"¡Rellene de saliva hasta la raya negra!"
"¡Rellene de saliva hasta la raya negra!"
La frase la repite una y otra vez en un español con marcado acento asiático uno de los cientos de japoneses encargados de que se cumplan todos los protocolos en el aeropuerto de Narita, una de las principales puertas de entrada a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Lo que hay que rellenar de saliva hasta la raya negra es un pequeño tubo, una muestra que será analizada en poco tiempo y que será la que decida si puedes entrar a Japón. En los pequeños habitáculos destinados a tal efecto, hay un cartel que te advierte claramente de que no rellenes el tubo con orina y una imagen que supone que debería ayudarte a salivar: una foto de un limón cortado al lado de una especie de buñuelos.
Si después de 14 horas de vuelo no tienes saliva ni viendo ese limón, entonces te acompañan amablemente -siempre con sonrisas y reverencias- a hacerte una prueba de antígenos.
Hasta ese paso, los japoneses ya han tenido tiempo para comprobar cómo se hace una cola a la española. Incluso en tiempos de coronavirus. Porque mientras los guardias de seguridad señalan las pegatinas del suelo -que indican claramente la distancia de seguridad que había que mantener-, los más de 200 deportistas y entrenadores españoles que volaron el sábado rumbo a los Juegos se apelotonan en una fila para pasar el primer trámite.
Habían pasado ya más de 25 horas desde que la expedición española, comandada por el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, llegó al aeropuerto de Barajas y lo único que querían los deportistas era llegar cuanto antes a la Villa Olímpica. El exceso de equipaje y las altas temperaturas en Madrid retrasaron el despegue casi siete horas.
"No hay casi ambiente olímpico"
Pero los trámites en el aeropuerto de Narita llevan su tiempo en estos momentos extraños para Tokio, que vive desde hace una semana un nuevo Estado de Emergencia. El domingo fue el quinto día con más de 1.000 contagios diarios, unos números que no se veían desde enero. De ahí esos controles tan exhaustivos en la frontera: no quieren acabar lamentando los Juegos Olímpicos.
Papeleo, pasaporte, las aplicaciones para controlar el coronavirus, el test de saliva, la recogida de la acreditación, las aduanas… Pasillo para arriba, escalera mecánica para abajo, una reverencia por allí y otro control más de pasaporte por aquí. Amables y serviciales hasta límites insospechados, los japoneses que atienden al equipo español no se cansan de hacer reverencias. Incluso si preguntas por un baño la respuesta viene acompañada por esa muestra de respeto.
Aunque las encuestas evidencian que la gran mayoría de la población japonesa está en contra de los Juegos que arrancarán el viernes, disimulan bien ese enfado. "No hay casi ambiente olímpico", dice un miembro de la Embajada española en Japón que ha ido a saludar a los atletas al aeropuerto. "Las calles se vacían por la noche y no se respira por ningún lado que dentro de cinco días empiezan los Juegos".
Saliendo del aeropuerto, la humedad abraza al instante al visitante y apenas se vislumbra la ciudad de Tokio en el autobús camino del complejo olímpico. Es de noche y las calles están vacías.
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