Los tres primeros años de vida son determinantes en el desarrollo de la infancia. Es durante esta etapa cuando se establecen los patrones socioemocionales a raíz del ambiente que rodea al niño que, integrados en todos sus sentidos, le permiten conocerse a sí mismo e interactuar con los demás. Esto hace que el entorno del menor sea clave para un buen desarrollo de su infancia, debiendo ser estimulante, estable y que favorezca la escucha activa y el desarrollo del lenguaje del pequeño.

Por ello, la Fundación ”la Caixa” a partir del programa Caixaproinfancia y Fondos Europeos, ha lanzado el proyecto Espacios Familiares 0-3, una iniciativa pionera en el apoyo a la primera infancia en familias en situaciones de vulnerabilidad social. Ofreciendo acompañamiento social, talleres y ayudas económicas en productos básicos —y con el propósito de mejorar las competencias parentales, las habilidades sociales y la empleabilidad de las familias participantes—, el proyecto se dirige a estas familias atendidas que, a menudo, son derivadas de servicios sociales y centros de salud.

Ya en 2023, el programa mostró resultados positivos en la reducción de vulnerabilidades tanto económicas como intrafamiliares y educativas de las 20 entidades en nueve comunidades autónomas sobre las que trabajó. Ahora, durante el curso 2024-205, Espacios Familiares 0-3 promete ampliarse de manera progresiva, empezando a trabajar con 10 entidades más respecto a años anteriores.

Ayudas a familias

Una de estas entidades es la Fundación de la Esperanza de Barcelona. Para Soledad García, psicopedagoga, especialista en acompañamiento durante la maternidad y la crianza, y educadora infantil en el espacio de esta entidad, esta iniciativa "surge de la necesidad de ampliar el acompañamiento a las familias desde dos líneas muy claras: acompañamiento social, a través de la figura de la trabajadora social; y acompañamiento familiar a nivel educativo, mediante una educadora infantil y actividades dirigidas a trabajar diferentes temas relacionados con la crianza". Esto transforma el espacio escogido no sólo en un lugar de ayudas, sino también en un lugar de encuentro entre familias con las que compartir experiencias similares y ampliar su red social.

El proyecto atiende a familias con pocos recursos económicos y una red social en el territorio muy escasa, ya sea porque son familias de orígenes diversos o porque han vivido un proceso de migración y, por tanto, su familia y su red se han quedado en el país de origen. "Algunas llevan mucho tiempo en situación de desempleo, son familias monomarentales o con diferentes situaciones a las que la maternidad las hace aún más vulnerables", añade la pedagoga.

Casos como el de Shirley, quien llegó de Perú hace tres años para ayudar a su marido afectado por la COVID-19, esa misma enfermedad que había acabado con la vida de su hija de 16 años. Sus otros dos hijos, uno de ellos autista, se había quedado en su país. Al llegar a España, Shirley se quedó embarazada y dio a luz a Rebeca, que nació con síndrome de Down. La noticia supuso una conmoción para la familia pero, gracias al programa, Rebeca es una niña activa y feliz. "Un terapeuta que atendía a mi hija me habló de este proyecto de la Fundación. Quería que Rebeca se relacionara con otros niños y el personal del proyecto nos hicieron sentir parte de una familia. Es un espacio donde se nos da amor, se nos apoya mucho y los pequeño se divierten y aprenden", recuerda Shirley.

De padres a hijos

El proyecto está también muy impulsado por talleres con los que facilitar la relación entre padres e hijos, pero también con los que compartir experiencias junto a otras familias y dejar atrás el sentimiento de abandono. García explica que, hoy en día, "las maternidades son cada vez más solitarias, pero venir aquí hace que sean un poco más solidarias: se comparten formas de hacer y pensar". Estos programas ofrecen también un servicio de "canguro" al que dejar al niño mientras las familias asisten a la formación.

Son, en esencia, un lugar de aprendizaje y de unión, donde las familias comparten sus experiencias e inquietudes. También son lugares con los que homenajear la multiculturalidad de las personas, celebrando tanto festividades locales o propias de la cultura de esas familias que acuden al espacio.

Finalmente, las familias también reciben una ayuda económica destinada a hacer frente a los gastos de su hijo o hija, y que consiste en una tarjeta monedero de ”la Caixa” en la que se realizan a lo largo del curso tres cargas de 300 euros, hasta alcanzar un total de 900.

El valor de este proyecto, recuerda García, es "poder seguir todo el proceso que hacen las familias" cuando, en ocasiones, los padres llegan en situaciones de mucho estrés o preocupación pero que, gracias al apoyo y a las relaciones que se generan, su estado de salud mental y el bienestar general de la familia mejora significativamente. Es, en esencia, un segundo hogar.