Nunca tuvieron tanta gracia. Jamás lo contaron mejor y a buen seguro que tampoco se les escuchó con tanta atención. Y qué decir del nivel de comprensión: de risa. Los ‘exosomas’, los ‘neuroprotectores’ o las ‘radiaciones del router’ no son temas para una fiesta entre amigos, menos aún si buscamos provocar carcajadas. Pero en España, como en otros muchos países, hace años que se busca a la científica o científico más divertido del año, al que sea capaz de explicar un complejo concepto científico, desmontar una falsa teoría física o suscitar la curiosidad más divertida sobre un principio de la química y la física más profunda
La premisa inicial es que el rigor jamás debió estar reñido con la comunicación y en la ciencia hace tiempo que no siempre maridan bien. El alejamiento del gran público de no pocas disciplinas científicas es la realidad que impulsó en 2005 el certamen internacional Cheltenham Science Festival del Reino Unido. Hoy se celebra en una treintena de países de todo el mundo, entre ellos España. Un certamen que en cada edición aspira a encontrar, a través de monólogos de contenido científico, al mejor o la mejor divulgadora científica.
Bilbao acoge hoy en el Azkuna Zentroa la primera de las dos semifinales, a la que seguirá la prevista el 7 de abril en Barcelona antes de la final en Madrid, el próximo 24 de mayo. Son 16 aspirantes a alcanzar el título que deberán acreditar sus habilidades comunicativas para que la ciencia pueda ser digerida más allá de los laboratorios y las salas de estudio de sus facultades. Conocido como Famelab, el certamen está organizado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y el British Council, con la colaboración de la Obra Social ‘la Caixa’.
Los monólogos científicos han comenzado a traspasar barreras y gozar del favor del público. Su cada vez mayor presencia en la televisión y en los teatros es hoy una realidad incuestionable. Los semifinalistas de la primera edición de Famelab en España han llegado a impulsar un grupo de ‘comediantes’ denominado Big Van al que no le faltan ofertas para realizar ‘bolos’ y actuaciones todos los meses en teatros de peso de Madrid y Barcelona. Ricardo Moure, vencedor de Famelab 2014, con un monólogo sobre la obesidad -o más bien los adipocitos y el efecto de la grasa en nuestro cuerpo-, forma parte de este equipo integrado por una veintena de científicos, muchos de los cuales, como él, continúan inmersos en sus tesis doctorales o carreras universitarias: “No sólo hacemos ‘bolos’, también estamos embarcados en un proyecto audiovisual financiado por la Unión Europea para investigar si realmente la innovación en la comunicación científica tiene un efecto beneficioso en un mayor interés social por la ciencia y en despertar vocaciones científicas”.
Los biólogos, los más divertidos
Hoy el humor científico se ha convertido incluso en una salida profesional para algunos de los investigadores de nuestro país que como muchos jóvenes tan sólo encuentran el desempleo a la salida de su universidad. “Es cierto que algunos ahora mismo se dedican a este tema de los monólogos más que a otra cosa”, reconoce Moure.
Mañana ejercerá como juez ante los ocho aspirantes que como él desean ganar este certamen y representar a España entre los monologistas de la ciencia más ingeniosos del mundo en la superfinal que se celebrará en junio en la ciudad inglesa de Cheltenham. Todos ellos enviaron un vídeo en el que a través de un monólogo debían exponer de modo divertido un tema científico o tecnológico. Todos los candidatos proceden del ámbito de la ciencia, la tecnología o las matemáticas. Por ahora, los biólogos se han demostrado como los hombres y mujeres de ciencia más divertidos y con mayor capacidad de divulgación, Tres de los cuatro últimos vencedores del Famelab son biólogos por un solo matemático.
