Hora punta. El vagón de metro es un hervidero de cabezas gachas. La atención de los pasajeros está en las pantallas de sus móviles. Una mujer de mediana edad ve una serie. A unos metros, un joven juega con una aplicación. Unos sitios más allá otra mujer desliza sus dedos sobre las últimas historias mostradas aleatoriamente por una red social. El vagón avanza por estaciones con su interior ajeno a la actualidad. El consumo de noticias parece un bien ausente. La evasión de noticias o la fatiga informativa, como la academia ha comenzado a calificarlo, es un fenómeno global al alza, con una parroquia cada vez más nutrida en España.
“Para algunas personas, entrar en contacto con las noticias se ha vuelto simplemente demasiado mientras trata de lidiar con una vida ya de por sí ajetreada y estresante. El panorama mediático actual permite evitar las noticias y crear dietas mediáticas que consisten principalmente en entretenimiento”, afirma Johan Lindell, profesor de comunicación de la universidad sueca de Upsala y uno de los académicos europeos que mejor ha escudriñado en la tupida selva informativa en busca de aquella población que ha optado por esquivar la actualidad.
Una desconexión voluntaria y consciente que empieza a mostrar la demoscopia. En su informe anual Digital News Report, el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford advirtió el año pasado de una disminución considerable del “interés por las noticias y el consumo en general” y un aumento de las personas que se habían unido al club de los evitadores de noticias. España es junto a Estados Unidos, Reino Unido, Brasil o Argentina uno de los países estudiados donde más rápido cae el porcentaje de personas que se reconocen muy o extremadamente interesadas en las noticias: del 85% de 2015 al 55% de 2022. 30 puntos en apenas siete años.
Dieta informativa frugal
“No hay desconexiones extremas. Para eso, habría que vivir en las montañas y sin acceso a internet”, comenta gráficamente Javier Díaz-Noci, profesor de comunicación de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Las razones de ese comportamiento que evita el consumo de noticias son múltiples, sugieren los expertos. La primera y tal vez la más evidente es la saturación informativa. “Abundancia” es precisamente el título de un ensayo del sociólogo argentino Pablo Boczkowski, que ha acuñado el término de "consumo incidental de noticias". “El consumo no es directo sino a través de las redes sociales. Hay mucha exposición incidental. Las noticias me encuentran, no las tengo que buscar”, explica a este diario el profesor de la estadounidense Northwestern University.
Boczkowski se pone como ejemplo de quienes optan por un cambio de dieta informativa. “No veo televisión sino series o películas en plataformas; la única radio que escucho es de jazz y obtengo el 90% de la información a partir del título y el subtítulo de una noticia. Miro una vez al día la portada de un medio. La deportiva representa el 80 por ciento de mi dieta informativa”, detalla el argentino. Para Homero Gil de Zúñiga, profesor investigador de la Universidad de Salamanca, “llega un momento que hay tanta información que resulta sobrecogedor”. “También hemos comprobado que en España más del 80 por ciento de la población piensa que las noticias, sí son importantes, lo encuentran a uno. No hay una actitud proactiva”.
“Ha cambiado el modo de consumo”, confirma David Sánchez, director del área Digital Solutions de GfK, la empresa encargada en España de la medición digital. “La gente no está tan pendiente de noticias a lo largo de su jornada de una forma tan continua, pero tampoco hemos visto un decrecimiento de las audiencias. En muchas ocasiones el individuo consume contenidos de noticias sin ser consciente de que está informándose. La fatiga informativa es un fenómeno que resulta difícil de ver en el mundo digital”. Según una encuesta nacional elaborada desde la Pompeu Fabra, los medios tradicionales siguen siendo la principal fuente de información en España (38,7%) pero le comienza a acechar el consumo incidental de noticias (23%), especialmente significativo entre los jóvenes.
Hay mucha exposición incidental. Las noticias me encuentran, no las tengo que buscar
Pablo Boczkowski, sociólogo de la Northwestern University
Desconfianza en los medios
A la saturación se suma la confianza en los medios de comunicación, en notable descenso en países del sur de Europa. El informe de Reuters subraya “la fuerte tradición de influencia partidista en los medios” en nuestro país, un hecho que se traslada al nivel de recelo que los encuestados muestran al ser interrogados por si “los medios están libres de influencias políticas indebidas”.
