“Nací en un taxi en la Puerta de Alcalá en los brazos de un hombre que tenía 69 años y que esa noche cuando se acostó no sabía que su hija estaba embarazada”, cuenta Ramoncín en Una vida en el filo, el documental que acompaña a su triple CD recopilatorio Quemando el tiempo que sale a la venta mañana. Su madre se fue cuando tenía dos años y medio y su tía se convirtió a todos los efectos en su madre “la que ha sido su madre de verdad”. A sus tíos se refiere Ramoncín como “mis viejos”, que es la prueba de la autenticidad de su amor filial. Aquella circunstancia familiar no pasaba desapercibida en la España de los años cincuenta, por lo que Ramoncín creció con un estigma sobre su espalda y el Madrid callejero del barrio de Delicias al que plantarle cara. “Yo me fui del barrio, pero el barrio no se ha ido de mí”, asegura el cantante. Y con su escuela de barrio se comió el mundo.
“Si yo me hubiera muerto cuando Arañando la ciudad estaríais haciendo un documental de la gran estrella de la música en castellano”, dice Ramoncín en Una vida en el filo. Arañando la Ciudad fue su disco de madurez y una referencia para los rockeros del momento, un éxito incontestable, Ramoncín lo vendía todo y llenaba los conciertos. Se plantó en los ochenta con madurez musical y mientras otros empezaban él ya era una referencia, Loquillo lo considera como “un pionero de la Movida Madrileña”.
Con que hubiera muerto pasado el 25 de noviembre de 1981 habría aparecido como representante patrio en los listados de los grandes músicos que fallecieron a los 27 años como Hendrix y Joplin. Hubiera tenido un entierro más multitudinario que el de Tierno Galván, quizá tanto como el de Lola Flores, quienes no hubieran faltado a su sepelio. En esa ucronía del rock español Ramoncín hubiera tenido un entierro con litronas y más de un tirao colocao. Pero Ramoncín prefirió vivir y superó vivo los “malditos ochenta”, como él mismo llama a la década en la que las drogas dejaron tantas ausencias entre la juventud.
La historia de Ramoncín para el público empezó cuando fue entrevistado en Televisión Española en noviembre de 1978 por Mercedes Milá y Isabel Tenalle en el programa 2x2. Allí se presentó un veinteañero con un rombo pintado en el ojo con un descaro inusitado para un país que todavía no tenía ni constitución y cantó su tema Marica de Terciopelo. No hace falta decir que ahí empezó a coleccionar detractores: entonces eran los más reaccionarios que veían cómo la sociedad se les escapaba de las manos. Y Ramoncín era un claro ejemplo de que el país no iba el dirección en la que Franco había planeado. "Al que le moleste que no mire" decía el joven Ramoncín en su primera aparición televisiva.
Los siguientes en su lista de enemigos fueron varios directivos de la industria musical con los que el músico se peleaba por la gestión de sus discos, promociones, derechos y contratos. En el documental Ramoncín repasa varios episodios con directivos de sellos musicales a uno de ellos le dedicó su canción El rey del pollo frito, título que al final se volvió su sobrenombre.
Cuando en los noventa empezó a explotar su versatilidad como presentador de un concurso de televisión o como tertuliano en distintos platós de televisión, le empezaron a crecer las críticas por los vigilantes de la autenticidad rockera. Pero fue en el siglo XXI cuando sus detractores se multiplicaron, integrado en la directiva de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) Ramoncín se convirtió en el rostro de la antipiratería y la defensa de la SGAE. Su posterior juicio por delitos de apropiación indebida y falsedad de documento mercantil elevó el odio al rockero en deporte nacional. Y da igual que la Audiencia Nacional lo absolviera, basta hacer una búsqueda en twitter con su nombre para constatar que la línea de enemigos de Ramoncín que empezó con los franquistas alcanza hasta los múltiples hilos de tuits plagados de haters. Muchos tuits ya le insultan por su nuevo disco.
Un documental y un disco recopilatorio
Con este nuevo lanzamiento con 36 canciones y el documental el madrileño reivindica su aportación a la música y lo hace apoyándose en personalidades y amigos como Loquillo, el periodista Jesús Ordovás, Miguel Ríos, José María Iñigo o el actor Juan Echanove. Y otras menos populares que despertaran a sus haters como el ex presidente del Gobierno Felipe González o Teddy Bautista, ex presidente del Consejo de Dirección de la SGAE. Es probable que Ramoncín recupere a parte del público al que conquistó con temas como Hormigón, mujeres y alcohol (conocida como Litros de alcohol), Como un susurro, o Putney Bridge. Para aquellos que quieran acabar con Ramoncín sólo tienen que eliminar un anuncio en la revista Disco Express que leyó el madrileño en los años 70: “Grupo de rock busca cantante que se tire el rollo”. Sólo así se podrá borrar a Ramoncín de la historia de la música española y alguno de los momentos más genuinos como su concierto en el Parque de Atracciones de Madrid en 1978.
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