“Esto parece un híbrido entre un largometraje de Gaspar Noé y Mad Max”, espetaron varios usuarios en Twitter tras ver las primeras imágenes filtradas de la nave de Llinars del Vallés, lugar en el que se había organizado una “rave” ilegal que llevaba más de 24 horas activa y en la que participaron más de 200 personas.
Entre mujeres con marcado flequillo y senos al aire que dejan a La Libertad guiando al pueblo (1830) de Eugène Delacroix por los suelos, y fotografías que mostraban que el virus solo existe si uno quiere creerlo, España dio entrada al año por todo lo alto y con la macrofiesta como objeto esencial del atípico cotillón cedido por 2020.
Tal nivel de organización y secretismo consiguió hasta el aplauso del alcalde del municipio barcelonés, Martí Pujol, que tildó de “muy bien organizada” la parafernalia que desalojaron los Mossos en la tarde del sábado tras más de 40 horas activa a golpe de tecno y estupefacientes.
Los dos responsables del mastodóntico evento, una chica holandesa de 29 años y un chico de Tarragona de 22, se enfrentan a una sanción administrativa de hasta 600.000 euros por incumplir la normativa anticovid y pasarán a disposición judicial este mismo lunes. Otros cinco participantes también han sido imputados como presuntos organizadores y por desobediencia grave. Asimismo, la Consejería de Interior ha requerido a la Fiscalía que determine si se ha podido cometer un delito contra la salud pública.
Aunque las imágenes derivadas de la fiesta ilegal más pública de la historia generasen todo tipo de bromas en redes, la situación de gravedad que se sigue viviendo en España y Europa, inundadas en una segunda ola que no deja resquicio de aire para la mejora, no permite ni una salida de tono, y menos para ejercer el egoísmo como bandera.
Que la sociedad se ha apañado para seguir bailando a ritmo de Bad Bunny en domicilios y fiestas ilegales es una realidad que se sucede desde los inicios de la pandemia. Que ésta no aprende la lección a pesar de los claros riesgos que se evidencian desde marzo del año pasado, un triste relato. De nuevo, el ocio se sitúa un peldaño por encima de la responsabilidad.
Episodio II: una sauna peligrosa
La distópica rave de Llinars no ha sido un episodio aislado, pues diversas aglomeraciones ilegales se han sucedido en nuestro país en los últimos días. A pesar de que había que reducir los contactos al máximo y minimizar la red social a allegados, convivientes o un máximo de seis personas, los más ávidos intentaron driblar las medidas sanitarias y de seguridad impuestas por el Gobierno y las diversas Comunidades Autónomas.
En Madrid, la Policía Municipal desalojó el pasado viernes a 300 personas que celebraban una fiesta ilegal en una sauna del centro de la capital. Si tal cantidad de muchedumbre no era suficiente, los responsables del establecimiento también habían instalado una barra donde dispensaban bebidas alcohólicas. Los agentes propusieron sancionar a 22 clientes por incumplir las medidas sanitarias, ya que se encontraban sin mascarilla, fumando y sin guardar la distancia de seguridad.
Y en un evento menos mediático, pero igual de preocupante, la Policía Municipal desalojó, en el distrito madrileño de Puente Vallecas, una discoteca sin licencia de funcionamiento con 109 personas en su interior. De pie, entonando el famoso verso de Extremoduro de salir, beber, el rollo de siempre, compartiendo cachimbas y estirando los gemelos en la pista de baile.
Bajando hacia el litoral valenciano, la Policía Local tuvo que intervenir en un local del barrio de Benicalap que superaba hasta en ocho veces el aforo permitido. En su interior, 120 individuos repetían la actitud de los casos previos. Según la licencia de actividad, el aforo era de 49 personas y la resolución de la Conselleria de Sanidad permitía el ejercicio de dicha actividad con un máximo del 30% del aforo. Parece que los dueños del negocio desconocían la ley del porcentaje.
Episodio III: un funeral de muerte
Los Mossos d’Esquadra han tenido un fin de semana pleno de actividad, pues también investigan un funeral oficiado en una mezquita de Tarragona que congregó el pasado viernes a unas 700 personas, y en el que no se respetaron las medidas de seguridad decretadas.
Fuentes de los Mossos informaron a EFE acerca del suceso, que tuvo lugar en el día de Año Nuevo en la mezquita de Entrevies de Tarragona. Fueron los vecinos los que les alertaron al comprobar la multitud que se agolpaba ante el centro religioso.
Cuando los agentes se personaron en la zona comprobaron que en el exterior de la mezquita había alrededor de 350 personas rezando sobre su correspondiente alfombra, mientras que en el interior del centro había otros 350 fieles cuando el aforo máximo permitido era de 160.
Los Mossos han elaborado un informe del suceso, que han enviado a la Conselleria de Salud para que el departamento valore si se infringieron las restricciones de aforo y otras medidas sanitarias previstas en la normativa administrativa para frenar la pandemia.
Además, identificaron a cuatro personas -entre ellos, un familiar del difunto y el imán de la mezquita-. También detectaron que, presuntamente, en dicho recinto religioso no se había implementado ningún sistema de ventilación adecuado para renovar el aire y prevenir posibles contagios.
Episodio IV: fervor por lo urbano
Solo unos Reyes Magos tan atípicos, bañados en polémica social y en sonidos de trap reggaetonero, podían crear una avalancha que ni las películas de Indiana Jones. El centro comercial La Cañada de Marbella había organizado un “evento sin público” en el que personalidades como Kiko Rivera, hijo de Isabel Pantoja, y Omar Montes, cantante, se colocaban la corona y la capa a unos días de la llegada de Sus Majestades.
El Ayuntamiento de Marbella confirmaba la noticia a través de un mensaje en sus redes sociales, en el que admitía que la Policía Local tuvo que intervenir en el evento por un claro «exceso de aforo», a la vez que agradeció la «cooperación del centro y de la empresa organizadora». Nada como una celebridad televisiva de segunda división para borrar la huella del rastro vírico en la nación.
El centro comercial también lanzó un comunicado para disculparse por la situación de riesgo sanitario que se produjo en el recinto, en una época en la que las restricciones son más necesarias que nunca. Con una posible tercera ola de contagios acechando la costa europea, la responsabilidad individual requiere de una fuerza de voluntad mayor que las congregaciones aquí mencionadas.
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