Tras el diciembre qatarí, el enero saudí. El Mundial de fútbol ha dejado paso a un mes marcado en la agenda deportiva por las citas en tierras saudí: desde el Rally Dakar hasta las Supercopas de España e Italia y la presentación en sociedad de Cristiano Ronaldo, flamante fichaje de Al Nasr de Riad. Una estrategia diseñada con la misión de rehabilitar públicamente a Mohamed bin Salman, el príncipe heredero que gobierna "de facto" el país.
Ahora, sin embargo, la secuencia de eventos deportivos en el reino ultraconservador no ha suscitado el estupor internacional que despertó la celebración del Mundial. "Sin duda, el historial de derechos humanos de Arabia Saudí es mucho peor que el de Qatar", comenta en conversación con El Independiente Nicholas McGeehan, director de Fair/Square, una de las ONGs que ha estudiado más intensamente el bautizado como "Sportswashing" (lavado deportivo, en español), el uso de los acontecimientos deportivos para blanquear a un régimen dictatorial.
Al príncipe heredero, de 37 años, le persigue el brutal crimen de Jamal Khashoggi, el periodista saudí asesinado y descuartizado en el consulado saudí en Estambul en octubre de 2018. Su implicación fue confirmada por documentos de la CIA. "Ese asesinato realmente puso a Arabia Saudí y a Mohamed bin Salman en los titulares, obviamente en la forma más negativa posible. En el caso de Arabia Saudí, su interés en el deporte no está dirigido principalmente al desarrollo económico sino a la rehabilitación de la imagen de su líder", agrega el activista.
Siguiendo hasta cierto punto la apuesta veterana de sus "hermanos" qataríes -con los que comparten, al menos oficialmente, interpretación del islam-, la monarquía de los Al Saud ha desarrollado en los últimos años una agresiva política para atraer citas deportivas en el reino e irrumpir en el capital de clubes de fútbol europeos. Lo hicieron primero en España, con la Unión Deportiva Almería -su propietario Turki al Sheikh pertenece al círculo directo de Bin Salman- y hace un año repitieron gesta con su desembarco con el Newcastle United.
Las comisiones de Piqué
Al rally Dakar, que acoge el reino hasta este domingo, se suma desde ayer miércoles la celebración de la Supercopa de fútbol española, previa a la italiana de la próxima semana. Hace cuatro años el régimen saudí selló un acuerdo con la Federación Española de Fútbol para albergar seis ediciones del campeonato por un montante de 240 millones de euros. El pasado abril trascendió que Kosmos, la empresa de Gerard Piqué que actuó como intermediario del contrato, se había embolsado 24 millones de euros en comisiones.
Una polémica que, sin embargo, no ha modificado un ápice los planes de la federación que preside Luis Rubiales. El pacto sigue en vigor y, como sucediera con el Mundial, las llamadas de organizaciones de derechos humanos han caído en saco roto. Desde Amnistía Internacional denuncian que Rubiales no ha respondido a las cinco invitaciones cursadas en los últimos años para "trasladarle sus preocupaciones en materia de derechos humanos en este país y en la región". "Esta semana la organización le ha vuelto a enviar otra carta con una nueva propuesta de encuentro para abordar estos asuntos", detallan.
Cristiano, el último reclamo
La acumulación de torneos, desde el fútbol al golf, coincide con el golpe de efecto del fichaje de Cristiano Ronaldo por Al Nasr. El portugués ganará en torno a los 400 millones de euros, en su doble condición de jugador y embajador de la candidatura saudí para albergar el Mundial de 2030, otra aspiración copiada de los qataríes y que sería en compañía de Egipto y Grecia. El futbolista fue presentado a principios de enero en Riad envuelto en la fanfarria habitual del golfo Pérsico.
