Presumía de cuna incluso cuando los escándalos comenzaron a pasarle factura. Como quien tiene un amuleto contra los golpes bajos del destino. “Yo soy un tipo normal de Motril”, declaró hace año y medio cuando arreciaron las críticas por las comisiones ofrecidas para la celebración de la Supercopa en Arabia Saudí a partir de la filtración de unas conversaciones con Gerard Piqué. Luis Rubiales, a través de sus intervenciones públicas, puso en el mapa el nombre de Motril, una ciudad granadina de 60.000 habitantes que conoció su “belle époque” por el cultivo de la caña de azúcar, ya desaparecida.
En las calles motrileñas muchos recuerdan ahora esa reivindicación de las raíces para defender a capa y espada a Rubiales, ahora que incluso los suyos -la federación que una vez dominó sin contemplaciones, manejando hábilmente prebendas, lealtades y secretos- han comenzado a darle la espalda. “Es que lo que están haciendo con él es un linchamiento. Se están pasando”, dice un grupo de jóvenes en un restaurante de la ciudad, emplazada a 64 kilómetros de Granada. Su destino después del beso a Jenni Hermoso tras la histórica victoria del combinado femenino en el Mundial de fútbol acapara las conversaciones en la patria chica de Rubiales.
Lo que hizo no tiene importancia. No veo justo la que se ha montado por un piquito
Avanzado el almuerzo, los comensales divagan incluso sobre lo que perderá su vecino más ilustre si es apeado definitivamente de la Real Federación Española de Fútbol. “Es que no es solo su sueldo de 400.000 euros como presidente sino también el dinero como vicepresidente de la UEFA o el piso en la Castellana”, desliza uno de ellos. Los cálculos no distan mucho de la realidad: Rubiales embolsa anualmente unos ingresos brutos que superan los 920.000 euros, la suma de su sueldo como presidente -675.761,87-, los 36.000 euros anuales de la ayuda a vivienda y 250.000 euros que mantenía por ser vicepresidente y miembro del comité ejecutivo de la UEFA.
Refugiado entre los suyos
En Motril ninguno de los detalles que rodea la caída en desgracia de Rubiales pasa desapercibido. Los hay que, para defenderle, cargan contra “las feministas radicales” y desempolvan algún recuerdo más o menos remoto. Como Antonio, un ex policía nacional jubilado, que conoció al Rubiales de su etapa como jugador del Motril Club de Fútbol, un equipo que desapareció hace una década por problemas económicos y que llegó a militar en la Segunda B. “He sido muy aficionado al fútbol. Lo que hizo no tiene importancia. No veo justo la que se ha montado por un piquito”, desliza.
Con tres años mi padre me puso la camiseta del Motril Club de Fútbol
El nombre de Motril volvió a sonar el pasado viernes en la asamblea general extraordinaria de la RFEF en la que, contra pronóstico, se negó a dimitir y lanzó sus dardos contra “el falso feminismo”. Recordó “las primeras botas Adidas” que le regaló su padre. “Con tres años me puso la camiseta del Motril Club de Fútbol. Papá, vamos a aguantar el tipo que si no yo me emociono”, declaró en mitad de la asamblea a la que asistió su progenitor, ex alcalde socialista de Motril. “Llevo mucho tiempo trabajando, sin vacaciones, pero soy una persona y también necesito descansar. Después de esta asamblea, me iré unos días con mi madre, mi hermana, mis sobrinos y mis hijas y espero poder desconectar y que se siga haciendo justicia. Estaré en Motril”, esbozó.
Fuentes consultadas por este diario reconocen que, según lo que Rubiales manifestó en público, pasó el pasado fin de semana por Motril aunque la pachanga prevista con quienes un día fueron sus compañeros en el club local fue finalmente cancelada en mitad del revuelo. Desde el lunes, cuando su madre Ángeles Béjar inició una huelga de hambre recluyéndose en la iglesia de la Divina Pastora, su paradero resulta una incógnita. Durante aquella jornada fueron dos primas, Vanessa Ruiz y Demelza Béjar, las que se alzaron en portavoces de la familia pero luego hicieron mutis por el foro. Nada más se supo de ellas.
Si su hijo prometió “resistir hasta el final”, su madre volvió a insistir a última hora del martes su voluntad de mantener su encierro “hasta que el cuerpo aguante” aunque -aseguró- su vástago le había pedido que acabara con la huelga. Su acción concluyó avanzada la tarde del miércoles cuando Ángeles fue trasladada a un hospital cercano con "los pies hinchados" y "estrés". Visiblemente incómodo, el párroco había anunciado poco antes que la mujer hablaría con los medios. Había pasado la segunda noche en un colchón en una capilla lateral.
"Motril siempre está en mí"
En 2020, durante una de sus frecuentes visitas a Motril, Rubiales dejó escrito en el libro de honor del ayuntamiento: “Soy de Motril, me crié y crecí muy feliz en Motril. Es mi pueblo, mi ciudad, lo digo con orgullo. Cuando puedo, vuelvo con mi familia, con mis hijas. Cuando no, siempre Motril está en mí. En mis pensamientos, en mis decisiones, en mi memoria y, sobre todo, en mis sentimientos. Amo Motril, por eso mismo quiero dar las gracias a mi amiga Luisa, querida alcaldesa. También a toda la Corporación. El honor que me hacéis hoy es el mayor que nunca podré recibir. Gracias”.