“Los monólogos son un modo de llevar ciencia a donde no la hay. Aunque sea un contenido de mayor o menor contenido científico, que se puedan llevar a un teatro o a un espectáculo de un bar en una noche es un logro”, asegura Ricardo Moure, “de alguna manera es meter la ciencia por recovecos por los que habitualmente no está”. Pero no todos lo ven así. Los más ortodoxos de la ciencia miran con recelo lo que consideran que es un exceso de trivialización de materias importantes y relevantes que merecen otro trato. “Personalmente creo que es positivo, se suscita interés y curiosidad, que la gente aprenda cosas. Todo eso motiva el pensamiento científico y el pensamiento crítico, algo muy en declive en nuestros días”.
Ruben Sierra, ‘Txuben’, nació en Santurtzi (Vizcaya) hace 23 años. De niño soñaba con dedicarse al cómic. Hoy estudia Física e Ingeniería Electrónica en la Universidad del País Vasco. Siempre ha tenido facilidad para comunicar, contar de modo ameno conceptos complejos que sus amigos y su entorno no comprendían. “Siempre me han tirado los monólogos. Un día pensé que si a este mundo de la ciencia, tan serio, le metes algo de humor la cosa coge ‘chicha’”. Así empezó a hacer algunos pinitos de monologista y decidió este año dar el paso para presentarse a Famelab 2017. Este viernes por la tarde compite con un monólogo sobre la “psicosis generalizada de la radiación que emite un router” y que desmontará con ingenio “para transmitir paz y tranquilidad a la sociedad”.
En el escenario otros siete aspirantes cuatro mujeres y tres hombres que también contarán con sus tres minutos de oro. La más veterana es Concha Aldea, procedente de la Universidad de Zaragoza, quien a sus 50 años, esta física y actual profesora universitaria especializada en el diseño microeléctrico se ha propuesto divertir al público con un monólogo dedicado a la “representación digital del color”.
Los 'amigurumis', los 'exosomas' y la 'flexiteriana'
A Pilar Ayuda además de la biología lo que le apasiona es hacer ‘amigurumis’, muñequitos de ganchillo, con su imagen y la de su novio. Una convencida de la divulgación científica, optó por completar su formación científica con un máster en periodismo y comunicación. Procedente del Hospital Universitario de Oslo, esta salmantina de 35 años se sube al escenario para desarrollar su particular visión de la medicina personalizada y los tratamientos “a medida”.
Desde la Universidad Católica de Valencia llega Ignacio Crespo, un médico gallego de 23 años que ha aparcado su preparación del MIR para ensayar el monólogo sobre ‘exosomas’, una partícula que liberan las celúlas ante determinados estímulos. Que Ignacio es un científico muy particular da fe el hecho de que además de tocar el clarinete recibió como regalo de graduación la Laruosse gastronómica con la que satisfacer su otra vocación; la cocina.
Ana Peiro es médica y antropóloga. Nacida en Xeresa (Valencia) se define como flexiteriana, “una vegetariana flexible” incapaz de hacer ascos a la morcilla y el jamón, “son cultura”. Su monólogo es el más trasgresor; el clítoris como misterio de la ciencia y la igualdad entre hombres y mujeres.
Procedente de Madrid llega Manuel Murie, este médico que trabaja en el Centro Neurológico de Atención Integral de Pamplona y ferviente aficionado de Osasuna. Padre de dos hijos confía en ganarse el favor del público y el jurado con un monólogo sobre el mecanismo por el que nuestro cerebro aprende y permite recuperarnos tras un ictus o un traumatismo craneoencefálico.
La última pareja la forman David Quinto, de la Universidad de La Laguna, y Carmen Sarabia, de la Universidad de Cantabria. El primero, biólogo, se ha propuesto defender desde el rigor de la ciencia los efectos “neuroprotectores” y saludables del alcohol. Carmen, en cambio, especializada en el envejecimiento y las demencias, desarrollará la esencia de su tesis doctoral a lo largo de sus 180 segundos de monólogo: el procesamiento de las expresiones faciales emocionales en las personas mayores.
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