Intxaurrondo, nogal en euskera, árbol de gran envergadura, de hoja caduca que puede alcanzar los 30 metros de longitud. Intxaurrondo, cuartel de la Guardia Civil de San Sebastián, donde se cometieron las mayores torturas de la Democracia amparadas por la Lucha Antiterrorista.
Cerca de 200 atentados, casi un centenar de personas asesinadas y una veintena de secuestros convirtieron a 1980 en el año más sangriento de ETA. En esta época, conocida como la Década del plomo, arranca la acción de El padre de Caín, una miniserie de dos capítulos basada en el libro homónimo de Rafael Vera que estrenó Telecinco la noche del martes. La primera entrega sentó frente al televisor a 3.223.000 espectadores, obtuvo un 19% de cuota de pantalla y fue trending topic en las redes sociales. Fue con la doble pantalla donde se estableció la polémica de la noche. Mientras unos aplaudían el trabajo de la Guardia Civil otros denunciaban el hecho de que la cadena estuviera dándole pábulo a un libro escrito por un condenado por su participación en el GAL.
Dirigida por Salvador Calvo (que tiene en cartelera 1898. Los últimos de Filipinas y también es el director de Lo que escondían sus ojos), cuenta la historia de un oficial de la Guardia Civil llamado Eloy (Quim Gutiérrez) que en 1980, cuando la banda terrorista ETA estaba más activa, recala en el cuartel de Intxaurrondo.
“Los guardia civiles pedían el traslado al País Vasco porque les doblaban el sueldo y al cabo de dos años podían elegir destino”, explica Calvo. “Pero a la mayoría les pasaba lo mismo que a mi personaje”, matiza Patxi Freitez, que interpreta al sargento Delgado, un veterano de Intxaurrondo. “Se convertían en víctimas del Síndrome del Norte”. Eloy aterriza en el cuartel, lo que ve allí no le convence, no está de acuerdo con los métodos de sus compañeros y así lo manifiesta mientras aguanta la tensión de vivir separado de su familia. Eloy acaba con la soledad dejándose llevar por la doble vida que le obligan a llevar en el cuartel.
Salvador Calvo aceptó el encargo de dirigir la adaptación del libro de Rafael Vera, ex secretario de Estado para la Seguridad y condenado a 10 años de prisión por el secuestro de Segundo Marey en el marco de los GAL, pero en esta ocasión, al contrario de lo que hizo en Lo que escondían sus ojos, se ha permitido adaptar la historia y añadir las dos versiones: la lucha antiterrorista y las barbaridades que allí se cometieron, todo envuelto en una historia de amor. Para ello ha contado con la firma de Alejandro Hernández y Michel Gaztambide. “Si fuéramos americanos, no nos extrañaría eso de contar una parte de nuestra historia a través de una relación amorosa. Nos choca porque no estamos acostumbrados, y ya va siendo hora”, justifica.
Consciente de que, de nuevo, está tocando heridas sin cicatrizar, Salvador Calvo asegura que la serie “está realizada con el máximo respeto y, por supuesto, intentando contar lo que allí ocurrió desde todos los puntos de vista. Lo sé, es un proyecto muy arriesgado, pero muy interesante al mismo tiempo”.
Con personajes ficticios, El padre de Caín narra las barbaridades que se cometieron en aquella época. “No entramos a profundizar; ahora bien, son los años en los que se fraguó la formación del GAL, cuando los guardia civiles vivían una doble vida para evitar ser víctimas de atentados… Aquello era una guerra sin cuartel. Dejamos claro que el ojo por ojo no era la solución”.
El padre de Caín se ha rodado en Asturias, en Madrid, en el País Vasco y hasta en el mismísimo cuartel de Intxaurrondo. La producción ha contado con el asesoramiento de las Fuerzas de Seguridad con las que Calvo también trabajó en Los nuestros. “Los miembros de la Guardia Civil que leyeron el guión admitieron que entonces se hicieron cosas que no debían, pero lo justifican por la dificultad del momento. ‘Es una de las partes más negras de la historia de la Guardia Civil, entendemos que la teníais que contar’, me decían”, añade Calvo.
Patxi Freitez, que conoce muy de cerca la idiosincrasia del País Vasco, desvela que, aunque no se hable de casos conocidos como el de Mikel Zabalza, por ejemplo, “no se esconde la famosa habitación y el jefe del cuartel (Luis Bermejo) se puede reconocer perfectamente como el alter ego de Galindo. Sobre todo cuando dice su famosa frase: 'Cuando se trata de cazar al tigre, no hay derechos'”. Freitez encarna a un sargento “víctima del Síndrome del Norte, alcohólico, con una familia desestructurada” que ya ni entra en valorar si lo que hace está bien o no. “Aquello era una lucha a muerte unos con otros, he procurado darle la mayor humanidad posible a mi personaje, porque en el fondo da muchísima pena”, asegura.
Intxaurrondo, el nogal, es un árbol que no crece en cualquier lugar, su cultivo no puede darse si no existen un mínimo de precipitaciones. Intxaurrondo, el cuartel, nunca fue construido para ser lo que fue. Cuando la Guardia Civil quiso erigir un campamento no encontró más que un terreno ya construido con pisos donde, con el paso del tiempo, sus habitantes convivieron con todo tipo de barbaries, de uno y de otro lado. La necesidad de agua del nogal, la metáfora de la lluvia y el cielo plomizo sirven para recalcar la soledad y el aislamiento del protagonista.“Cuando Eloy se traslada al País Vasco, además de la presión psicológica que sufre al convertirse en objetivo de ETA y sentir el rechazo de una parte de la población por ser guardia civil, se encuentra con una climatología muy hostil”, concluye el director.
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