Una medalla de oro en cuestión
Diego, un periodista reconvertido en terapeuta, conoció a la familia en la década de 1990. “Llegué a comer en una ocasión en su casa cuando él era alcalde por un asunto profesional”, comenta sorprendido por la decisión de la madre de resistir entre los muros de una parroquia del céntrico barrio de los Capuchinos de Motril. “Me parece una iniciativa maravillosa para protestar por esta injusticia. Hay mucha manipulación en todo esto”, apunta.
Esta medalla es vuestra. Motril es mucho Motril
Las constantes alusiones a sus orígenes de Rubiales fueron correspondidas por la ciudad hace ahora dos años, cuando el consistorio le concedió la Medalla de Oro. En junio de 2021, coincidiendo con la efemérides de su constitución como ciudad otorgada por Felipe IV en 1657, Rubiales se colgó la insignia. Agradeció a su familia su apoyo y manifestó que sus conciudadanos son “nobles, leales y portadores del amor propio por lo nuestro”. “Esta medalla es vuestra. Motril es mucho Motril”, concluyó. Hace apenas tres años la aún hoy alcaldesa de la ciudad, Luisa García Chamorro, definía a Rubiales como un hombre “humilde, sencillo y muy motrileño”.
Un reconocimiento que, como los cargos que ha ido acumulando durante el último lustro, está ahora en riesgo. Fue otorgado con el voto favorable de todos los grupos del consistorio a excepción de Izquierda Unida-Equo, que se abstuvo. Son ahora sus dos concejales los que promueven su retirada. “Nos parece inaceptable y debemos defender los intereses que afectan a Motril”, señala en conversación con El Independiente José García Llorente, concejal de IU-Equo en el consistorio. Su grupo prepara una moción que deberá ser debatida en el próximo pleno, aún sin fecha fijada pero que podría celebrarse a lo largo de septiembre.
La última polémica
El PP gobierna la ciudad en virtud a un pacto con Más Costa Tropical, un partido heredero del extinto Partido Andalucista y de una de sus escisiones en las que llegó a militar Luis Rubiales, el padre del presidente de la Federación, tras su paso por el PSOE como alcalde y delegado provincial de Empleo de la Junta de Andalucía, etapa por la que acabó involucrado en el caso de los ERES. “El resto de grupos han rechazado mayoritamente el comportamiento de Rubiales pero no se han manifestado sobre la retirada”, confirma García Llorente, consciente de que el asunto levanta suspicacias.
Motril y Rubiales es un caso de 'tanto monta, monta tanto'
“En Motril hay un poco de todo. Hay mucha gente que considera que el tema se ha exagerado. No podemos obviar que hay quienes apoyan a Rubiales por proximidad, afecto u orgullo”, admite el concejal. “Las razones para retirar una concesión están en el propio reglamento y son, entre otras, por el descrédito o la tacha que puede sufrir la ciudad”, arguye. “Y hay motivos para retirarla. Creemos que la actitud antes, durante y después de la medalla es reprobable y está ensuciando la imagen de Motril. Motril y Rubiales es un caso de 'tanto monta, monta tanto'”.
Al episodio del beso y sus gestos desde el palco del partido se suman las controversias previas. En septiembre de 2022 Juan Rubiales, tío de Luis Rubiales y su exjefe de Gabinete, denunció ante la Fiscalía Anticorrupción el pago de fiestas privadas con dinero del organismo. Según la declaración voluntaria, el hoy suspendido presidente celebró “a principios de 2020 una fiesta en un chalé privado de Salobreña”, una localidad vecina a Motril. El alquiler de aquella vivienda fue “únicamente para disfrute de él y de su equipo más directo, pagándose los gastos con tarjetas de empresa de la propia RFEF”, detalló.
Una asociación de personaje y localidad que algunos de los curiosos que desfilaban hasta la parroquia donde permanecía recluida su madre citaban entre lamentos, como si ellos mismos se jugaran el crédito. “Tú te vas, pero yo me quedo. Y para entonces, ¿dónde estará la imagen de Motril?”, afeaba un transeúnte a una de las reporteras de televisión que preparaba una de sus conexiones.
En Motril no merecemos esto. Debería dimitir
Una intensa exposición mediática, la de estos días, a la que está poco acostumbrada esta ciudad que antes de la industria azucarera conoció el esplendor efímero del algodón y, que rodeada de invernaderos y el cultivo de chirimoya, aguacate y otros frutos tropicales, suspira aún por la carencia de infraestructuras y los trenes perdidos -es el único puerto español sin conexión ferroviaria-. “No merecemos esto. Es una ciudad agradable en la que nos buscamos la vida con la agricultura y la pesca. Debería dimitir”, murmura un jornalero jubilado mientras pasea junto a su perro. Las críticas al hijo predilecto de Motril también han comenzado a aflorar en los confines de su reino.
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