Transgresor, rebelde, iluminado, Albert Boadella confiesa que desde que dejó la dirección de los Teatros del Canal, donde ha pasado los últimos siete años de su vida, ha recuperado su libertad y la ganas de soltar todo lo que le viene a la cabeza. Ya lo adelantó el pasado 15 de noviembre, cuando el embajador francés le nombró Caballero de las Artes y las letras. En su discurso de agradecimiento ya se vislumbraba que el inconformista de antaño había resucitado.
El dramaturgo, antes de abandonar la dirección, incluyó en la programación de los Teatros del Canal El sermón del bufón, un espectáculo en el repasa la situación de la sociedad española pasada por el tamiz de su sarcasmo y su ironía. No en vano el primer dardo envenenado lo lanza sobre Cataluña, la comunidad autonómica que le vio nacer, donde, según él "hay un conjunto importante de ciudadanos que están enfermos mentales".
Sostiene Boadella que los dirigente catalanes con sus actitud están induciendo a la paranoia. "Es la patología más sencilla de transmitir, crear paranoicos es muy fácil: unos desvergonzados han jugado con los sentimientos de arraigo de la gente y ha funcionado".
Que los catalanes estén paranoicos con el resto de los españoles no tiene justificación ninguna"
Pero el director de montajes como El pimiento Verdi ha ido mucho más lejos y se atreve a comparar esta inducción a la paranoia catalana con la actuación de los políticos alemanes en la pre Guerra Mundial, en la década de los años 30. "Convirtieron una sociedad culta en una sociedad despreciable que llegó a los límites a los que llegó. Que los catalanes estén paranoicos con el resto de españoles no tiene justificación ninguna".
El sermón del bufón, un monólogo heredero de su Memorias de un bufón (2001), cuenta con guión y dirección del propio Boadella y estará del 8 al 11 de marzo en la sala negra de los Teatros del Canal. No se molesten porque ya ha colgado el no hay billetes. La obra volverá a Madrid el 19 de abril, pero lo hará en el Teatro Marquina.
Boadella confiesa que este montaje no nace de la necesidad de ajustar cuentas sino que brota como un repaso a su trayectoria vital. “Tengo algunas cosas que decir. Me han sometido a un consejo de guerra, me he escapado de la cárcel, he vivido en el exilio, he tenido rifirrafes con mi tribu, he sido cofundador de un partido político... ¡Y llevo 40 años con la misma mujer!".
En esta biografía inevitablemente surgen nombres como los de Jordi Pujol o el Rey emérito Juan Carlos I. "Me habría encantado ser bufón si Juan Carlos I hubiera tenido corte, porque es un gran cachondo y habría dado mucho de sí”.
Para los titiriteros es una suerte tener dirigentes tan radicales, aunque para los ciudadanos sea una putada"
De Pujol no quiere hablar, salvo para bautizarlo de "capo mafioso". De quien si revela intimidades es de Jordi Pujol Ferrusola. “Fui profesor suyo en una escuela pija de teatro. Era un alumno insoportable, no paraba de armar jaleo y le pedí que saliera de clase. Como se negaba, le di dos cachetazos, pero creo que le tendría que haber pegado más fuerte".
Sin pelos en la lengua, El fundador de Els Joglars sostiene que le hubieran encantado que un líder como Donald Trump hubiera llegado a la Moncloa porque, como dramaturgo, se afilaría la dentadura. "Para los titiriteros es una suerte tener dirigentes tan radicales, aunque para los ciudadanos sea una putada”, matiza.
Sobre la decisión del Ayuntamiento de Madrid de cambiar los nombres de las salas Max Aub y Fernando Arrabal de Matadero Madrid, está absolutamente convencido de que es una gran apuesta. "Hay que tener mucho cuidado con poner nombres contemporáneos a salas, hay que esperar, no es como con Lope de Vega o Molière. Por ejemplo, el nombre de Fernán Gómez también me parece inadecuado, no porque no tenga simpatía, pero no hay justificación suficiente".
Asimismo, se siente orgulloso de su labor al frente de los Teatros del Canal ya que se empeñó en elaborar una programación "antisectárea" y está convencido de que lo consiguió. "Los artistas tenemos tendencia a construir una secta alrededor, pero yo actué más de gestor que como artista. Hice un teatro pensando en todos, no solo en mis gustos, porque era dinero público y los impuestos son una cosa muy importante y lo más democrático que existe".
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