El pasado otoño, un breve pero contundente libro agitó el debate sobre el estado de la educación en Cataluña de manera inédita hasta la fecha. Hace tiempo que los malos datos del alumnado catalán en las pruebas de competencia españolas e internacionales han encendido todas las alarmas en un territorio que presumía de la calidad de su sistema de enseñanza, de su didáctica avanzada y del supuesto éxito de la inmersión lingüística. Pero el autor de Incompetencias básicas iba mucho más allá de los fríos –a veces escalofriantes– números de Pisa y otros informes. Damià Bardera describía el panorama dantesco de una educación destruida por una pedagogía emocional que supedita la exigencia y la disciplina a los sentimientos de los alumnos. De unos centros de enseñanza secuestrados por lo peor de la clase –y del claustro–. De un profesorado indefenso ante las amenazas de determinados alumnos y padres y sumido en el desaliento, cuando no en la depresión. De una consejería y una inspección ajenas a la realidad escolar y encastilladas en su ficción burocrática para negar la evidencia de los datos. Y lo hacía desde dentro del sistema, en su calidad de profesor de Filosofía de instituto.

La nomenclatura educativa reaccionó airadamente contra él y orquestó un manifiesto para desacreditarle, tachándole de reaccionario. Pero buena parte de los profesionales de la enseñanza en Cataluña se han visto perfectamente reflejados en la "crónica del disparate educativo" que, de manera breve pero certera, Bardera dibuja en su airado panfleto. El de un sistema manoseado por los políticos e incapaz de garantizar el derecho constitucional a la educación. Publicado originalmente en catalán, Península traduce ahora Incompetencias básicas al castellano con un epílogo del filósofo Gregorio Luri. Porque buena parte de lo que denuncia, pese a "algunos problemas específicos" de Cataluña, sirve para el resto de España.

Un sistema "arruinado"

"Yo solo me represento a mí mismo, pero no me he inventado nada, y en la enseñanza secundaria el apoyo a lo que cuento en el libro es masivo", explica Bardera en conversación con El Independiente. "Al menos en Cataluña, hay un divorcio total entre el profesorado y quienes están en los despachos. Hay una serie de personas que viven del sistema, pedagogos de salón, formadores de formadores, políticos oportunistas, que independientemente de sus intenciones han arruinado el sistema y siguen negando que existe el problema".

Damià Bardera.

Habla Bardera en su libro de una educación desbordada que tiene que aceptar profesores de ocasión que no han realizado el máster de formación del profesorado. El mismo máster que cuesta entre 3.000 y 8.000 euros y que a él le impusieron sobre la marcha como obligatorio para ejercer la profesión. Pero muchos de esos profesores firman la renuncia el mismo día que toman posesión de la plaza, en cuanto ven el percal de insubordinación, falta de respeto e indisciplina. Denuncia Bardera la engañifa de "los inefables TR", los trabajos de investigación que en Cataluña y Baleares valen el 10 por ciento de la nota final de Bachillerato y que casi siempre son plagios o refritos sin valor académico alguno; la desaparición de las asignaturas reales sustituidas por horas para círculos, propuestas o espirales, "en la línea de lo que ahora se llama educación emocional"; y otra peculiaridad del sistema catalán como son las llamadas "plazas perfiladas", puestos otorgados "por la gracia del director feudal de cada centro" y que facilitan los nombramientos a dedo sin supervisión alguna.

Docentes indefensos

Hace diez años, Bardera llegó a la educación pública con la ilusión de quien se va a dedicar a lo que le gusta, enseñar. En su primer día como profesor interino a media jornada en un instituto de Figueras asistió a un violento incidente protagonizado por dos alumnas gitanas que destrozaban lo que se encontraban a su paso, insultaban a los conserjes o amenazaban a la jefa de estudios antes de abandonar el centro para no volver nunca más.

Aquel episodio sirve a Bardera para ilustrar la indefensión a la que están expuestos los docentes, que a su juicio deberían tener "rango de autoridad pública" para que las agresiones contra ellos, más frecuentes de lo que se cree, equivalieran a agredir a un policía. "¿Por qué en este país no se puede hablar abiertamente de los problemas de escolarización de la comunidad gitana?", se pregunta en los compases iniciales de su libro. "Cada vez que los medios de comunicación hablan de absentismo y publican los datos de fracaso escolar en España, del abandono en la etapa de secundaria, irremediablemente pongo rostro a las estadísticas: pienso en aquellas dos chicas de etnia gitana, en la imposibilidad social, familiar y pedagógica de escolarizarlas de manera convencional y real".

Bardera escribe estas y otras cosas sin miedo a que le tachen de nada. "Si hay un problema no puedes negarlo a base de eufemismos. Falta valentía o lucidez para tomar decisiones que respeten la dignidad de todas las personas. Aquí tiene que haber alguien que tome cartas en el asunto. Claro que hay alumnos con problemáticas que se tienen que atender. Pero debe haber profesionales especializados que se ocupen de ellos. Los profesores no somos monitores", explica al otro lado del teléfono.

