La nueva cepa -más grave y letal- de la mpox (conocida como la viruela del mono) lleva meses preocupando a los expertos por su imparable crecimiento en África. Y el hecho de que la OMS declarara este brote como una emergencia sanitaria internacional ha hecho saltar las alarmas. Muchos se han acordado, de inmediato, del Covid. Pero aunque ambas situaciones no parecen ni comparables por el momento, la pandemia del 2020 dejó muchas cicatrices.
Por aquel entonces vimos que surgieron muchos movimientos negacionistas y conspiracionistas, que utilizaron las redes sociales para amplificar unos discursos cargados de mentiras y medias verdades. En algunos países estas corrientes triunfaron, arropadas incluso por destacados líderes internacionales como Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil. Pero en España esto no sucedió. Aquí estos movimientos quedaron sepultados bajo una mayoría de gente que se limitó a creer en la ciencia y en los expertos, a pesar de que había muchas incógnitas.
Cuatro años después el foco está puesto en la mpox. Y la OMS ya ha declarado que este virus tiene poco que ver con el Covid. Son enfermedades distintas, que se contagian de manera diferente y afectan a grupos de población dispares. Y el punto clave es que para la viruela del mono sí tenemos una vacuna, que además es muy eficaz. Por eso muchos expertos señalan que las probabilidades de vivir un nuevo confinamiento y restricciones tan duras como las de 2020 son muy bajas.
A pesar de ello, en las redes sociales se está gestando un movimiento de rebelión contra la posibilidad de que se vuelvan a imponer medidas sanitarias en España, azuzado por algunos usuarios con muchos seguidores como Alvise Pérez. El eurodiputado y fundador de la agrupación Se Acabó la Fiesta (SALF) ha utilizado su canal de Telegram, en el que tiene casi 700.000 suscriptores, para posicionarse sobre este tema: "Si queréis seguridad física y médica, cerrad la frontera con África en vez de importarnos medio continente. Pero si nos encerráis ilegalmente, habrá uso legítimo de resistencia. Antes vamos a prisión que ser inyectados, encerrados o saboteados sin viajar por nuestro propio país".
El propio Alvise hizo una encuesta entre sus seguidores para ver qué opinaban. Votaron más de 100.000 personas: el 4% dijo que acataría las medidas sanitarias que se aprobaran, el 13% afirmó que lo haría "parcialmente" (aceptando restricciones "proporcionales", pero asegurando "respeto a cierta libertad vacunal") y el 83% votó en contra de cualquier medida y a favor de la "resistencia civil activa ante cualquier restricción similar a la del Covid en 2020".
¿Pueden pasar a la acción estos movimientos?
"Con el Covid la mayor parte de la población se concentró entre la responsabilidad y la resignación. En el primer caso estaban los que otorgaron su voto de confianza a científicos y políticos, y consecuentemente cumplieron con las medidas con fe. Y en el segundo grupo estaban aquellos que igualmente cumplieron religiosamente, pero deseando poner el pie en la calle y con cierto escepticismo. Los negacionistas eran testimoniales, en torno al 2% del total", relata María José López, profesora de sociología en la Universidad de Extremadura (UNEX).
López, que estudió en profundidad cómo vivió la población española aquella pandemia, considera que si ahora se pusieran en marcha restricciones sanitarias similares el porcentaje de población que las rechazaría aumentaría. Pero una cosa es manifestar sus quejas por redes y otra muy distinta cumplir con sus amenazas. ¿En qué punto estamos? Para la experta, esta situación no va a desembocar en nada más: "Creo que no pasaríamos de ahí. Los conspiracioncitas hacen mucho ruido, pero no tienen tanto impacto porque no son tantos".
Otra cosa, apunta la experta, son los antivacunas, que no niegan la existencia de las enfermedades: "Hay colectivos organizados desde hace décadas, no es un invento del señor Alvise. Y te puedo asegurar que muchas cuestiones de su argumentario muchos las firmaríamos (promover la investigación, no imponer obligatoriamente…). Aunque toda esta locura de los últimos días no creo que tenga mucho recorrido. Forma parte de ese fango del que se habla últimamente, que alimenta los discursos de odio en la arena política".
Celia Díaz, doctora en Sociología y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, concuerda en que estos movimientos "están tratando de sacar músculo". El caso de Alvise es paradigmático. "Está desinformando desde su canal de Telegram. Ha divulgado un prospecto de una vacuna antigua, que además no está aprobada por la Agencia Europea de Medicamentos", relata la experta. Pero sus seguidores le siguen creyendo porque "se sienten abandonados por las instituciones y por los partidos".
"Este tipo de mensajes provocan crispación porque evitan el diálogo, que al fin y al cabo es una de las bases de la democracia. Y otra cosa perniciosa es que se ponen los discursos de la población al mismo nivel de los científicos, y eso es muy peligroso. Sucede en los medios de comunicación desde una falsa idea de equilibrio que no es tal. La ciencia abierta como pilar democrático consiste en fomentar discursos de diferentes actores implicados, de todos los grupos sociales. Pero la población general no puede afirmar los efectos secundarios de una vacuna, como los científicos no pueden negarnos los miedos que podamos tener", desliza Díaz.
Los factores que se juntan en la crisis de la mpox
La mpox también está sirviendo para cargar contra la inmigración. No es nuevo: si ahora las críticas se centran en los países africanos, con el Covid fue China la que estuvo en el foco. Se llegó a hablar incluso de que el gigante asiático había programado el virus para que afectara a todo el planeta. El ejemplo perfecto de cómo una emergencia sanitaria se aprovecha para avivar determinadas posiciones políticas.
"Lo que sucede con la ciencia es que no trabaja con absolutos, siempre parte de la incertidumbre y eso es difícil de comprender desde fuera, cuando se buscan soluciones rotundas. Pero las personas como Alvise saben jugar con los miedos de la gente, especialmente los de las personas que se encuentran en situaciones vulnerables y no encuentran respuestas o salidas. Se aprovechan de dar respuestas claras (aunque falsas), sin tener que demostrar nada, y aportan como evidencias algunos casos elegidos", explica Díaz.
Además, en esta ocasión hay otro factor más, que los agitadores están aprovechando. Y es el miedo al confinamiento y a todo lo que representa. Díaz asegura que todavía hoy son muchas las personas que hablan de lo que supuso en sus vidas: familias y parejas rotas, la muerte de seres queridos (muchos de los cuáles no pudieron ni siquiera ser despedidos), y tensiones que se vivieron con desenlaces cargados de complejidad. Un auténtico trauma "no siempre bien resuelto, no siempre bien explicado".
"Estamos en una situación en la que los movimientos sociales en general están encogidos. Y la desconfianza en los partidos políticos va en aumento y ciertos mensajes deben ser muy claros. Pero por otro lado, como hemos visto en los datos de la Encuesta de la Percepción Social de la Ciencia de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, desde 2018 a 2022 ha habido una evolución positiva hacia la confianza en la ciencia y también en las vacunas", remata la experta.
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