La seguridad es una de las preocupaciones capitales del hombre del siglo XXI. Seguridad en el trabajo, en la práctica de deportes, en los viajes y, cómo no, en los desplazamientos por carretera. Pero este concepto debe llevarse a la práctica en todos los ámbitos de la vida, no es saludable pretender su aplicación aislada en determinadas áreas porque quedaría un tanto desvirtuado, cuando lo que realmente se busca es crear en torno al mismo una auténtica filosofía que se traduzca en hábitos de comportamiento seguros.
La seguridad en todo lo que concierne al tráfico rodado, vehículos, conductores, peatones y red viaria suscita un notable interés en la opinión pública por la especial sensibilidad que han sembrado medios de comunicación e instituciones implicadas. Es un tema muy complejo en el que se ven implicados varios actores, la propia Administración, diversas instituciones, fabricantes de automóviles, sin olvidarse de los auténticos protagonistas: conductores y peatones.
El tema de la seguridad se ven implicados la Administración, los fabricantes y los conductores
De poco sirve el titánico esfuerzo que están dedicando los fabricantes de automóviles poniendo al servicio del usuario unas máquinas extremadamente seguras en cuanto a comportamiento, concepción, facilidad de manejo, prevención de accidentes y, en el peor de los casos, protección de los ocupantes si el conductor no adopta una serie de medidas. Resulta crucial conducir con la especial atención que requiere esta actividad, haciendo siempre uso del cinturón de seguridad. También tienen mucho que decir las distintas administraciones ante esa cantidad de puntos negros que pueblan la red viaria en los que se repiten por decenas los mismos accidentes.
Se puede justificar este hecho, al menos parcialmente, argumentando la existencia del eterno problema presupuestario para eliminar con celeridad estas auténticas trampas de los trazados más antiguos. Pero lo que realmente es un despropósito es que en obras públicas de reciente ejecución existan deficiencias. Los baches a los dos meses de la inauguración, esas balsas de agua que se forman en algunas vías cuando llueve con intensidad y que resultan un auténtico caldo de cultivo para la aparición del peligrosísimo aquaplaning, señales mal ubicadas o peraltes mal diseñados constituyen algunos ejemplos de malas prácticas que habría que erradicar.
La tecnología ha permitido el desarrollo y fabricación de vehículos más veloces, más perfectos. En la misma medida, el concepto seguridad en el automóvil toma cada vez más auge. Podría pensarse que la velocidad es algo de lo que hay que protegerse, cuando en realidad es un factor muy ligado al progreso. Cuando a principios del siglo XX un vehículo circulaba a velocidades de 10 o 15 km/h, ni qué decir tiene que resultaba absurdo hablar de eficacia en el frenado o de protección para los ocupantes en caso de accidente. Actualmente constituyen apartados íntimamente ligados a la seguridad.
Elementos como el airbag (bolsa inflable), las barras de protección contra impactos laterales, el ABS (sistema antibloqueo de frenos), el ESP (programa electrónico de estabilidad) o los cinturones de seguridad con pretensores, forman parte del equipamiento de cualquier coche medio e, incluso, utilitario. Precisamente uno de los grandes aciertos de los fabricantes de automóviles ha sido dotar a los vehículos más pequeños con elementos de seguridad que anteriormente sólo estaban disponibles en productos de gama alta. Lejos quedan aquellos tiempos, a principios de la década de los 80, cuando una marca del prestigio de Mercedes empezaba a montar el ABS en sus modelos. El ABS es hoy obligatorio en todos los modelos que se venden en Europa.
Uno de los grandes aciertos de los fabricantes ha sido dotar a los vehículos más pequeños con elementos de seguridad
Aunque, el viejo proverbio más vale prevenir sigue teniendo plena vigencia, la mayor parte de las veces que se habla de seguridad ligada al automóvil se tiende a relacionar con su comportamiento o grado de protección en caso de vuelco o de impacto, es decir, cuando ya se ha producido el siniestro. Se olvida la esencia del concepto: la prevención. Seguridad activa es, el conjunto de medios con los que cuenta un vehículo para evitar que se produzca el accidente.
Unos frenos dotados con sistema antibloqueo (ABS), una eficaz suspensión o un óptimo equipo de alumbrado son elementos que contribuyen a hacer más segura la conducción, colaborando activamente en erradicar las circunstancias que pueden desembocar en un siniestro. Pero unos de los dispositivos que más han contribuido en los últimos tiempos a elevar al máximo los umbrales de la seguridad activa es, el control dinámico de estabilidad (ESP). El ESP ayuda al conductor a mantener la trayectoria, la marcada por el volante, en caso de riesgo de derrapaje. Es un sistema que también es obligatorio en todos los coches que se venden en Europa.
Como seguridad pasiva se entiende el conjunto de recursos que incorpora un automóvil para proteger a sus ocupantes en caso de accidente, a los pasajeros de otros vehículos implicados o al peatón en caso de atropello, minimizando las consecuencias. Estas medidas de protección abarcan desde un habitáculo indeformable dotado con estructuras anterior y posterior de deformación programada para absorber la energía del impacto, hasta el airbag que impide que el cuerpo de los ocupantes se golpee contra cualquier elemento del habitáculo, sin olvidar las barras o estructuras de protección contra choques laterales, situadas en el interior de las puertas.
Cuando se produce una colisión, el vehículo puede salir despedido y chocar de nuevo contra cualquier objeto e, incluso, con otro vehículo. El freno anticolisión múltiple intenta evitar los impactos secundarios tratando de detener el coche ya accidentado mediante la aplicación automática de frenos una vez detectado el golpe inicial. Con respecto a la protección de peatones algunos modelos montan un dispositivo que eleva automáticamente unos centímetros el capó en caso de atropello. Volvo presentó en primicia, el airbag para peatones, que acolcha las zonas críticas sobre las que puede impactar el cuerpo del peatón.
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