Lo desarrolla en su libro: "Me parece una falta de respeto al alumnado con necesidades educativas especiales que sea precisamente el profesor –aquel que tiene que enseñarle algo– quien tenga que atenderle como psicólogo y como educador social".

Una dejación de todos

Roles a los que, en las escuelas y los institutos baqueteados por la sucesión incongruente de leyes educativas y la falta de recursos, se suman los de "policía", "animador cultural" e incluso hacker, DJ, community manager o coach, siguiendo la guía de un conocido máster de formación de profesorado. Si no quieres problemas con los niños "debes entretenerlos con juegos, yincanas, canciones y pantallitas porque tu trabajo es vigilarlos y, sobre todo, procurar que se lo pasen en grande, que no aprendan mucho salvo a autogestionarse emocionalmente, y a veces ni eso".

Todo esto es en buena medida fruto de la dejación de "unas autoridades educativas muy mediocres o directamente negligentes que están cobrando tres veces lo que el profesorado, pero que no quieren asumir responsabilidades" y además acusan a los profesores de los problemas del sistema. "Te vienen a decir cómo hacer las cosas cuando no han pisado un aula en su vida. Actualmente, el profesor es el último mono, el eslabón más débil. Todo el mundo pasa por delante de él: el alumno, las familias y la dirección del centro".

El resultado es un clima de dejación, un "pacto tácito" en el que los alumnos no ven razón alguna para esforzarse y los profesores hacen la vista gorda. Nadie da la talla. "Se están regalando los títulos. Un tercio o más de los alumnos llegan a secundaria sin las competencias básicas. No saben leer ni escribir", asegura Bardera. Para tratar de acabar con este estado de cosas, propone "evaluaciones externas" ajenas a la consejería o el ministerio, y que "de estas dependa que los alumnos tengan el título o aprueben. Ahora están pasando de curso con siete u ocho suspensos".

El "mito" de la inmersión lingüística

Hace poco, un conocido al que hacía años que no veía le paró en el supermercado y le contó la experiencia desesperante que estaba viviendo con sus hijos, en este caso escolarizados todavía en primaria. Él y su mujer se dieron cuenta de que los niños no estaban aprendiendo nada y pidieron una reunión con el inspector de zona. Acudieron seis familias de más de una veintena de alumnos del curso. "Sabemos lo que hay, es demencial, pero sois solo seis. Si los demás no se quejan vamos a ir tirando así", les vino a decir. "La escuela no está cumpliendo", añade Bardera, "y los profesores que lo hacen son antisistema. Pero esta gente paga sus impuestos. Es un fraude".

El autor de Incompetencias básicas, que aclara que es "un profesor comprometido con la cultura y la lengua" propias, "catalanocéntrico", cree que el independentismo no ha sido un factor determinante en el deterioro de la escuela catalana. "Estaríamos en este punto de un modo u otro. Es una inercia. Pero lo que me sorprende es que quienes supuestamente deberían defender la lengua no solo se han cargado la educación sino también el catalán". Bardera asegura que la inmersión lingüística no se está cumpliendo en la práctica, ni dentro ni fuera de las aulas. "El uso social del catalán en los institutos, especialmente del área metropolitana de Barcelona o de la costa, brilla por su ausencia. Hay alumnos que lo aprenden como una lengua muerta. Por uno que encuentras que sabe catalán y no tiene el mínimo de castellano hay 100 justo al revés". 

Depresión y ansiedad

Debido a este estado general de cosas, "los claustros se están vaciando de gente intelectualmente incompetente", explica este profesor de Filosofía que, como buena parte de los docentes catalanes, también se ha planteado dejarlo. El problema para muchos de sus colegas es "que no tienen alternativas" laborales. Y eso les lleva a aguantar, incluso a costa de su salud mental. "Hay claustros en los que la mitad de sus miembros tiene que tomar pastillas para la depresión o la ansiedad. Cuando hay humillaciones constantes, cuando te faltan al respeto y no tienes posibilidad de expulsar a un alumno de clase, cuando estás sufriendo incluso por tu integridad física, es inevitable que esto suceda".

La Generalitat ha cambiado de signo político y aparentemente busca apoyo en el Ministerio para mejorar la situación. Pero para Bardera es puro maquillaje. "No hay voluntad real, y sí una inercia de fondo de raigambre neoliberal para la degradación de la escuela pública. Hace falta coraje, valentía y lucidez para revertirla, pero de momento seguimos vegetando y viviendo de las rentas. Fuimos una potencia pedagógica, pero ese es un sol que se ha apagado, aunque no seamos conscientes".

La conclusión del autor de Incompentencias básicas es cualquier cosa menos optimista. "La finalidad de la educación no es que el alumno sea feliz, sino darle herramientas para construir su proyecto vital. La felicidad ya vendrá. Pero en vez de dar contenidos impartimos educación emocional. Es mucho más fácil impartir cultura por la paz que explicar por qué hay una guerra en Ucrania. Se está estafando al alumnado. Se supone que estamos preparándoles para la vida, pero la vida no es esto".