Solo el 13% de los españoles preguntados lo piensan, una cifra idéntica a la de los italianos y a años luz de los más convencidos de la independencia de las empresas informativas, finlandeses (50%) y holandeses (43%). “Según un estudio que llevamos a cabo a finales de 2021 y principios de 2022, la principal causa por la que se evitaban las noticias era la desconfianza hacia los medios”, comenta Díaz Noci.
“A diferencia del norte de Europa y el mundo anglosajón, el principal problema en España son los medios públicos. La intervención de los políticos en los medios, convertidos en propaganda, ha contaminado al resto de medios. Es un debate que no existe en otros países”, subraya Carlos Elías, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, quien traslada también ese descrédito a las tertulias políticas que pueblan las programaciones de televisión y radio.
La investigación de la Pompeu Fabra también repara en la percepción de los encuestados de que la información se repite entre medios y en su censura a "la presencia mayoritaria de la opinión frente a la información, así como la falta de profundidad en la cobertura".
Mecanismo de supervivencia
La desconfianza, en este caso, hacia la publicidad llevó a Collaborabrands, una consultora de marketing estratégico, a elaborar un estudio en el mercado nacional. “Detectamos el año pasado que las marcas perdían hasta nueve puntos en credibilidad y confianza. Nos preguntamos por qué había esa desconexión entre la realidad de las personas y los mensajes”, explica María Fernández, psicóloga y directora de estrategia de marca e innovación de la consultora. El estudio, elaborado a partir de una encuesta a 800 personas y grupos de discusión, arrojó un cambio de paradigma. “Hay un cambio de valores, motivaciones y comportamientos”, desliza Pablo Vázquez, publicista y consejero delegado de la consultora.
Una transformación que también alcanza a la información y a su consumo. “La evasión es un mecanismo de defensa. Muchas personas han decidido replegarse a su mundo, porque eso es lo que ellos pueden controlar”, indica Fernández. Una estrategia cognitiva que confirma Elías. “El cerebro funciona de ese modo para sobrevivir. La gente no quiere que se le cuente una tragedia porque influye negativamente en su estado de ánimo y más si cabe si se trata de una tragedia que no puede solucionar”, arguye el académico.
La gente no quiere que se le cuente una tragedia porque influye negativamente en su estado de ánimo y más si cabe si se trata de una tragedia que no puede solucionar
CARLOS ELÍAS, CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID
Tiempos de repliegue
Un repliegue hacia lo que el estudio de la consultora denomina “el individualismo empático” en un contexto de "permacrisis", de sucesivas arremetidas: desde la crisis económica de 2008 hasta la institucional que irrumpió a partir de 2011; desde la sanitaria que supuso la propagación del coronavirus una década después hasta la climática que proyecta un futuro sombrío. “Nos dejó muy sorprendidos que, en un momento de crisis económica, el 57% de los encuestados primara su salud mental por encima de sus ingresos y su carrera profesional, un 23% y un 19%”, subraya Vázquez.
Estudiar el bienestar y la felicidad es desde hace siete años la misión de un centro de la universidad estadounidense de Harvard. Un equipo multidisciplinar, desde las ciencias políticas y la teología hasta la medicina, la sociología o la psicología, indaga en lo que han bautizado como “Human Flourishing” (“florecimiento humano”, en inglés). El acto voluntario de abstenerse de aquellas noticias que causan ansiedad es uno de sus campos a examen. “Evitar las noticias por completo no es bueno pero quizás sí existen motivos razonables para reducir la frecuencia en el consumo o ignorar ciertos medios en un panorama de polarización al alza”, señala a este diario Tyler VanderWeele, director del programa.
Evitar las noticias por completo no es bueno pero quizás sí existen motivos razonables para reducir la frecuencia en el consumo
Tyler VanderWeele, director del programa de Human FLOURISHING DE HARVARD
Polarización política
El último barómetro de confianza de Edelman, publicado a principios de este año, sitúa a España entre los seis países más polarizados del mundo en compañía de EE.UU., Argentina, Colombia o Suecia y lo achaca al pesimismo económico, el desequilibrio institucional, la desigualdad económica y la desconfianza en los medios de comunicación. “La evasión vinculada a la polarización es una hipótesis acertada. Cuanto más polarizada está una sociedad, más se aplica el consumo selectivo de noticias”, apunta Gil de Zúñiga. Las redes actúan como cámara de eco: los usuarios no abandonan la zona en la que se confirma su punto de vista.
