.
Un modelo "sin salida"
Pero este modelo de albergues en escalera presenta un grave problema: no cumple con el último objetivo, que es reinsertarlos en la sociedad. "No hay salidas por arriba. Te quedas demasiado tiempo en el mismo escalón, cuando se supone que el objetivo es salir de esa red. Es como una pirámide que estrangula los procesos. Y los errores te implican bajar escalones", cuenta Sandín.
Ayuso explica que en los centros que gestionan desde Faciam, que cuentan con unas 500 plazas para pernoctar sólo en Madrid, tratan de corregir precisamente esto: "Queremos que hagan un recorrido para que cuando puedan salir estén más recuperados y puedan incorporarse a la sociedad y tener una vida autónoma y normal. Y para ello le damos a cada persona lo que necesita, desde cuidado para su salud, ayuda para obtener documentación o formación hasta tratamientos de salud mental. Se trata de que encuentren un espacio para recuperar la dignidad".
Pero, aún con estos problemas, los albergues siguen la mejor opción para las personas sin techo. "La calle te mata", asegura Sandín, "por eso la esperanza de vida de las personas sin casa no supera los 7 años", añade. Para él, la clave sería reforzar las redes de adicciones, prostitución o de salud para que no fallen y acaben permitiendo que algunas personas acaben necesitando los recursos de la última red de seguridad, que es la de las personas sin hogar, que también habría que reconvertir para que funcionaran como un "espacio de tránsito hacia una vida organizada".
Más plazas y refuerzo de la campaña de frío
Consultado por El Independiente, el Ayuntamiento de Madrid ha explicado que durante los últimos cuatro años han querido centrarse en dar "nuevas oportunidades" a las personas sin hogar, tratando de evitar la cronificación. En ese tiempo han abierto dos nuevos centros de día y han proyectado un tercero, que estará listo en otoño y servirá como base de los nuevos Equipos de Calle. Y en cuanto a las plazas de pernocta, han aumentado un 29,3% en los albergues municipales desde 2019, hasta situarse en las 1.772 actuales.
Desde el gobierno municipal también detallan que han reforzado la Campaña del Frío, que se abre todos los años de noviembre a marzo para atender a los sin techo. Ahora cuenta ahora con capacidad para albergar hasta 601 personas en caso de emergencia, unos datos que suponen el máximo histórico y un 20% más de lo que había en 2019. Además, aclaran que en situaciones límite la red de ayuda se amplía aún más. Pasó en el caso de Filomena y durante la pandemia, donde se pusieron a disposición mil plazas extra, que incluían un hotel para aquellos que tenían Covid leve.
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