Dos oros en dos horas. El primero, el de la karateka Sandra Sánchez, era esperadísimo y entraba en todas las quinielas. El segundo, el del escalador Alberto Ginés, llegó tan de sorpresa que ni el mismo se lo creía en el rockódromo de los Juegos Olímpicos de Tokio.
Sánchez, 39 años. Ginés, 18. Dos campeones olímpicos muy diferentes, una sobre el tatami y el otro en una pared, que lanzan a España en el medallero de Tokio 2020. Está ya décimo octava con 12 medallas -tres oros, cuatro platas y cinco bronces- y hay dos más aseguradas, la del fútbol masculino y la de waterpolo femenino, con ambas selecciones en la final. Y la cosecha puede crecer.
Sea cual sea el número final de metales, con el que nadie contaba era con el de Alberto Ginés. El extremeño no partía entre los grandes favoritos en el debut olímpico de la escalada, pero consiguió colarse en la final y ahí siguió sorprendiendo hasta el oro.
"Estoy intentando asimilarlo. Estoy en una nube ahora mismo, muy contento y con muchas ganas de volver a casa y de ver a mi familia", ha señalado antes de la ceremonia de premiación. "Es fruto de todo el trabajo que hemos hecho estos años, el trabajo bien hecho. Todo suma y todo cuenta. Estamos en una buena trayectoria, voy a ir a más Juegos y quiero ampliar mi palmarés".
Ginés ha terminado las tres pruebas con una puntuación total de 14. Contra todo pronóstico, el extremeño fue primero en la prueba de velocidad, último en la de bloques y aseguró la medalla en la última, la de dificultad, la que mejor se le da.
Sandra Sánchez, la mejor karateca del mundo
Un rato antes, el Nippon Budokan de Tokio era el escenario de la primera final olímpica del karate, otro de los deportes que debutaban en Tokio. Y Sandra Sánchez ha superado en la final de la modalidad de kata a la japonesa Kiyou Shimizu. La española, con el kata chatanyara kushanku, ha recibido una puntuación de 28,06, mientras que Shimizu, su gran rival de los últimos años, ha obtenido un 27,88 con la misma representación.
"Todo era perfecto. Japón, el Budokan... creo que esta final con Shimizu era lo más emocionante. Si haba que ganar, había que hacerlo así", ha indicado la karateca de Talavera de la Reina. "Yo sabía que la decisión iba a ser muy justa, tenía que ser así. No era justo ni ganar por mucho ni perder por mucho, fuera el que fuera el resultado. Ahora me entero que ha sido por el físico... ¡bien!, ¡bien todos esos burpees!", comentó en referencia a los ejercicios que más detesta de las sesiones de gimnasio.
Una historia rocambolesca
La historia de Sandra Sánchez escapa la lógica del deporte. Empezó a practicarlo con cuatro años por su hermano Paquito. Sus padres apuntaron al hermano mayor a karate y a Sandra a ballet. Duró dos meses. «Yo quería hacer lo que hacía Paquito y si a él le apuntaban a karate, pues a mí también. Todo lo que hiciera Paquito lo quería hacer yo, aunque no supiera ni lo que era el karate», explicó la española en una entrevista con el COE antes de los Juegos de Tokio.
Tenía madera y fue cumpliendo etapas de forma natural. Con 18 años, sonó el teléfono: era la Real Federación Española de Karate para convocarla al Centro de Alto Rendimiento. Aceptó, claro que aceptó, pero a su madre le diagnosticaron un cáncer y decidió volverse a Talavera de la Reina, donde ya tenía a un maestro y un dojo. «Por eso no pensé que la decisión de regresar a casa tuviera tantas consecuencias a nivel deportivo y competitivo. Y aunque luego las tuvo, me da igual porque lo volvería a decidir una y mil veces”.
La consecuencia fue que la Federación dejó de seleccionarla. Siguió compitiendo y ganando, pero con 25 años, ya cansada, se fue al extranjero a buscar nuevas experiencias. Se fue al otro lado del mundo, a Australia, donde estuvo dando clases de karate a niños. Y a su regreso a España, Jesús del Moral, entonces seleccionador de Castilla-La Mancha, convence a Sandra Sánchez para que vuelva a competir. Del Moral es hoy su entrenador y también su pareja, un dúo perfecto.
Empezaron a pulir la técnica de la karateca. Dinero que ganaban, dinero que ahorraban para viajar a Japón para seguir aprendiendo. Y a la vez, compitiendo. En un torneo internacional, un club de Dubái se fijó en ella y le ofreció un contrato a ella y a Del Moral. Con ese apoyo económico detrás, el despegue definitivo solo fue cuestión de tiempo.
Con 34 años, en 2015, volvió a recibir la llamada selección. “Cuando uno piensa que eso ya no va a suceder, sucede. Yo estoy viviendo como un sueño, pero literalmente. Soy consciente de lo mucho que me costó llegar». Y desde entonces no se ha bajado del podio allá donde ha ido: cinco oros europeos seguidos, seis campeonatos de España y dos oros y un bronce mundiales. Ahora, el oro olímpico.
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