Cuanto más polarizada está una sociedad, más se aplica el consumo selectivo de noticias
Javier Díaz-Noci, profesor de comunicación de la Universidad Pompeu Fabra
“También es cierto que, en base a los análisis textuales, el contenido de los medios de comunicación se ha ido haciendo más negativo en los últimos 50 años. Se ha convertido en un acto cada vez más deprimente y estresante escuchar las noticias. Existen ensayos que indican que estar expuesto a un acontecimiento o información negativos te hace más propenso a interactuar negativamente con la otra persona”, aduce VanderWeele. “El síndrome de fatiga informativa se ha hecho más prevalente en la era de los riesgos y las crisis mundiales, como la guerra de Ucrania y la geopolítica relacionada con ella, el covid o el cambio climático”, indica Lindell.
La cobertura de la pandemia marcó un punto de inflexión para el incremento de quienes desconectan. Los medios de comunicación digitales batieron registros de audiencia pero también contribuyeron a la interrupción del consumo. Es alguna de las conclusiones aún preliminares de las investigaciones que se llevan a cabo en universidades españolas. “Hubo un problema en la cobertura: no se distinguieron datos relativos o absolutos. Las informaciones del covid terminaron creando alarma”, apunta Elías.
Cambio de modelo
La propagación del coronavirus coincidió en España con la implementación de los muros de pago de algunos diarios digitales, lo que Díaz Noci vincula con las diferencias por nivel socioeconómico que han detectado algunos estudios como el firmado en Suecia. “Siempre ha habido clases y el modelo de pago y suscripciones ha acentuado este parámetro”, recalca. A juicio de Lindell, “los resultados de las encuestas a gran escala realizadas en Suecia confirman este tipo de teoría”. “La falta de determinados recursos sociales, principalmente lo que Pierre Bourdieu denominó capital cultural, está relacionada con la evitación de las noticias”.
Siempre ha habido clases y el modelo de pago y suscripciones ha acentuado este parámetro
El Instituto Reuters alerta de que la a actual crisis del coste de vida “puede provocar que la gente se replantee cuánto gastar en los medios”. El informe deja al descubierto la brecha generacional. La edad promedio del suscriptor digital ronda la cincuentena y una importante porción de las suscripciones digitales se concentra en un puñado de medios nacionales grandes.
Un cambio en plena de crisis de atención antes el vendaval de estímulos que también resulta perceptible en televisión. “Se está produciendo una caída del consumo televisivo de en torno al 10%, dependiendo del período con el que se compare”, admite José Manuel Eleta, adjunto a la dirección de Barlovento, dedicada a la medición de audiencias. “Pero, en realidad, lo que cae es la televisión lineal y tradicional. El tiempo que pasamos frente al televisor es el mismo que hace años”.
A su juicio, será la información uno de los elementos que salvará a la televisión lineal, en plena migración de la audiencia hacia plataformas y redes sociales como Youtube, Instagram o Tik Tok. “La información y todo aquello que gire en torno a la actualidad y el directo va a constituir un pilar importante en su supervivencia”, augura. “Cuando hay un Filomena, una guerra en Ucrania, un volcán en La Palma o el covid, la afluencia resulta masiva. La misma moción de censura de Tamames hizo que el Canal 24 horas se disparase. Y también entre los jóvenes, que no han dejado de informarse por la televisión”.
En el camino que algunos han denominado infoentretenimiento, un programa lleva desde hace 17 temporadas concitando a un público fiel en el universo catódico español. El Intermedio mezcla información y humor en un formato que, según su directora Carmen Aguilera, persigue “dar noticias, explicar lo que ocurre, hacerlo de manera crítica, y todo envuelto en un formato muy original y divertido”. “Contamos con dos herramientas muy valiosas: el humor y una escaleta muy flexible”, detalla. “Al no ser un informativo al uso, en El Intermedio apostamos cada día por explicar cinco o seis temas. Eso nos permite contar con el tiempo suficiente para profundizar, incluir hemeroteca, entrevistas o sketches”.
Con la evasión in crescendo, las redacciones buscan fórmulas para volver a conectar con los fugados y evitar que, abrumados por el flujo o hastiados, nuevos ciudadanos emprendan la huida. “El humor siempre ha sido nuestra principal seña de identidad. Es un instrumento muy eficaz para hacer crítica, a la vez que genera en el espectador cierto alivio y consuelo. Estoy convencida de que muchos espectadores nos buscan porque la información con humor se digiere mejor”, concluye Aguilera.
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