Cristiano ha sido nombrado embajador de la candidatura saudí para el Mundial de fútbol de 2030
En su puesta de largo, Cristiano apareció junto a la marca turística del país árabe, que tras décadas de aislamiento trata de impulsar el turismo mientras busca opciones alternativas a su eterna adicción al petróleo. Un plan a largo plazo que hasta colisionaba con la pésima imagen internacional de Bin Salman, el hijo del actual monarca que protagonizó un golpe palaciego que en 2017 alteró la alternancia de ramas de la familia real que dictaba la tradición y le catapultó a la primera línea sucesoria. Su llegada al trono marcará un hito: será el primer rey saudí de una generación distinta a los vástagos del fundador y con el horizonte de décadas por delante.
"Resulta muy evidente que Arabia Saudí no puede perseguir sus planes económicos y estratégicos mientras la reputación de Bin Salman sea tan negativa como es. Y el deporte es una forma extraordinaria de llamar la atención del mundo por las razones adecuadas. Lo han visto con Abu Dabi y en Qatar y es lo que están haciendo con Arabia Saudí", subraya McGeehan, quien considera que la amplitud del ruido que suscitó el Mundial de Qatar está vinculada a su relevancia. "La Copa del Mundo es el acontecimiento que provoca más atención y un mayor escrutinio a nivel global, sin duda más que cualquier otro tipo de torneo", recalca.
"El fichaje de Cristiano Ronaldo por Al Nasr es un ejemplo más de la política de lavado de imagen deportivo de Arabia Saudí", denuncia Dana Ahmed, investigadora de Amnistía para Oriente Medio. "Es muy probable que las autoridades saudíes promuevan la presencia de Ronaldo en el país como medio para distraer la atención del terrible historial de derechos humanos del país", agrega. Desde la organización sugieren que "en lugar de loar las bondades de Arabia Saudí, Ronaldo podría haber utilizado su considerable repercusión pública para llamar la atención sobre los problemas de derechos humanos en el país".
Un historial de derechos humanos terrible
A pesar de sus intentos de vender sus planes reformistas, que han permitido a las mujeres conducir o practicar deporte, Arabia Saudí sigue proyectando alargadas sombras: es líder en penas capitales -el asesinato, la violación o el contrabando de drogas son delitos que se pagan con el cadalso-, aunque no se ejecuten en público como hasta hace unos años; y la represión de cualquier ejercicio de disidencia es duramente perseguido. En un solo día del año pasado, 81 personas fueron condenadas a muerte, muchas de las cuales fueron juzgadas en juicios manifiestamente injustos, recuerdan en Amnistía.En total en 2022 128 personas fueron ejecutadas.
Riad ha estado directamente implicada en la guerra de Yemen, que desde el inicio de los bombardeos de la coalición saudí en 2015 se ha cobrado la vida de 233.000 civiles. Arabia Saudí es uno de los once países en el mundo en los que la homosexualidad se puede llegar a castigar con la pena de muerte, de acuerdo al informe de la plataforma ILGA. Aunque las penas por mantener relaciones homosexuales no están codificadas en la legislación, el país adopta la sharia (ley islámica) como base jurídica y en ésta sí están estrictamente prohibidas. Hace cuatro años la agencia de seguridad del país calificó la homosexualidad, junto al feminismo y el ateísmo, como “ideas extremistas” que deben castigarse con prisión y flagelación.
Las limitaciones de las mujeres
Arabia Saudí ocupa el puesto 127 en el índice de igualdad de género, sobre un total de 142 países, según la clasificación del Foro Económico Mundial. A pesar de avances recientes como la posibilidad de conducir, la discriminación a las mujeres saudíes sigue resultado asfixiante, denuncia Amnistía. No pueden tomar muchas decisiones personales sin la aprobación de un "mehrem", el tutor varón. No pueden vestir libremente, sino con la abaya, una túnica negra que apenas deja descubierta una pequeña parte del rostro, ni entrar en cierto espacios públicos a los que solo pueden acceder los hombres.
Las saudíes no pueden casarse sin el permiso de su padre o tutor, y se siguen produciendo matrimonios forzados. Además, una mujer que decida abandonar su hogar, aunque sufra maltrato, puede ser denunciada por desobediencia por su “guardián”. Y por supuesto, criticar esta situación y defender los derechos de la mujer está prohibido, y decenas de mujeres y hombres han sido encarceladas por ello.
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