Nada volvió a ser igual. En su cabeza la silueta de la mujer abría un campo que nadie hasta entonces había explorado. La sencillez y la pureza de formas al servicio de la elegancia fueron las herramientas que le abrieron las puertas de la realeza y la aristocracia mundial. Aquel joven nacido en Getaria, la pequeña villa costera guipuzcoana que cuatro siglos atrás vio partir a Juan Sebastián Elcano para recorrer el orbe, pronto vería triunfar a otro de los suyos.
También él daría la vuelta al mundo, a bordo de telas, costuras y creatividad, y dejando un legado para la historia. Cristóbal Balenciaga hizo de sus bocetos el cuadro de la elegancia en el que todas las mujeres de comienzos de mediados del siglo pasado querían verse retratadas. De su mano, de su mente, se multiplicaban las posibilidades de vestir a una mujer, moderna y sofisticada, para alcanzar una elegancia innovadora y que cautivó a reinas y princesas.
Balenciaga, el maestro, como le apodaban algunos de sus más brillantes discípulos, como Coco Chanel –“fue el único auténtico couturier ( modisto)”, dijo de él-, o Christian Dior –“es el arquitecto de la alta costura”, por ser capaz de diseñar, cortar, montar y coser un vestido de principio a fin. Además de tener dotes para vestir a la mujer como nadie lo había hecho antes, también acreditó ser un buen empresario. Su primer negocio lo abrió en San Sebastián con sólo 22 años, inspirado, se cree, por otros negocios frecuentados por la alta sociedad burguesa que abundaba en la bella capital donostiarra de comienzos del XX -como Casa Gómez, New England o Almacenes Au Louvre, muy conectadas con la pujante moda Parisina de la época- y la influencia de la vecina Francia.
Este año, coincidiendo con el primer centenario de aquel primer negocio que Balenciaga abrió en la calle Vergara Nº2 de San Sebastián, el Museo que lleva su nombre en Getaria, encargado de conservar y divulgar su obra, expondrá algunas de sus creaciones más valiosas. Lo hará en una exposición que además de presentarse en nuestro país también lo hará en la capital francesa, donde Balenciaga pasó gran parte de su vida, y de la que también ahora se cumplen 80 años de su llegada.
‘Bunny Mellon’, su rica musa norteamericana
Entre los numerosos actos programados destaca la muestra dedicada a una de sus grandes clientas, Rachel Lowe Lambert Mellon (1910-2014), más conocida como Bunny Mellon y a la que dedicó muchas de sus creaciones. A esta dama de la burguesía norteamericana, coleccionista de arte, diseñadora de jardines como los de la Casa Blanca y amiga personal de la familia Kennedy, Balenciaga le hizo cientos de vestidos. Sólo el museo de Getaria dispone de alrededor de 400 piezas de Mrs. Mellon en su colección, legadas por ella, y parte de la cual se expondrá por primera vez este año. Balenciaga llegó a destinar un equipo de hasta 60 trabajadores de sus talleres para satisfacer los numerosos pedidos que le hacía Mellon.
Esposa del mecenas Paul Mellon, Rachel Lowe simbolizaba como ninguna el perfil de mujer en la que se inspiraba Balenciaga y a la que atraía con sus creaciones, mujeres sensibles, adineradas y en busca de la exclusividad refinada que él les proporcionaba. El Museo Balenciaga dedicará todas sus salas en una muestra titulada Colleting elegance. Rachel L.Mellon's legacy, y dirigida por M.Hubert de Givenchy -que se inaugurará el 27 de mayo y se prolongará hasta enero de 2018-, y en las que expondrá 90 piezas de indumentaria, además de bocetos, complementos, fotografías y documentación.
En la muestra se podrán ver la evolución en el trabajo de Balenciaga desde que comenzó como modisto en 1917 hasta sus últimos años antes de fallecer en Javea (Alicante) en 1972. Siempre fue una adelantado a su tiempo, capaz de revolucionar la concepción del vestir en las mujeres. Quienes trabajaron con él subrayan su obsesión por la perfección en su trabajo y su dominio de las técnicas de costura que le permitieron innovar como ninguno antes con diseños simples y con formas puras. Fue capaz de romper con lo establecido, de apostar por líneas fluidas y volúmenes rompedores, supo marcar una época con sus diseños con las conocidas como línea tonneau, a finales de los 40, el look semi-entallado, las faldas balón, las túnicas o el vestido saco y el baby-doll.
Modista de la realeza y la burguesía
Balenciaga encandiló a la realeza y aristocracia que durante los años veinte frecuentaba la costa de San Sebastián. Entre sus clientes se contaba la Reina María Cristina y la infanta Isabel Alfonsa, a la que siguieron muchas damas de la corte. No tardaría en crear una segunda empresa dedicada a la alta modistería tradicional, llamada Eisa Costura, en la calle Oquendo de San Sebastián. Con la proclamación de la Segunda república mucha de su clientela huyó al exilio, mermando el negocio de la alta costura que empezaba a liderar. Su negocio se tambaleó y abrió un nuevo establecimiento, EISA S.E. Costura, en 1933.
En apenas unos años la situación se complicaría aún más con la llegada de la Guerra Civil. En 1937 el genial modisto se trasladó a París, donde se instaló en la Avenida George V, y abrió su taller desde el que pronto se haría conocido en la aristocracia europea. A mediados de los 40 Balenciaga era reclamado por las élites europeas pero también por las estrellas de Hollywood, como Marlene Dietrich o Greta Garbo, además de las grandes damas de las acaudaladas familias norteamericanas.
Alejado de la frivolidad y la ligereza
El modisto vasco huyó siempre de la frivolidad y la ligereza como atajo para cautivar al gran público, caracterizado por ser riguroso y minucioso en sus creaciones, Balenciaga llegó a dominar la técnica de la costura como pocos modistos del mundo. Movido por la búsqueda de la elegancia en su obra y en su vida. Entre sus grande discípulos destacan Givenchy, Oscar de la Renta, Courrèges o Ungaro.
Ahora son muchos los que aún hoy se inspiran en la obra de Balenciaga. El Museo, ha firmado un acuerdo con la prestigiosa escuela de diseño Central Saint Martins-University of Arts London por el cual un grupo de 60 alumnos se trasladarán a Getaria para formarse en la obra del modisto. Para ello se basarán en la muestra actualmente en vigor, titulada Carbón y Terciopelo. Miradas de Ortiz Echagüe y Balenciaga sobre el traje popular. Además, este año se pondrá en marcha la I Escuela Cristóbal Balenciaga Museoa que dentro de los cursos de veranos de la Universidad del País vasco abordará el emprendimiento en el sector de la moda del que Balenciaga fue un claro ejemplo al pasar de una pequeña tienda de San Sebatián en 1917 a legar tras su muerte una marca de reconocimiento internacional que llegó a dar empleo a 2.000 personas y que se estudia en todas las escuelas de moda del mundo.
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