Corea del Sur ha iniciado los trámites necesarios para impedir la cría de perros para consumo humano. Se trata del primer paso de lo que muchos interpretan que acabará siendo una prohibición definitiva. Pero lo cierto es que, a día de hoy, muchos restaurantes de países como China, Vietnam, Indonesia, Filipinas o la propia Corea del Sur siguen ofreciendo carne de can, que es toda una tradición en algunas regiones. Y no es algo que se limite únicamente a Asia. En Suiza, sin ir más lejos, también es legal su consumo.
Muchos españoles se llevarán las manos a la cabeza al conocer esto, porque en nuestro país algo así sería impensable. Pero hay que entender que es algo cultural. En India las vacas son sagradas. Y en Corea del Sur alucinan de que haya gente que coma conejos. En cuanto a la carne de perro, es innegable que su consumo está disminuyendo, incluso en los pocos países donde sigue siendo legal, donde los ancianos son sus principales defensores. Pero hay algunos reductos que siguen ofreciéndola.
"Yo me despierto todos los días a las siete de la mañana con el olor de la carne de perro cocinándose", explica Débora López, una española que lleva seis años viviendo en Seúl (Corea del Sur). "Tengo un restaurante justo debajo de mi casa donde la hacen todos los días. Y cuando están preparando comidas y cenas se nota. No huele mal, pero es un olor muy fuerte", asegura.
Según explica, ese restaurante en concreto, que está ubicado en Yongsan, una zona céntrica de la capital surcoreana, está muy frecuentado normalmente. A la hora de la cena se llena. Y también es muy habitual que los trabajadores de la zona acudan allí al terminar la jornada, especialmente los hombres de entre 50 y 60 años.
"Cuando llegué a Corea comencé a dar clases de español a estudiantes cuarentones y cincuentones que trabajaban en Samsung. Y cuando acabaron el curso quisieron ir a celebrarlo a un restaurante donde se comía carne de perro. Y yo comí también. Ha sido la única vez que lo he probado, pero la verdad es que sabía muy bien", rememora López.
"La presentación habitual es una especie de sopa de picadillo o estofado muy especiado, que incluye caldo, fideos y la propia carne de perro, que suele estar muy desmenuzada. Y lo suelen consumir más en verano, porque piensan que es refrescante para el cuerpo", explica Kris Ruiz, otra española que lleva allí 11 años y ahora vive en Suwon, una ciudad al sur de Seúl.
Muchas veces se acompaña esa sopa de carne de perro con pequeños platos tradicionales surcoreanos, que funcionan como acompañante. El menú completo con todo incluido, tal y cómo detalla López, cuesta entre 8.000 y 10.000 wones, que vendrían a ser al cambio entre 5 y 7 euros.
Pero lo cierto es que, según cuentan ambas, el hecho de que algunos miren con recelo a los que consumen carne de perro no es algo exclusivo de los países occidentales. En Corea mucha gente está en contra. La gran mayoría, de hecho. Y a muchos no les hace ninguna gracia que se relacione a su país con algo así.
Ruiz, que da clases en una universidad militar, tiene por costumbre preguntarle a sus alumnos qué es lo más raro que se han comido. Ha habido respuestas de todo tipo, desde arañas hasta serpientes. Pero recuerda una en concreto. "Un alumno me dijo que había comido algo que estaba muy mal visto, que era la sopa de carne de perro. Y le dije que me explicase a qué sabía, porque yo no lo voy a probar en la vida. Me contestó que era una mezcla. Más duro que el pollo y más blando que la ternera, y un sabor entre medias de los dos. Pero como lleva tantos condimentos ni se nota. Si no te dicen qué es, ni te enteras", asegura.
Pero no se cocinan todas las razas. Nadie se come un caniche ni un labrador. En Corea la más habitual es el nureongi, que muchas veces son criados en granjas. Sin embargo, cada vez hay menos criaderos para consumo humano. Hasta el punto que el año pasado ya se puso encima de la mesa la prohibición de consumir carne de perro. Y este año ha sucedido lo mismo.
¿Cuánta gente consume carne de perro?
"Antes se consumía más. Pero hay que entender la historia y la cultura de Corea. En el siglo XX estuvo bajo dominio de Japón, que dejó el país hecho polvo, y después llegó la II Guerra Mundial y la Guerra de Corea. No había comida, y a la gente no le quedaba otra que comer lo que pudiera. Y a eso hay que sumarle que culturalmente el país bebe mucho de China. Y para ellos los perros no eran animales de compañía", resume Ruiz.
Cuando ella se instaló en el país, en el año 2012, explica que muy poca gente consumía ya carne de perro. Y desde entonces el número no ha dejado de disminuir. "Cuando llegué aquí entre el 8% y el 10% la comían. Pero un informe de este verano de lo que sería el INE coreano decía que menos de 4% de la población ha probado la carne de perro en el último año. Y los que sí lo habían hecho tenían más de 80 años en el 90% de los casos. La gente joven no quiere ni oír hablar de esto", afirma Ruiz.
Normalmente su consumo está más extendido en las zonas rurales del país. Aunque López asegura que en Seúl, cerca del Palacio Real, hay una calle donde hay muchísimos restaurantes que la ofrecen. Sin embargo, el número de establecimiento de este estilo es reducido, y están atendidos, en muchas ocasiones, por gente que también suele ser muy mayor. En otras palabras, si algún turista quiere probar en perro en Corea, tendrá que buscar esos restaurantes, porque es probable que no se encuentre con ninguno.
Prohibirlo por ley
López tiene claro cómo acabará esta historia: "Se terminará ilegalizado. Pero no tanto por la opinión pública, sino porque la gente no lo consume tanto. No hay negocio. Creo que irá más por ahí que por el hecho de que socialmente esté mal visto. Es un tema generacional, en su momento hubo que comerlo después de las guerras, pero mis amigos coreanos, que son jóvenes, ya no lo hacen".
En la misma línea apunta Ruiz: "En Corea actualmente hay dos bandos bastante diferenciados. La gente joven está en contra del consumo de perros, y muchos de hecho los tratan como si fueran niños, llevándolos a peluquerías, haciéndoles la manicura y comprándoles ropa. Pero la gente mayor considera que es parte de su tradición y cultura. Y al final el Gobierno no quiere enfrentarse a ellos, porque aquí a los mayores se les respeta muchísimo. Han endurecido la normativa, pero no creo que lo prohíban hasta que su consumo sea tan mínimo que haya que hacerlo".
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