Bandas juveniles, ajustes de cuentas, robos y drogas: la calle vuelve al cine. El cine quinqui, que viviera su época dorada entre finales de los 70 y los 80, regresa con Criando ratas, una cinta que se alimenta de los mismos problemas sociales que plagaron de títulos la cartelera de aquellos años. La historia está rodada en los barrios alicantinos de Colonia Requena, Mil Viviendas y Virgen del Remedio, los más deprimidos de la ciudad.
El género quinqui se ha mantenido, entrado ya el siglo XXI, con cintas como Volando Voy o 7 vírgenes que han continuado su espíritu. Criando ratas, es una película, de bajísimo presupuesto, que homenajea aquel mítico cine callejero y que como en las cintas del siglo pasado la realidad se ha cruzado con la ficción y el rodaje se prolongo por el ingreso en prisión de su protagonista principal.
"La cultura callejera ha cambiado, ya no se habla igual que en las películas de los años setenta y ochenta. Esta película es mucho más independiente porque cuenta con muchísimos menos recursos", explica Carlos Salado, director de Criando ratas. Cuando el principal impulsor de esta aventura cinematográfica dice "menos recursos" se refiere a que han grabado con una presupuesto de 5.000 euros que prácticamente se fueron en material técnico. El dinero lo obtuvieron con un crowdfunding que montaron en la web www.criandoratas.com. "Pusimos un teaser y un número de cuenta en la web del proyecto. Pero a diferencia de las webs de micromecenazgo aquí no había más recompensa que ayudarnos", explica el productor de la cinta Rubén Fernández. Con la parte técnica cubierta luego había que hacer todo lo demás. "El cine de guerrilla se basa en echarle morro y contagiar energía y motivación a todos. La lista de agradecimientos en los créditos es enorme, porque todo han sido colaboraciones, desde la madre de uno de los actores haciéndonos la comida al equipo hasta quien nos prestó una ambulancia", asegura el productor de esta película que han tardado cerca de seis años en rodar.
La película es "un tributo a aquel cine de Eloy de la Iglesia y tiene elementos en común con aquel cine, como que los actores son gente de barrio que ha vivido mucho las cosas de la calle". Unos actores que entraron en la cinta tras un "proceso de selección complejo y difícil", explica Salado. "Este tipo de actores te proporciona más realidad y además hemos descubierto que hay gente que tiene mucho talento", añade el realizador. Eso es lo que aporta el Ramón Guerrero, actor protagonista, según el director: "es el ejemplo de un chaval de barrio al que no le hace falta ir a una escuela de cine porque tiene un talento natural y es muy magnético para la cámara".
Guerrero entró en el proyecto de la mano de Salado. Ambos se conocían desde pequeños así que le invitó a ser el actor principal. "Yo tenía miedo, yo no sabía cómo actuar, pero Carlos me enseñó, me explicó y me motivó y me transmitió toda su pasión por el cine", explica el actor. "Carlos me grabó y me enseñó cómo quedaba en pantalla, qué caras tenía que poner y me fui viendo cada vez mejor".
Para la interpretación de Cristo, que es el nombre de su personaje, Ramón necesitaba más registros, más allá de su propia experiencia callejera. "Yo sólo era un ladronzuelo, así que me fijaba en amigos míos de la calle sin que se dieran cuenta, en su manera de hacer las cosas, como en las caras, las miradas o las maneras de comerse una pastilla, por ejemplo", cuenta Guerrero.
El principal escollo de esta aventura cinematográfica fue el ingreso en prisión del actor principal. "Me jodió mucho cuando me dijeron que tenía que entrar en prisión y sobretodo me preocupaba mucho la peli, así que le dijo a su director que se buscara a otro para hacerla porque iba a entrar en la cárcel y ahí sabes cuando entras, pero no cuando sales". Pero Salas no quiso cambiar de actor, lo que para Ramón fue "junto con el apoyo de mi familia una gran motivación para salir". El programa Conexión Samanta dedicó un programa a Guerrero, cuando éste estaba en libertad provisional, y a otros de los actores que salen en Criando Ratas.
Ramón es consciente de cómo terminaron muchos de los actores del cine quinqui, "me da mucha pena, había unos actorazos en esas películas que estarían haciendo hoy buenas películas". Ramón, que contesta nuestra llamada desde un cursillo de formación, dice que acaba de encontrar un curro de peón de albañil, ha rehecho su vida tras la cárcel y su mujer espera una criatura para febrero de 2017.
Realismo en la ciudad de la luz
"La película tiene un modelo de distribución alternativa, porque el fin del proyecto es social ya que queremos que llegue al mayor número de gente, que esta realidad sea vista en colegios, en casas particulares o por chavales en la calle con su móvil. Además la idea es realizar proyecciones en centros culturales y centros penitenciarios", cuenta Salado. Según los promotores de la película ésta se subirá a su canal en Youtube para su distribución gratuita antes de que termine el año.
Pese a este fin concienciador de esta historia callejera, Salado, marca distancias con el cine quinqui del siglo pasado: "el cine de los 80 era más moralista, nosotros mostramos la realidad tal y como es, no juzgamos ni damos lecciones de moral".
Salado considera que hoy los jóvenes que se han metido en líos "tienen más oportunidades para salir y de formarse que en los 80", aunque las dificultades que se encuentran en una ciudad como Alicante, con un paro juvenil que en estos años ha estado cerca del 50%.
Salado y Fernández pertenecen a una de las primeras promociones del Centro de estudios Cine de la Ciudad de la Luz, una institución inicialmente vinculada con el malogrado estudio de cine que puso en marcha la Generalitat Valenciana. Un proyecto fallido y multado por Bruselas que suma un despilfarro que se estima en 500 millones de euros. Los estudios, que aspiraban a desarrollar una industria del celuloide en la ciudad, se llamaban así por el nombre romano de la ciudad, Lucentum (ciudad de la luz), haciendo un guiño a la localidad y a las óptimas condiciones para rodajes en una de las ciudades españolas con más horas de sol de España.
De aquel proyecto queda ahora el capital humano salido del centro de formación de los estudios cinematográficos, que ahora depende de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Salado cree que la hornada de chavales salidos de este centro se ha sabido buscar la manera de tener trabajo y buscarse sus oportunidades, "muchos han creado productoras y agencias de comunicación", destaca.
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