La historia de la esclavitud la hemos visto muchas veces en el cine. Y daba igual que la contara Steven Spielberg o Steve McQueen. Al final siempre ganaba Abraham Lincoln. Estaba claro quiénes eran los héroes y quiénes los villanos. Hasta que uno ve Enmienda 13, la historia de Netflix con la que Ava DuVernay opta al Oscar al Mejor Documental.
Habíamos aprendido que el fin de la servidumbre forzosa llegaba cuando se incluye en la Constitución de EEUU la decimotercera enmienda, la que abolió la servidumbre forzosa en 1865. Pero no nos habían contado qué pasó el día después de la abolición de la esclavitud. ¿Qué hicieron los millones de negros que dejaron en libertad?
La promesa de la seguridad es el eufemismo de lo que antaño se llamaba racismo
El sistema no estaba capacitado para absorber millones de ex esclavos convertidos en familias desempleadas en un territorio hostil a su raza. DuVernay cuenta cómo va fraguándose así el gran negocio de las cárceles.
La Enmienda 13 prohibía la esclavitud, pero dejaba una puerta abierta a los trabajos forzados en el caso de los prisioneros. Y como los negros empezaron a ser detenidos por vagos y maleantes, una vez encarcelados, ya se les podía volver a poner a trabajar.
Puede parecer maniquea la interpretación que hace DuVernay, pero los datos que muestra son bastante contundentes. Tras visualizar más de mil horas de imágenes de archivo y entrevistar a decenas de historiadores, su discurso es convincente. Sobre todo cuando desgrana cómo el discurso político, a medida que avanza el siglo XX, de Richard Nixon a Bill Clinton, la promesa de la seguridad va convirtiéndose en el eufemismo del discurso racista que antaño se vivía con naturalidad.
La idea de que los negros son peligrosos impregna la cultura estadounidense. Y no hace remontarse a El nacimiento de una nación, la obra de arte del cine mudo en la que el Ku Klux Klan aparece ensalzado como una milicia garante de la seguridad. Llega a las manifestaciones del último año de BlackLivesMatter en protesta por la desproporcionada violencia policial contra personas de color, desarmadas y sin antecedentes, asesinadas en el último año.
Estados Unidos tienen sólo el 5% de la población mundial, pero cuenta con más del 25% de los prisioneros del mundo
En la guerra contra las drogas de los años 80, cuando Ronald Reagan promete limpiar las calles, se sobreentiende que no va a ir a por los yuppies de Wall Street que consumen cocaína, sino a por los negros del Bronx que pasan crack. Las penas por posesión de una y otra droga son también muy desiguales. Era, según los expertos a los que da voz DuVernay, una guerra contra la pobreza.
El crecimiento explosivo en la población carcelaria de Estados Unidos muestra el lado más lucrativo de la industria del racismo convertido en negocio. Estados Unidos es líder mundial en número de reclusos. Y el combustible que alimenta las estadísticas es el mito del alto índice de delincuencia en la comunidad negra, mucho más propensa a ser hallada culpable en los juicios.
En 1970, había unos 200.000 prisioneros. Hoy la población carcelaria es de más de dos millones. Aunque Estados Unidos tiene sólo el 5% de la población mundial, cuentan con más del 25% de los prisioneros del mundo (y más del 60% de las personas en las prisiones estadounidenses son negros).
Las empresas que han privatizado las prisiones son otro de los protagonistas de la película. Los prisioneros reciben 12 céntimos a la hora por el trabajo que realizan. Son productos que luego lucen orgullosos la etiqueta Made in America en firmas como Victoria's Secret y Walmart.
No es fácil encontrar los buenos de esta película. Tanto los políticos republicanos como los demócratas (el filme está rodado antes de la victoria de Donald Trump) han contribuido al negocio del sistema carcelario. Y aunque cada vez son más los congresistas que presionan por una reforma de la justicia penal y la reducción de la población carcelaria, también hay un motivo de lucro detrás.
La nueva política antiinmigración de Trump está disparando en bolsa la cotización de las empresas carcelarias
Si hubiera una excarcelación masiva de delincuentes no violentos, aumentará la comercialización de los brazaletes con GPS y otros dispositivos de rastreo electrónico. Este nuevo tipo de libertad condicional versión digital, según Enmienda 13, acabarían por convertir a las comunidades negras más pobres en "prisioneros al aire libre" con grilletes 3.0.
El nuevo tratado antiinmigración de Donald Trump y las órdenes de deportación masivas con las que amenaza el presidente de Estados Unidos ya están engordando las cuentas de resultados de las grandes compañías carcelarias que gestionan las prisiones del país.
CoreCivic, el mayor operador de prisiones privadas de Estados Unidos, ya ha admitido que la nueva política de inmigración será una nueva fuente de ingresos, ya que hará falta incrementar la capacidad de las cárceles. Y GEO Group, que gestiona varios centros de detención de la frontera de Texas, se ha disparado en bolsa los últimos meses.
Viendo Enmienda 13 es más fácil de entender la Historia de Estados Unidos. Y también su futuro.
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